En mi artículo anterior me referí a la sorprendente actuación del general Pedro Rangel Rojas, comandante del Ejército, el día 3 de febrero de 1992, después de haberse enterado, por medio del general Manuel Delgado Gainza, a las 12:30 pm de ese día, sobre la grave información que le había transmitido el capitán René Gimón Álvarez. Conviene, antes de continuar con este relato, aclarar cuál fue la reacción inmediata del comandante general y algunos hechos sucesivos.
Después de reflexionar unos minutos, le respondió al general Delgado: “Deseo, antes de tomar cualquier medida, hablar personalmente con el capitán Gimón Álvarez. Le agradezco informarle que se presente en mi comando”. En ese momento llegó el general Moisés Orozco Graterol, director de Finanzas, a presentar su cuenta rutinaria. El general Delgado Gainza se retiró de la oficina y quedó en espera de la llegada del capitán Gimón Álvarez. Aprovechó ese tiempo para dirigirse a la oficina del general Reinaldo Valero Rivas, director de Inteligencia del Ejército y notificarle la información que poseía. Era, aproximadamente, la 1:00 pm. Después de escucharlo, el general Valero citó a su oficina a los coroneles Miguel Fuguet Smith y Rafael Sevilla Rojas, jefes de los departamentos de Búsqueda y de Contrainteligencia, ordenándoles activar los órganos de búsqueda y redactar un radiograma de alerta a todos los comandos de unidades del Ejército.
Los generales Valero y Delgado se dirigieron a la oficina del general Rangel. En la antesala se encontraba el capitán Gimón. Después de anunciarse, el mayor Alfredo Puyana Arroyo les informó que el general Rangel los recibiría al terminar la cuenta del general Orozco. Mientras esperaban, el general Valero recibió una llamada del general Oscar González Beltrán, jefe del Estado Mayor del Ejército, para informarle que el general Fidel Pacheco García, jefe del Comando Unificado de las Fuerzas Armadas, lo había llamado por teléfono para manifestarle su extrañeza ante la inasistencia del general Valero a una reunión de los directores de Inteligencia de las distintas Fuerzas, pautada previamente. El general Valero Rivas le explicó que no había asistido ante la urgente necesidad de hablar con el comandante general. Sin embargo, el general González Beltrán le ordenó asistir a la reunión. De todas maneras, al llegar al Comando Unificado, dicha reunión ya había concluido. El general Delgado Gainza fue recibido por el general Rangel a las 3:00 pm, en compañía del capitán Gimón Álvarez, quien ratificó la información aportada al general Delgado. El general Rangel llamó a su presencia al coronel Raúl Salazar, su director de Secretaría, ordenándole interrogar al mencionado capitán.
El coronel Salazar lo hizo, tomando la precaución de grabar su declaración, en la cual señaló que sus contactos eran los capitanes Ronald Blanco La Cruz y Antonio Rafael Rojas Suárez. El general Valero regresó al Comando General del Ejército a las 4:30 pm. El general Rangel, acompañado de los generales Oswaldo Sujú Raffo y Oscar González Beltrán, inspector general y jefe del Estado Mayor, lo recibió de inmediato. Sin más preámbulo, se refirió a la novedad transmitida por el general Delgado. Su respuesta fue lacónica: “General Valero, esa información es vieja”. A pesar de la respuesta, el general Valero, sorprendido, insistió en remitir, a todas las unidades del Ejército, el radiograma de alerta, que ya tenía listo. De manera inexplicable, esta recomendación no fue aceptada. El contenido del radiograma era el siguiente: “Cumpliendo instrucciones del ciudadano general de división comandante general del Ejército, le informo debe tomar medidas urgentes de seguridad en su unidad ante posibles reuniones clandestinas de oficiales para realizar acciones esta noche que atentarán en contra de la seguridad del señor presidente de la República. Se estiman eventos para impedir el regreso al país del primer magistrado”.
Después de rechazar el envío del radiograma, el general Rangel tomó el teléfono. El general Valero escuchó una conversación con una persona quien, según su apreciación, pudo haber sido el vicealmirante Elías Daniels, inspector general de las Fuerzas Armadas. A esa persona, el general Rangel le transmitió la información del posible atentado al presidente de la República. Acto seguido, ordenó tomar las siguientes medidas: reforzar las alcabalas de Fuerte Tiuna, alertar y acuartelar a la Tercera División de Infantería, responsable de la seguridad del Distrito Federal y del estado Miranda, y ordenar al Ronda Mayor visitar, durante la noche, las unidades de Fuerte Tiuna, reforzar el servicio nocturno con tres capitanes y cerrar las puertas del Comando General del Ejército. Sin lugar a dudas, esas medidas no eran suficientes ante la gravedad de la novedad recibida. Esta información no la conocimos ni el presidente Pérez ni yo, ni siquiera, después de haber sido controlada la situación. La obtuve al realizar la investigación y leer el informe del general Reinaldo Valero Rivas, así como la entrevista concedida al diario El Nacional por el general Raúl Salazar, el 31 de marzo de 2006, para escribir mi libro Así se rindió Chávez, relacionado con esos hechos.