OPINIÓN

En alas de la mentira

por Julio Moreno López Julio Moreno López

Miente, miente, miente que algo quedará.  Cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá”. (Joseph Goebbels).

Hay frases que, de por sí, producen pudor nada más leerlas o nada más escucharlas. La palabra es un arma poderosa. Tan pronto puede ser fuente de sanación y paz como un cuchillo que te apuñala el corazón y el alma, si esto último fuera posible. Además, influida por el contexto y por el interlocutor, puede ser algo devastador, que te deje reducido a cenizas, con pocas esperanzas de, como el ave Fénix, resucitar de entre estas.

Esta frase de Joseph Goebbels, puesta en su contexto, es una de ellas, sobre todo si pensamos que fue pronunciada desde su cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, cargo que desempeñó entre los años 1933 y 1945, concretamente hasta el 1º de mayo de 1945, día en que, tras acabar con la vida de sus seis hijos mientras dormían, se suicidó junto a su esposa.

No pretendo, en estas líneas, equiparar a Joseph Goebbels con nuestro presidente, Pedro Sánchez, quiero que esto se entienda bien y desde el principio. Goebbels fue un sádico asesino, ideólogo de una locura que produjo un holocausto que manchará para siempre la historia del ser humano, mientas que Sánchez es un pésimo político que no ha sabido y no ha podido gobernar España por su ineptitud y por el terrible peso de sus pactos inauditos para obtener el poder y, posteriormente, para mantenerse en él; Pero si es cierto que, situando ambas trayectorias en distintos niveles, faltaría más, sí existe cierta analogía en algunos desarrollos.

Dudo mucho que Pedro Sánchez haya leído el Mein Kampf, cuya traducción es Mi lucha. Yo tampoco lo he hecho, pues aunque me gusta profundizar en la mente del adversario por todos los medios a mi alcance, no considero a Hitler un adversario, sino un enemigo, un loco. No obstante, si nos paramos a analizarlo, el libro de Pedro Sánchez , en el que relata también su andadura en la política se titula Manual de resistencia. Y ¿qué es la resistencia si no una lucha? Mi resistencia, mi lucha. Primera analogía.

Volviendo a Goebbels, este comenzó su carrera política en el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP) que más tarde lideraría Hitler. No conviene olvidar que, aunque en este país, España, ciertos medios de comunicación y esferas de poder se han empeñado en relacionar al partido Nazi con la extrema derecha, nada más lejos de la realidad. El nazismo nace de una ideología socialista, derivada a un enfrentamiento de clases que, posteriormente llevaría a un grave enfrentamiento social que terminaría con un antisemitismo, por motivos, como ya he dicho, sociales y económicos que acabó de la peor de las formas, con la búsqueda del exterminio judío como presunta solución a los problemas sociales y económicos, insisto, que atravesaba Alemania. Segunda analogía.

Coincidentemente con Sánchez, Hitler era muy consciente de que su poder se encontraba sostenido por el pueblo; al menos, por una gran parte del pueblo que aceptaba sus preceptos. No hay que olvidar que los comienzos en política del Cabo Adolf Hitler fueron como agitador de taberna; una figura, promovida por su partido, que se encargaba de crear polémica en las tabernas y lugares públicos para promover la discusión y la tertulia y poder mediatizar a sus interlocutores con su gran capacidad para la demagogia. Tercera analogía.

El poder de convencimiento de Adolf Hitler, principalmente, se basó en proporcionarle a un pueblo descontento un enemigo hacia el que dirigir su ira, un culpable de la situación al que había que exterminar. Desgraciada y obviamente, para Hitler el enemigo fue el pueblo judío, ya que era un blanco fácil de señalar por encontrarse en los estratos más altos del tejido productivo y comercial en aquella Alemania de la primera mitad del siglo XX. Por lo tanto, fueron señalados como culpables de la precaria situación económica del pueblo llano, que si bien trabajaba, en muchos casos, para judíos, no es menos cierto que lo hacía gracias a ellos. El señalamiento del empresariado como explotador del trabajador, levantó las iras de la clase media y baja, allanando así el camino a los preceptos antisemitas de Hitler y Goebbels. La demonización del empresariado. Cuarta analogía.

Finalmente, atendiendo a la sentencia de Goebbels que encabeza estas líneas, la mentira, una vez se le otorga posición de verdad universal, más aún desde los círculos de poder, se convierte en un prisma deformante de la realidad, que como todos los prismas, puedes mover a tu antojo, provocando distintos efectos según desde donde haces incidir la luz que lo atraviesa. Pedro Sánchez es un maestro de la mentira. Y si bien la mentira es un arma, casi lícita, del político, la ha llevado a otros niveles, a otros estados e incluso a otra dimensión. Quizá Sánchez es consciente de que, como sostenía Jorge Bucay,nadie tiene más posibilidades de caer en el engaño que aquel para quien la mentira se ajusta a sus deseos”. Esto, si lo analizamos bien, es un precepto autoaplicable; quizá Pedro Sánchez sea el primero en creerse sus propias mentiras, ya que además, como el propio Goebbels, padece de un problema de narcisismo exacerbado.  Quinta y sexta analogía.

Para finalizar, si me permiten la frivolidad y entendiendo la metáfora, Goebbels, ante el final inevitable, se quitó la vida. Pedro Sánchez, en este caso desde mi estricto punto de vista, también se ha suicidado políticamente hablando, por fortuna, tras la debacle del 28 de mayo, convocando unas elecciones generales en el peor momento de su popularidad y su credibilidad políticas. Séptima analogía.

Así pues, al pan, pan y al vino, vino. A su criterio dejo la conclusión, no sin antes volver a recalcar que nada más lejos de mi intención que pretender equiparar al gobierno de Sánchez con el nazismo. Los nazis fueron unos asesinos despreciables, una mancha para la humanidad, mientras que el gobierno de Sánchez, simplemente, ha sido incapaz, necio y mentiroso; son cosas muy diferentes.

Tan incapaces y necios que no han sabido, tan siquiera, mentir con verosimilitud.

Más vale una mentira que no puede ser desmentida que una verdad inverosímil”. (Joseph Goebbels).

@elvillano1970