“Deseos no empreñan”, reza el dicho popular. La vuelta de nuestros niños y jóvenes a las aulas es un deseo, pero del dicho al hecho, el trecho es largo.
Cuando Nicolás Maduro anunció el regreso a clases por primera vez, mis alarmas se encendieron: ¿cómo se iba a organizar ese regreso a clases en medio de una pandemia que justo en estos momentos hace crisis por segunda vez? ¿Quién lo iba a organizar, el Minpopo de Educación? ¿Con qué recurso humano, acaso los miembros de la chamba juvenil? No es lo mismo una vuelta a clases en situación normal, (que, de paso, en Venezuela no hay nada “normal” desde hace años) que bajo una pandemia. Mucho menos visto lo atroz que ha sido el manejo de la covid-19 por parte del régimen. Si el regreso a clases va a ser la décima parte de lo que ha sido el proceso de vacunación, hay sobradas razones para no enviar los muchachos.
Las infraestructuras y las dotaciones de muchas escuelas están por el suelo. No hay agua. ¿Cómo van a lavarse las manos? ¿Dónde van a hacer sus necesidades? No hay pupitres. ¿Dónde van a sentarse? ¿Quién va a controlar el distanciamiento social y el uso estricto de las mascarillas? ¡Eso requiere de un control estricto, no de soluciones improvisadas, tomadas sobre la marcha!
El Magisterio venezolano, apenas hace una semana, reportaba solo 12% de vacunación. ¿A quién le creemos, a ellos, o a Delcy Rodríguez, la maga de las cifras, que asegura que más del 80% lo está? Yo le creo a los maestros.
Llevamos año y medio encerrados… Para mí, a mis 63 años, equivale a 2,38% de mi vida. Para un niño de 5 años, es la tercera parte de su vida, el equivalente a que yo llevara encerrada 21 años ¡y eso es un horror! Los niños necesitan ir a la escuela. Allí aprenden y socializan. Allí pueden salvarse de vivir en un ambiente de violencia y abusos. ¿Cómo hacer entonces para que regresen a clases?
La respuesta me la dio la doctora Lila Vega Scott, miembro de la red de Madres, Padres y Representantes: la vuelta a la escuela no puede ser “con bombos y platillos”, como aseguró Maduro la segunda vez que anunció el regreso a clases. Tiene que ser planificada, ordenada, escalonada y no obligatoria.
El día 23 de septiembre, los miembros de la Red enviaron una carta a la ministra de Educación aplaudiendo la decisión de iniciar clases, pero alertando lo difícil que será, no solo por los retos relacionados con la pandemia, sino por la situación de terrible deterioro en que se encuentra nuestro sistema educativo.
En la carta hacen una serie de propuestas y solicitudes en lo relativo al manejo de la pandemia, que están al alcance del Ministerio de Educación, que incluyen:
1– Recibir el apoyo de la Red en el entrenamiento de sus supervisores en lo relativo a la enfermedad y a las cinco medidas básicas de seguridad (uso universal de tapabocas; distancia física; lavado de manos; limpieza de superficies; e identificación de casos y contactos fundamentales en el concepto de múltiples capas de protección.
2- Suspender en lo relativo al sistema educativo el esquema conocido como 7+7. Algunas escuelas, dadas sus características físicas (tamaño de aulas y ventilación), podrán recibir a todos sus alumnos de forma segura (distancia física y burbujas), pero para muchas otras será indispensable dividir las secciones. El resultado sería apenas cuatro o cinco días de asistencia presencial al mes.
3- Permitir que cada Centro Educativo decida cómo organizarse de forma segura, durante todas las semanas del calendario escolar, tomando en cuenta sus recursos y características.
4- Solicitar al Ministerio de Salud que comparta la información tanto de casos confirmados como de consultas por síntomas respiratorios con las escuelas en cada comunidad.
5- Instruir a todas sus escuelas que la vuelta al aula debe ser, además de segura, flexible y voluntaria. Será necesario ajustar horarios e incluso cerrar temporalmente aulas o escuelas y replantear la planificación. Las escuelas deben sentirse libres para hacerlo sin temor a amonestaciones. Desafortunadamente, alrededor del tema de la pandemia hay poca confianza y mucho miedo. Es fundamental que ninguna persona se vea obligada a acudir al aula si cree que no es seguro hacerlo. La buena gestión de la vuelta al aula permitirá que muchos pongan de lado sus temores y decidan incorporarse.
Como bien vemos, el regreso a clases no es un decreto, sino una planificación, que no debe ser obligatoria, sino de acuerdo con las posibilidades de cada plantel. No es lo mismo una escuela en una zona rural del estado Anzoátegui, donde hay un maestro y pocos niños, que bien pudieran tener clases, que una escuela en el barrio José Félix Ribas de Petare donde usualmente hay 40 o más niños por salón…
Espero que la ministra esté a la altura de las circunstancias…
@cjaimesb
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