A pesar de que la OIM señala que solo una pequeña proporción de la población mundial está formada de migrantes internacionales (3,6%), se dan amplias disparidades a nivel de país. En algunos, como los Emiratos Árabes Unidos, más de 88% de la población son migrantes internacionales; la cuota de Venezuela es superior a la media mundial. Emigrar sigue siendo una opción para muchos venezolanos. Mientras la crisis continúe, lamentablemente este es un recurso al que muchos compatriotas recurrirán.
Ya son 20 años de un goteo emigratorio permanente. Cada crisis mayor durante estos años empuja una oleada. La quinta, por ejemplo, se inició con el golpe psicológico que representó el apagón a escala nacional. La oscurana se llevó a miles de venezolanos. Fue un fuerte impacto para la psique de la mayoría. Muchos se decidieron entonces, al igual que el surfista que espera su ola. Esta realidad que vivimos gran parte del país, y que padecen muchas ciudades del interior desde hace tiempo, abre las compuertas para que muchos tomen la decisión final de sus vidas: irse del país o migrar a Caracas, ciudad con menor frecuencia de apagones. Real o provocada, la crisis eléctrica seguirá siendo un dilema. Un país, pensarán desde las salas situacionales, con casi 7 millones menos de bocas es un alivio. Sería igual para un padre empobrecido y desempleado que debe alimentar a 7 hijos.
Las razones objetivas que empujan a las personas a tomar esa decisión varían. Hemos escrito otras veces en el sentido de que, por ejemplo, lo que hace que los sirios, los centroamericanos o los venezolanos decidan irse de sus países tiene como rasgos comunes variables como crisis, ingobernabilidad, miedo o deterioro económico. Lo que hace tomar la decisión final varía de acuerdo con cada realidad y con situaciones puntuales que afectan, asustan o hacen rendirse a quienes han soportado las dificultades de la vida cotidiana desde hace algún tiempo. Una pregunta que nos hacemos es cuál es la relación entre emigración y debilitamiento de la lucha democrática. Cuando la mayoría de los jóvenes se van, la movilización de masas pierde un ímpetu importante. Entonces, sí podríamos afirmar que parte del freno hacia un cambio político está relacionado con que muchos de los venezolanos que se han ido eran opositores y eventualmente agentes de cambio.
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