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Embajadores de la resistencia

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Los embajadores designados por el gobierno legítimo del presidente Juan Guaidó llevan a Venezuela en el corazón y representan las ansias de libertad de todo un pueblo.

Mujeres y hombres excepcionales que ponen lo que tienen -y lo que no- en una lucha sin igual. Algunos vienen de la academia, otros de la empresa privada, unos pocos vienen de formar parte de estructuras políticas y en lugar de retirarse ante la persecución, decidieron asumir la trinchera del trabajo diplomático.

No estamos hablando aquí de diplomacia convencional. Olvidemos las lujosas cenas y cocteles, casas de lujo, de vehículos y conductores. Por no hablar de los gastos de representación y salarios comparables a los de sus homólogos.

Nos referimos a venezolanos que ya estando fuera de su país acudieron al llamado de la patria. A pesar de que las representaciones diplomáticas designadas por el presidente Guaidó y aprobadas por la Asamblea Nacional se crearon luego de negociaciones que atendieron a “cuotas políticas”, la gran mayoría del cuerpo diplomático legítimo no milita en ningún partido. Incluso, hay casos de embajadores que fueron contactados vía redes sociales por el solo hecho de contar con tres requisitos: credenciales académicas y profesionales, estar en el país de la misión (o en alguno cercano y con disponibilidad de trasladarse al de su misión) y tener las ganas de aportar su granito de arena a la causa de la liberación de Venezuela.

Piensen en que algunos embajadores no viven en su países de misión, pero con sus ahorros, el producto de su trabajo o el aporte de familiares y amigos viajan al lugar donde fueron designados y se alojan en casas de amigos o conocidos por unos días para poder transmitir el dolor de millones de venezolanos a los distintos países, así como nuestras ansias de cambio.

Imaginemos por un momento lo que significa que entre las labores domésticas típicas de un emigrante y el trabajo que les da para mantener a sus familias -la que está con ellos como la que aún tienen en Venezuela- encuentran tiempo para agendar reuniones con gobiernos de los diferentes países, enviar correspondencias, atender llamadas, producir informes y leer documentos.

El régimen de Maduro y sus acólitos dicen que son “embajadores de un gobierno de fantasía” de una “República aérea”. Por otro lado, hay quienes los critican por considerar que no están haciendo lo que consideran debe ser su trabajo.

La mayoría de las veces, sin la capacidad de respuesta requerida para estas representaciones, atienden innumerables llamadas de compatriotas migrantes y se convierten al menos en esa voz amiga, un acento reconocible, un hombro en donde llorar, alguien a quien pedir referencias de que hacer en un país al que se llegó producto del hartazgo y no pocas veces de la desesperanza.

Y es que no es un trabajo lo que hacen. Es una causa que asumen sin el mínimo de recursos ni logística. Están trabajando día a día por una causa que une a todos los venezolanos: la libertad.

Yo como venezolano me siento muy orgulloso de ellos. De su gesta, de las cosas que, por la posición que hoy ocupo, conozco que han hecho y hacen. De su entrega y dedicación.

Solo unos pocos de ellos tienen el reconocimiento pleno de estatus diplomático que según la Convención de Viena deberían tener. Pero para mí son embajadores de la dignidad. Esa que se resiste al oprobio y al crimen transnacional organizado hecho poder político, con los peligros que para ellos y sus familias esto implica.

Son activistas. Son embajadores de la resistencia y le dan brillo al gentilicio venezolano en donde quiera que estén.

A ellos mi reconocimiento y agradecimiento.

 

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