Sofia Coppola es una rara avis en el cine contemporáneo. No se le puede negar pedigree. Es la única hija de Francis para quien ha sido actriz dos veces: una involuntaria como bebe en “El padrino” (1971) y otra , muy desafortunada, como hija de Michael Corleone treinta años después en “El padrino III” (1990). Como directora su carrera ha sido mas promisoria. Comenzó con la adaptación de una novela de Jeffrey Eugenides, “Las vírgenes suicidas”, una reflexión sobre la adolescencia en los suburbios de Detroit en 1975 que llamo la atención. Mas suerte tuvo en 2003 “ Lost in translation” presentada en español como “Perdidos en Tokyo”, un filme melancólico y extraño, en el cual pasaba muy poco en términos de acciones pero cuyo libreto (por el cual gano un Oscar) y dirección aludían a conflictos mayores que tenían que ver con la edad del protagonista (un excelente Bill Murray) y la búsqueda de identidad de su desconocida y ocasional amiga (Scarlett Johannson). Lo esencial y la ironía de todo el asunto es que ese núcleo desconocido era lo que según el titulo, se perdia en la traducción. “Maria Antonieta” tres años después era una rareza, una indagación en lo que pudo ser la vida de Maria Antonieta, y un rescate a su manera de una figura desdenada como frívola e irresponsable por la Historia con mayúsculas. Los dramas existenciales poblaban “Somewhere” en 2010, un filme sobre un actor en crisis que paso sin pena ni gloria aunque no estaba exento de interés, como “The Bling ring” sobre el caso real de una banda de adolescentes ladrones.
En toda esta filmografía hay algunos rasgos recurrentes. El primero es el interés de Coppola por los dramas existenciales, ocultos por el diario trajinar y para los cuales la vida contemporánea con sus exigencias y sus presiones sirve como telón de fondo. El segundo es la particular atención que la directora y libretista le presta a los personajes femeninos, buscando en esa femineidad las claves existenciales de su cine. Pueden ser las vírgenes suicidas de su primer filme o la desafortunada Maria Antonieta o la bella recién casada de Tokyo. Todas entran en esa indagación que Coppola propone y que se muestra mas eficaz en el mundo femenino. Debiera agregarse en esta vena, otro filme extraño, llamado “The Beguiled”, de 2017, (remake de un filme de 1971 con Clint Eastwood y el muscular Don Siegel alejados por un momento del género de acción que tantas satisfacciones le había dado). En español se titulo, El seductor y narraba la trama de engaños y telarañas con las cuales un desertor herido es adoptado por las niñas y la directora de una escuela en plena guerra civil. Inmejorable homenaje al mundo femenino.
El segundo rasgo recurrente es el estilo de Coppola. Hay un termino en ingles, “offbeat”. Literalmente su origen es musical y remite a tocar fuera de ritmo y tiempo. En el cine y el teatro alude a actuar o dirigir fuera de lo convencional, de lo esperable, obviando los esperables momentos de énfasis camuflándolos tras silencios, frases no dichas o comentarios laterales que esconden lo obvio. Ese era el triunfo de la excelente “Lost in translation” que llevaba ese recurso al paroxismo.
Llegamos así a Priscilla, un biopic de la muy nombrada Priscilla Presley, nacida como Priscilla Beaulieu, a quien el cantante conoció en Alemania en 1959 durante su servicio militar y con quien compartió su vida hasta 1973 (heredando luego sus negocios o lo que quedaba de ellos). La anomalía que sirve de punto de partida es la edad de la protagonista, hoy casi octogenaria, pero de catorce años para la fecha en que conoce al ídolo diez años mayor que ella. Es difícil entender cómo sus padres, el militar conservador, la dejan, aun siendo menor, irse de vacaciones a Memphis sola luego de una inicial y férrea resistencia. Probablemente porque Priscilla, tras su aire débil, disfrutaba de una voluntad militante y una inteligencia que se vería luego de la muerte de Presley en 1977 como mujer de negocios, pero eso no se ve en la película. En el contexto de la anotada filmografía de Coppola la personalidad de Priscilla y el estilo del filme encuentran su lugar. Menos clara está su verdadera personalidad, tras esa figura anodina, claramente arrollada por su novio, luego esposo, la troupe que lo acompaña y el mundo loco del espectáculo en los muy locos 60. Sin contar la droga y las infidelidades. Por momentos la película parece evitar el tema central, que pasa por la pedofilia y es un delito. Más flagrantemente el estilo “offbeat” ya señalado sirve aquí no para revelar o insinuar temas escabrosos, o meramente privados, como exitosamente lo hacia en otros filmes, sino para evadir y ocultar. El resultado es el tedio, apenas matizado por una buena actuación de la protagonista. Una decepción.
Priscilla. EE UU, 2023. Directora Sofia Coppola. Con Caillee Spaeny, Jacob Elordi , Ari Cohen