No me es fácil escribir esta columna toda vez que regularmente escribo sobre procesos e ideas, pero rara vez lo hago sobre personas, y cuando lo he hecho, es más bien sobre actores políticos. Además, tengo una relación más bien distante con los billonarios activistas. Respeto la decisión de usar el dinero adquirido legítimamente en la forma como lo deseen, incluso para satisfacer el ego, pero me asusta esa arrogancia en tratar de imponerle sus ideas al resto del mundo.
Me parece malsano para la democracia el uso de grandes cantidades de dinero para agendas personales, ya que se transforma en una búsqueda peligrosa de poder, posibilitada por una chequera personal. Mas aun, son una novedad, ya que en el pasado los monopolistas solo defendían sus intereses, mientras que estos billonarios quieren además imponer su particular visión a la humanidad.
Entiendo que los oligarcas rusos o ucranianos puedan causar temor a muchas personas, porque a mí me dieron miedo aquellos que utilizaron su poder para censurar opiniones que no les gustaban, con algo tan peligroso como una verdad oficial en temas tan cambiantes como los relacionados con un virus nuevo como lo era el covid-19. A veces me daba la impresión de que las negociaciones de algunos con los jerarcas chinos los llevaron a tratar de imitarlos en el Occidente, lo que fue ratificado cuando censuraron nada menos que al presidente de Estados Unidos, lo que nunca había pasado, por poco agradable que les fuera el personaje.
Había oído hablar de Elon Musk, pero realmente comencé a interesarme cuando ofreció comprar Twitter, pues yo soy usuario de la red. Sé que es dueño de muchas otras empresas, que fue recientemente desplazado del sitial del más rico del mundo, y no tengo idea ni me interesa si va a ganar o perder plata con Twitter, ya que encuentro de mal gusto meterme en los bolsillos ajemos.
Sé que ha sido investigado y lo está siendo ahora por esta y otras inversiones, sin ser condenado o sancionado. También he leído su opinión sobre la paz para Ucrania-Rusia, demostrando una gran ingenuidad, por decir lo menos.
El verdadero interés surgió el día que leí que lo hacía por la defensa de la libertad de expresión, algo que lo separaba y mucho de sus colegas (y competidores) en riqueza. Aplaudí que lo hiciera en nombre de esa libertad, algo de la mayor importancia para mí, dado que esa herencia de la Ilustración es un elemento clave en los dos pilares a través de los cuales oriento mi vida, la defensa y promoción de la democracia y de los derechos humanos.
En efecto, en su versión moderna ambos son tributarios de la Ilustración, y así como la Revolución Cultural china del siglo pasado, fue un gran intento de borrar la influencia confuciana, en lo que ahora ocurre en Occidente, veo que hay una fuerte intención de borrar la herencia de la Ilustración, partiendo por este ataque sistemático a la libertad de expresión, incluyendo la cultura de la cancelación junto a la superioridad moral y el rechazo al que piensa distinto como un igual en el debate democrático. Cual tributo a Orwell, se crea un nuevo lenguaje y hasta una especie de ministerio de la verdad.
Lo de Twitter me atrajo, pues creo que nunca se debió haber caído en la censura selectiva, además de que no lo hicieron ni con dictadores ni con terroristas. Por lo demás, no hay que olvidar que tiene privilegios que no tienen otros, sobre la base del supuesto de respeto irrestricto a esa libertad. Recordemos que esta empresa igual que otras grandes tecnológicas cuentan con privilegios que recogen esa época optimista de fines del siglo XX, cuando se pensó que Internet era la nueva ágora, la plaza pública de los griegos clásicos, y que a través de la sección 230 de la Ley de Comunicaciones de Estados Unidos les permite eludir -a diferencia de tecnologías más antiguas como radio y TV- ser responsables por los contenidos y ser llevados a tribunales.
Cambiar esta situación solo depende de los políticos de Estados Unidos, de ninguna otra parte, por lo que es útil preguntarse si este fue el motivo que los condujo a tomar partido en la última elección presidencial, aunque no es menos cierto, que al ser algunos de ellos monopolios perfectos se pueden meter en una máquina de moler carne con los políticos, ya que Estados Unidos fue el país que en el pasado intervino y dividió nada menos que a las petroleras primero, y después a las telefónicas, en el siglo XX.
También ayuda que sus servidores más importantes estén en Estados Unidos (California dixit en algunos casos); en la práctica, lejos del alcance de otros países, por ejemplo, de sentencias que así no pueden obligarlas a nada, incluyendo de Cortes Supremas de otros países. Recuerdo haber leído fallos de Francia y Brasil contra Google, como debe haber muchos otros, donde igualmente nada ocurrió.
Lo divulgado, desde que Musk se hizo cargo de Twitter, sirve también para apreciar los niveles de ignorancia de muchos de los censores, que recuerdan y a veces hasta igualan o superan a los de la censura franquista, por mencionar uno sobre el cual algo he estudiado. Al respecto, acepto que puede haber cobro de cuentas en este punto, y que la difusión puede ser interesada y selectiva. Sin embargo, hay otro elemento donde siento también simpatía por Musk, y tiene que ver con la hipocresía de mucha de la crítica que recibe.
Hipocresía que obtuvo un nivel superlativo cuando la ONU, si nada menos que la desacreditada ONU, advierte a Elon Musk sobre libertad de expresión, la misma institución que tiene en su Consejo de Derechos Humanos a algunos de los más insignes violadores de esos derechos y de esa y otras libertades. Y no es chiste.
Tuve la sensación de que hablaba en serio cuando entregó información acerca de cómo Twitter organizó la censura, acompañando correos y memos internos, a pesar del obvio perjuicio, en, por ejemplo, el impacto y huida de avisadores.
Además, me pregunto: ¿será verdad que en Estados Unidos hubo coordinación con otras empresas y nada menos que con el FBI, tal como ha sido denunciado? No lo sé, pero corresponde averiguarlo. Incluso puedo aceptar que hayan existido políticas de la empresa que hoy se consideran inaceptables, pero jamás que se haya ocultado de los usuarios.
Estoy muy lejos de adherir a teorías conspirativas de ninguna naturaleza, y aunque estas noticias circularon en algunos sectores políticos, hoy existen estos antecedentes como para preguntarse sobre los efectos en una democracia y en el propio concepto de república, sobre todo, por tratarse de Estados Unidos, aunque ahora se abren interrogantes también para otros países.
La verdad es que no me gusta lo que aparece, por su efecto en la democracia, a la que concibo como el mejor sistema conocido para conducir a las sociedades y resolver los conflictos en forma pacífica. No me gusta este maridaje con partidos políticos, ni en occidente como tampoco con el partido comunista chino.
Además, varias de estas grandes tecnológicas son empresas que practican la hipocresía en este y también en otro sentido, ya que son críticos frecuentes de países impecablemente democráticos, pero tienen un silencio absoluto sobre lo que ocurre en China, hipocresía que también se hace presente en su actitud hacia regímenes musulmanes. Y no solo empresas tecnológicas, sino también y en forma destacada, Hollywood y la NBA, la liga del mejor basquetbol.
Quizás Musk está acostumbrado a las luchas al interior de grandes empresas, que por lo que en general se sabe, son fuertes y sin cuartel, con adversarios duchos y duros, pero la verdad es que ahora entra en un escenario que se supone desconocido para él, como lo es el mundo político donde hay verdaderos profesionales en este tipo de conflicto.
Algo de esta medicina ya debe estar tomando, toda vez que es llamativo el doble estándar con el que algunos lideres políticos han recibido lo que ha hecho en Twitter en comparación al silencio que estuvo presente cuando hubo censura selectiva. Lo más preocupante, es que, al parecer, esa actitud estuvo también presente en algunos medios de comunicación, lo que lleva a preguntarse por lo que está pasando en el Estados Unidos polarizado, y que ocurrió con la primera enmienda que tanto los enorgullecía.
Quizás Elon Musk se aburra, o que Twitter se transforme en una plataforma distinta, pero considerando la hipocresía y el doble estándar que le ha atacado, hoy deseo que se investigue lo denunciado, y que ojalá tenga éxito en hacer de Twitter algo mejor de lo que era al comprarlo.
Entre lo malo que puede pasar, puede ocurrir que todo se plantee en términos de a favor o en contra de la libertad de expresión. La libertad de expresión no debiera ser un arma para arrojar a un rival ni un tema de división, ya que no se debe permitir que la primera víctima sean los matices, las distinciones finas, tan o más importantes que la verdad como emblema, tal como lo recuerda la pregunta sin respuesta del juicio de Poncio Pilatos a Jesús, acerca de que era la verdad.
Desde que asumió el control, han existido decisiones personales de Musk y de la empresa que no me han gustado y las rechazo, como, por ejemplo, el bloqueo de la cuenta que rastreaba su avión personal, pero le creo la promesa de respetar la libertad de expresión.
Si se mejora lo que existe, eso ya sería un avance para los tiempos que vivimos. Quizás también podría ayudar al retroceso de la hipocresía y el doble estándar.
Artículo publicado por el Instituto Interamericano para la Democracia