Desde luego que todos los venezolanos querríamos que las sanciones impuestas a Venezuela queden sin efecto. Ahora bien, lo lógico es que esto ocurra una vez cesen las causas que las produjeron. Evidentemente que estas acciones extremas son un mecanismo de presión tan fuerte que han llegado a diversos foros internacionales con un lloriqueo permanente del régimen, bien sea en México, en Colombia o en Bruselas. Resultan de interés primordial, al punto de que recurrentemente, desde la gestión de Michelle Bachelet, se mencionan en los informes de los derechos humanos de la ONU o de la OIT.
Las sanciones son la excusa perfecta que usa el régimen como comodín para justificar otras atrocidades que comete a diario contra los trabajadores o con la desatención permanente de la salud. Elementos que, mucho antes de la aplicación de estos mecanismos de presión, ya venía elaborando el régimen suficientemente con el abandono en la dotación, remodelación o las indispensables atenciones al personal de salud, así como también con la imposición de convenciones colectivas indiscutidas con los actores indispensables, es decir: impuestas. Abandonar a la ciudadanía a su suerte en la salud y la vida, tanto como a los trabajadores en cuanto a sus necesidades más elementales, son también ataques frontales a los derechos humanos.
Esto no significa que el régimen carezca de maneras de obtener dinero mal o bien habido. Del Arco Minero no rinde cuentas, como no rinde cuentas de nada. Ha incrementado desmesuradamente la voracidad fiscal. La producción petrolera, a pesar de los regalitos a Cuba, ahora menos frecuentes, y la deuda con China pagadera en barriles, ha aumentado, aunque muy ligeramente. Esto por no hablar del dinero peor habido del narcotráfico propio o ajeno que algo les deja, o el verdadero elemento que acaba con las finanzas públicas: la corrupción. No en balde seguimos en el podio de los países del mundo con la percepción de corrupción más alta, lidiando por alcanzar, como en la inflación, el primer lugar. Hay que proponerle tanto a la ONU como a la OIT que indiquen el factor corrupción en sus informes, indudablemente.
Pero se ve que la manipulación en torno a las sanciones, que mucho efecto económico le causan al régimen sin movernos a engaño, le sirve de excusa perfecta para su proyecto final que es la dominación de la ciudadanía, la sujeción de los individuos por hambre, necesidad, precariedad. Los hospitales siguen abandonados. Los trasplantes detenidos, el hospital de niños sin verdadera labor completa de socorro a los dolientes. En términos laborales el salario mínimo estancado en un increíble monto, por debajo de cinco dólares, la inflación en aumento, en dólares y bolívares. Los sueldos reducidos por medio del Instructivo Onapre, en lugar de ser ajustados, con todas las consecuencias en la protección social del trabajador y su familia. La más plena explotación laboral. Servidumbre de esclavos.
En fin, las causas que produjeron las sanciones siguen estando allí profundizadas diariamente. El régimen no avanza con la contención a la violación de los derechos humanos, sigue deteniendo dirigentes sindicales, sigue violando derechos de los presos políticos, ya lo vimos con la vuelta a comenzar juicios que tenían que terminar, cambiando jueces, tanto así que la Corte Penal Internacional decidió la continuación de las investigaciones, basada en las pruebas presentadas por el fiscal. Y los derechos políticos ni hablar. Recientemente un alto funcionario estadounidense explicaba la casi imposibilidad de que en Venezuela tengamos elecciones libres y verificables. ¿Cuál fue la respuesta a la Unión Europea? No vendrán a observar elecciones. Mucho que tratar de esconder al respecto tiene el régimen. Inhabilitaciones, partidos tomados, registro electoral paralizado, medios doblegados. Esas son las causas de las sanciones: violaciones sistemáticas de los derechos humanos más la imposibilidad de elecciones libres. ¿Ya eso cambió? ¿Quitarán las sanciones?