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Elecciones y administraciones públicas

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El resultado de las elecciones norteamericanas, que supone la vuelta a la presidencia de Trump, genera preocupación en Europa e introduce nervios en todos los países democráticos, que cada vez recuerdan con mayor frecuencia la República de Weimar. Buena parte del discurso en campaña del nuevo presidente se basa en ideas contrarias a la normalidad democrática, incluso de las ideas tradicionales del Partido Republicano al que pertenece, no se sabe por cuanto tiempo, antes de transformarse completamente en el MAGA (Make America Great Again). La victoria ha sido completa, por cuanto obtiene mayoría en el Senado y la Cámara de Representantes. En esta ocasión, el sistema basado en checks and balances (pesos y contrapesos) puede sufrir una quiebra importante pues el poder del nuevo presidente va a ser casi total.

La incorporación de determinadas personas a su equipo según se anuncia, incide aún más en este aspecto, especialmente cuando se da por seguro que un multimillonario va a encargarse de reducir drásticamente el número de empleados que prestan los servicios públicos. Clama y declara el deseo confesado de reducir el Estado.

De alguna manera consuela que las administraciones públicas asciendan a la primera línea de las promesas electorales. Preocupa, no obstante, el anhelo de reducirlas drásticamente.

Buena parte del discurso de Trump tiene que ver con afirmaciones de brocha gorda contra el sistema, que calan en la población, preocupada porque su situación no mejora a pesar de las farragosas justificaciones de los poderes públicos. Esta es una de las explicaciones de la derrota electoral de Harris en Estados Unidos.

El trabajo de los políticos está relacionado con su capacidad de comunicación sobre los problemas que preocupan a los ciudadanos. Es uno de los aspectos esenciales que explican su éxito o fracaso en el sistema democrático. El partido demócrata ha hecho hincapié en el respeto a las minorías, Pero es cierto que el discurso de las élites sobre la diversidad cultural puede ser hiriente para quienes conviven habitualmente con esa diversidad en sus aspectos menos idílicos. (Innerarity, 2024)

La victoria de Trump, autoproclamado «absolutista de la libertad de expresión’»(The Guardian) pone de manifiesto también, que los mensajes tradicionales del partido demócrata, de reforzamiento de la democracia y condena de los comportamientos delictivos como los de Trump, no han calado en el electorado. Igualmente, que el feminismo militante está muy lejos de estar extendido universalmente, pues la elección la gana un macho paradigmático, que alardea de ello y ha sido condenado por comportamientos de este tenor.

En resumen, Estados Unidos podría estar a punto de convertirse en un lugar muy sombrío. (Krugman, 2024).

Trump ha afirmado que se debe desmantelar la burocracia gubernamental, eliminar las regulaciones excesivas, recortar los gastos innecesarios y reestructurar las agencias federales. Ha prometido crear DOGE, un departamento que tiene curiosamente el mismo nombre que una criptomoneda, dirigido por Musk.

Teniendo en cuenta los intereses económicos de Musk con las Agencias Federales, que deben autorizar habitualmente sus experiencias con satélites y viajes al espacio, este nombramiento pueda parecerse a la vieja fábula de poner al zorro a cuidar de las gallinas.

Esta preocupación de los políticos norteamericanos por el funcionamiento de las administraciones públicas tiene una larga historia, como también la tiene la de aquellos que han culpado de los males de su país al funcionamiento de las administraciones.

La última tuvo como protagonista a Al Gore, que venció a Bush en votos de los ciudadanos, aunque no en votos electorales, por lo que no pudo acceder a la presidencia. Gore, adalid también del cambio climático especialmente por su libro Una Verdad incómoda, lideró el movimiento de la Reinvención del Gobierno, cuyo objetivo era reducir el gasto federal, suprimir estructuras innecesarias y lograr que la burocracia funcionara mejor. Se lograron mejoras, aunque como suele ocurrir en todos los países, las administraciones posteriores retrocedieron en algunos de los aspectos de mejor funcionamiento que se habían logrado.

En los propósitos de Trump y Musk parece que va a ayudar Vivek Ramaswamy, partidario de despidos masivos de funcionarios y de recortes drásticos del gasto público. En alguna ocasión ha llegado a hablar de prescindir de 75% de los empleados públicos.

Parece pues que la intención es una reducción drástica del Estado, sustituyéndolo por empresas privadas o simplemente eliminando servicios indispensables para los ciudadanos más necesitados. En esta época donde los servicios públicos son más necesarios, como acaba de demostrar la Dana, ocurrida en Valencia, entrar con el bisturí en las administraciones públicas puede generar más derrotas que victorias.

Como se ha afirmado recientemente, esta anunciada política puede montar una purga de la burocracia estadounidense y reemplazarla con sus propios leales. Pero si comienza a purgar la burocracia estadounidense, terminará volando a ciegas. (Ignatieff, 2024).

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