OPINIÓN

Elecciones parlamentarias

por Rafael Rodríguez Mudarra Rafael Rodríguez Mudarra

El régimen que padecemos los venezolanos, huelga decirlo, se encuentra presidido por un civil escogido por el testador Hugo Chávez con la obligación en el desempeño de su “albaceato” de convertir el ejercicio  de la Presidencia  de la República en “nido estratégico”: una vez aventada la representación civil de la administración pública, que en el pasado  era medio idóneo y responsable de las gestiones de los ministerios, departamentos e institutos autónomos que dado la eficiencia demostrada, no tenían por qué pechar con más impuestos a las fuerzas productivas del país, ni proceder a la expropiación de nuestras principales fuerzas productivas, para una vez excluida lo que hemos llamado la “civilidad”, poner en práctica todo el contenido de su estrategia de grupos. Se respetaba entonces el principio de la incompatibilidad de los poderes. Lo que constituyó freno para la no implantación de la usurpación.

Con invocación de la nefasta “revolución bolivariana”: la “arbitrariedad” ha hecho del mandato presidencial el centro fraudulento de una “élite militar” en servicio activo, que ha venido actuando con obediencia servil a las órdenes de  Maduro, llegando incluso a manifestar públicamente su firme disposición a no reconocer gobierno legítimo, surgido de elecciones libres, con triunfo del pueblo que le es manifiestamente adverso.

A esta élite militar, entre los cuales muchos de ellos han sido inculpados en actos de rapiñas, sin investigación, en consideración de no punible, se suman con igual importancia corruptivas grupos familiares, cuales auxiliados por testaferros abusan de su autoridad en los órganos de los poderes públicos, convirtiendo la administración en centro de intimación donde el goteo de “los verdes” llena bolsillos sin límite de escrúpulos. Pero esta revolución déspota por evidencia de pruebas. No solo es cultivo de los que integraron el golpe militar no fraguado contra CAP. Contó con  apoyo notorio de un grupo de “vivos” que bajo el supuesto de “notables” ¡como si nunca  hubieran roto un plato!, con prédica a la antipolítica sirvieron a la causa bolivariana, prestando recursos como trompo servidores de la dictadura que hoy nos permea.

Cómo calificar a este régimen que ha hecho de la dictadura dizque revolucionaria “boliburguesa” un bloque en el que la conducta más elevada no es otra que aquella en la cual la dignidad que nos ha enseñado la historia desciende al nivel de la “farsa” y de la  obscenidad, que envuelve la triquiñuela de convocar a una elección de diputados a la AN  ofertada para el gane de Maduro, quien obteniendo la mayoría se dará en alabanzas al CNE, lo proclamará como el mejor del mundo, a la vez que se perpetuará en el poder.

La certificación para hacer estima de este grupo no puede ser otra que la de un gobierno “totalitario”: aferrado al poder. Al ejercicio fastuoso del mismo por lo que tal afirmación se sustenta  en la que, en 21 años de permanencia impune, Maduro ha desarrollado toda su arbitrariedad  con acopio  sumiso ejercida por centenares de funcionarios del Estado, en especial los cuerpos de seguridad. Ha organizado un sistema militar en servicio activo que encuentra apoyo en el Estado Mayor.

Maduro.  Harto sabido  se tiene en conformidad  a nuestro ordenamiento como  un “usurpador”. Es decir; a partir de la resolución de la AN carecen de legalidad todas sus ejecutorias. Pero no desiste del poder. Durante su desempeño como presidente constitucional nos ha llevado a la bancarrota. Los venezolanos perdimos nuestra condición de ciudadanos para soportar la de “miserable”. Tiene puntuación de aceptación según encuestadores de su entorno próxima a 30%. Centenares de manifestaciones en forma espontánea se producen a diario. El pueblo defraudado ansía un cambio, con prontitud. Se da aquello que aprendimos en la universidad: ¿que no es lo mismo llenar las condiciones para postularse a la presidencia que tener capacidad para ejercerla? Nicolás Maduro, sin dejar de reconocerle su charlatanería, dado su fracaso, nos induce a afirmar que nunca ha sabido como ejercitarse en el difícil ejercicio de la presidencia.

¿Que Maduro se ha convertido en ilegítimo? ¿Que se ha hecho conciencia de su cambio?  ¿Que las manifestaciones espontáneas son patrocinadas por un pueblo sin determinación de clase? ¿que carece de lo más indispensable para sobrevivir? Es innegable. No admite argumento en contrario.

Que Maduro valido de los recursos del Estado se ha convertido en dictador nos fuerza a preguntarnos: ¿por qué  existiendo un pueblo contrario a  la dictadura, los que hacen ejercicios de dirección opositora no han dado un paso al frente que nos haga creíble su comportamiento revolucionaria? Todo lo dicho nos obliga a poner los puntos sobre la realidad. Impone que se opine sobre tal particular. Empezaremos por decir que cada día se incentiva la protesta: el hambre, la carencia de trabajo, la no alimentación, fallecimientos de niños y adultos azotados por la mengua, la desaparición del llamado “bolívar fuerte” la dolarización de toda la actividad económica del país sin consentimiento de los gringos. Son incentivos radicales para el cese de la usurpación. El ciudadano que padece las consecuencias de una situación arbitraria en demasía, protesta el estado de ilegitimidad; y el  abuso de poder: quiere   recuperar su Estado de Derecho. Pero ¿por qué no decirlo? Se encuentra carente de una dirección opositora que no activa un proceso de “acción combativa”. Que hace obligante la presencia en el país de los que se dicen conductores de la oposición, para derrotar en la calle a un régimen causante de nuestros males. El país reclama un comportamiento sincero. Sin miedo en la junta de notable nombrada por Guaidó.

Los sectores que se han hecho acreedores de la oposición. No pueden estar jugando a la no aceptable creencia  de que la única  manera de salir de la usurpación es negociar con el centro del poder, lo cual para muchos es necio, y oponen como más idóneo una “película de vaqueros” la inacción dirigentes de los partidos políticos que integran el frente opositor se encuentran opacados con su expropiación. No protestan en las calles. La debilidad del que dirige está muy por debajo de la gente que protesta, lo que obliga de urgencia a una revisión para estructurar,  que afronte con decisión el “fraude electoral” que convoca Maduro. Es imperativo un comportamiento  direccional que esté a la altura de su deber nacional, para satisfacer  las ansias por el cambio de régimen, por lo cual intensificar la “abstención”, cuya espontaneidad se hace irreversible, sirve como antecedente que nos llevará al propósito de cambio. Guaidó fue el pronosticado para el cese del régimen “de facto”. Tiene todas las condiciones  para lograrlo. No necesita someterse a direcciones subalternas que puedan desviarlo de tal obligación. Se le reconoce como presidente provisional legítimo. No gobierna una República en el exilio. La gobierna teniendo cono sede Caracas. Su actuación goza de la más amplia soberanía exterior. Debe echarle “pichón” sin complejos advenidos.

Guaidó debe tener por entendido que el encuadramiento de la acción de los abstencionistas, que no son otros que las masas adentradas en  el proceso de la rebelión reivindicativa, constituye un medio para una transformación. No admite obstáculos. Ponerle obstáculo a la abstención, no contribuir con su pertinencia, no activarla se presta para que la dictadura de Maduro concentre en un solo movimiento, todas las corrientes arbitrarias que pretenden en nuestro país mantener el desesperado intento  de frenar la  cada vez   más amenazadora insurrección contra el régimen intolerante.