En este año electoral el régimen quiere votaciones para reforzar y perpetuar su poder dictatorial. Por el contrario, más de 80% de los venezolanos quiere (o quisiera) elecciones para cambiar y emprender de inmediato la reconstrucción en democracia y libertad. Si Maduro fuera demócrata, ante el abrumador malestar y clamor del pueblo, renunciaría y daría paso a elecciones presidenciales y parlamentarias verdaderamente democráticas.
Esa gran mayoría que quiere elecciones para salir de la dictadura en este año debe exigir un nuevo CNE equilibrado y respetable, movilizarse para demandar los comicios, lograr condiciones electorales razonables y activarse para votar y defender el voto. El régimen ha confesado que está decidido a impedir las elecciones presidenciales e imponer solo las parlamentarias. La AN tiene que negociar para designar cuanto antes un nuevo CNE equilibrado e impedir que el TSJ imponga uno incondicional del régimen, con lo que empujaría a la mayoría opositora a no votar. Un CNE en manos de la dictadura conduciría a una Asamblea Nacional del régimen que así tendría todos los poderes del Estado y toda la fuerza para que continúe la miseria y el éxodo venezolano.
El fallido asalto a la Asamblea Nacional. Al régimen le falta dominar a la AN que es punto de resistencia de la democracia venezolana y de apoyo internacional contra la dictadura. Por eso hace un par de meses el régimen planificó el asalto a la Asamblea Nacional de amplia mayoría opositora para eliminar de raíz su autonomía con su presidente Juan Guaidó constitucionalmente (art. 233) encargado de la Presidencia de la República desde que Maduro terminó su período presidencial el 5 de enero de 2019. El asalto se planificó con compra de votos para la nueva directiva y cerco armado para impedir la entrada de los diputados que no se vendieran. Pero falló estruendosamente la conspiración gubernamental y dejó en evidencia ante el mundo que la mayoría de diputados tuvo valor y rectitud para no dejarse comprar ni expulsar del parlamento. Vimos a Guaidó y sus compañeros unidos enfrentando con éxito a los cascos, fusiles y paramilitares armados para defender la mayoría parlamentaria democrática. Luego vino la audaz y sorpresiva salida del país de Guaidó para reunirse con líderes e instituciones democráticas de América y Europa, que lo recibieron y aclamaron como presidente encargado. Así la AN democrática y el liderazgo de Guaidó se han fortalecido y su bandera de “elecciones presidenciales democráticas” aparece como la gran oportunidad para salir de la dictadura e ir a la reconstrucción con fuerte apoyo internacional, porque solos no podemos.
Dos elecciones. Tenemos dos elecciones en 2020: las parlamentarias y las presidenciales. Los demócratas y los que queremos salir de la miseria nacional debemos participar y ganar las dos. El gobierno está decidido a las trampas necesarias para perpetuarse en el poder, impidiendo la presidencial y ganando las parlamentarias con un nuevo CNE nombrado por el TSJ servil al Ejecutivo y sometido al régimen. Con un CNE así la mayoría de la oposición se negaría a ir al “matadero” de unas votaciones sin árbitro respetable y sin las debidas condiciones electorales democráticas. La estrategia del régimen para el triunfo de la dictadura en las parlamentarias es la división y la abstención de la mayoría opositora. Con eso se apagaría la última luz de esperanza que es la AN y se acabaría con el fuerte y renacido liderazgo de Juan Guaidó.
Frente a eso los que queremos cambio de régimen con votos (terreno donde somos más fuertes que con la violencia armada), tenemos la unidad en torno al liderazgo repotenciado y reconocido de Guaidó, con increíble apoyo de los gobiernos e instituciones democráticas internacionales para unas elecciones presidenciales libres y limpias, como manda la Constitución. Todo esto implica fuerza democrática y negociación política con un sí rotundo a las elecciones para cambiar, al nuevo CNE negociado en la AN, y a la reconstrucción plural. El camino para salir de la dictadura son las elecciones con fuerte presión nacional y externa con las condiciones básicas exigidas, con apoyo de las democracias del mundo y con transparencia y libertad garantizadas por la observación internacional. Unidos bajo la guía de Guaidó, liberado de la “disciplina partidista” y acompañado por la sociedad civil y por los equipos políticos nacionales e internacionales. Cuanto antes se debe definir, comunicar y articular ese camino. El régimen está jugando duro para impedirlo y se va a endurecer más; aunque también es cierto que muchos que fueron (o son) chavistas están deseando que se vaya Maduro. La salida electoral limpia no se va a dar sin movilización, ni presión fuerte. Pero tampoco sin negociación para que la transición sea viable, con menor costo y sumando el máximo de voluntades y capacidades para la reconstrucción. Cosa que es imposible con la perpetuación de la actual dictadura y absurdo modelo político económico que ha hundido al país.