«Me duele que se piense que el
nuestro es un gobierno autoritario,
que no se piense eso.
Es una orden».
Les Luthiers
Hace trece años demostramos una variante en nuestro modo de ver las cosas; votamos y derrotamos el diabólico modelo del muerto aquel, que pretendía imponer una reforma constitucional viciada hasta los tuétanos de nulidades.
A ese triunfo, el líder del tripaflojismo del siglo XXI lo llamó “victoria de mierda”, con su consabido lenguaje sublime y decoroso, propio de un matón de barrio, portero de burdel.
Hace trece años, y siendo que todo el que detenta el poder en época electoral lleva alguna ventaja, la barbarie al mando del desquiciado milico golpista aquel, volvió a exhibir su alevosía. El rojismo se pasó de grosero y abusivo.
El oficialismo –y hoy la perversa sucesión– siempre ha jugado al ventajismo, utilizando el dinero que es del pueblo venezolano para hacer campaña electoral y el CNE ha sido cómplice silente en esta materia, a veces bullicioso y con brazalete. Aun más, agavillado para trastocar y torcer la voluntad de los venezolanos. Fíjense en el nombramiento de los nuevos rectores, tanto en el mecanismo de designación, como en los mismos designados para integrarlo.
Ha sido inveterada la conducta del ch… abismo, usando hasta la saciedad recursos públicos dentro y fuera de campañas electorales, vulnerando de tal modo reglamentos de toda índole. Peculado de uso se llama eso.
¿Acaso esta conducta, de suyo ventajista y alevosa, encuadra en la comisión del delito de Abuso de Función Pública con fines electorales, previsto y sancionado en el artículo 68 de la Ley contra la Corrupción?
Hoy, como hace trece años, me hago eco del consenso generalizado entre los historiadores venezolanos, según el cual todos los intentos de imponer Constituciones para mantenerse en el poder han conducido a eventos traumáticos para la salud de la República. Por eso, entonces, dije no a la pretendida reforma de la carta magna.
La peste y el proponente no convencieron a las mayorías, a pesar de su afán de adoctrinar a troche y moche, bolsitas y dádivas mediante, y el infaltable eslogan mortuorio “muerte socialista en la patria”.
Hoy, como ayer, querrán convencernos de que todo está absolutamente normal, que sus nombramientos han sido apegados a derecho y que en El Silencio y Pajarito (sede de ese cne) todo es limpio, aséptico e incontaminado.
Solo los sarampionosos dedicarán horas, jornadas y mucho tiempo a leer o tragarse, mejor dicho, las obras del chino Mao Tse-tung, el manual de guerrillas del Che, y por supuesto, el pensamiento del comandante, en fiel atención a la recomendación del régimen. Todos ellos dirán que se tratará de un proceso electoral impoluto y transparente.
Llamé a aquel proyecto, hace trece años, “reforma inconstitucional”, porque de verdad violaba la Constitución (aún vigente). Además, la constituyente es el debido procedimiento, estipulado en la misma carta magna, para los cambios que se querían hacer. Aquello modificaba sustancialmente la estructura del Estado, y ello no podía hacerse mediante reforma.
Era inconstitucional, además, pues el proyecto fue presentado ante una sesión extraordinaria de la AN, es decir, fuera del período ordinario de sesiones, lo que de suyo suma un elemento más que la viciaba.
Hace trece años encontramos justificada la preocupación de la Iglesia través de la Conferencia Episcopal, con relación a la sospechosa y soterrada reforma de la Constitución. Se refirieron los prelados a las señales antidemocráticas, al conciliábulo suerte de petit comité que bajo pacto de confidencialidad, y con la consigna mortuoria “Patria, socialismo o muerte”, pretendía echar a abajo todo el sistema de legalidad que debe sustentar el Estado de Derecho que sirve de base a la democracia.
Hace trece años comprendimos que el Estado debe garantizar los derechos humanos, según el principio de la progresividad, de allí que toda conquista, toda previsión, todo derecho o libertad debe ser protegidos hacia adelante, siempre con el propósito de mejoramiento, y nunca debe comportar un retroceso en su existencia, defensa o protección.
Hoy la barbarie continúa arremetiendo contra la disidencia política, periodistas y medios que no le son afines. Acoso y terrorismo judicial a la carta, a la orden de la satrapía. En lugar de escuchar la voz de los que piensan distinto y permitirse un lugar para el diálogo fructífero y necesario, el gobierno ofende desconsideradamente la voz del pueblo.
Hace trece años, el derrotado aquel mostró sus dedos hechos añicos, la arrechera en su rostro insomne, su consabido delirio, su odio. Tremenda victoria de «mierda» obtuvimos hace trece años.
Hoy, trece años después, la peste insiste en empeorar nuestras ya arruinadas condiciones de existencia, nuestros sueños de cambio por un país mejor e impide nuestro anhelo de vivir en democracia.
Hoy pretende esa cosa que se halla aposentada en Miraflores, con bufete y gandules a su servicio, volver a torcer la voluntad del pueblo que hoy sufre los embates de un “gobierno” de gente mala, impreparada y perversa.
Hoy nos invitan a otro sainete electoral como aquel de ingrata recordación, el del 20 de mayo de 2018. Hoy se atreven descaradamente a ofrecer otro circo, otro fraude, otra farsa, otro simulacro.
Por mi parte os digo que de acuerdo con el Artículo 333 de la Constitución, el mandato de la Asamblea Nacional electa en diciembre de 2015 debe extenderse, hasta tanto puedan realizarse elecciones legítimas.
Y aquí les dejo, como dato histórico, la frase “vámonos compadre, que pescuezo no retoña”. Por cierto, no la pronunció Pedro Estrada. El 22 de enero de 1958 se reunieron altos jefes militares en la Academia Militar y conformaron una junta militar de gobierno. Dicha junta pidió la renuncia a Pérez Jiménez (el cochinito de Michelena), otro delincuente electoral, a quien su socio el general Luis Felipe Llovera Páez le dijo: “Vámonos compadre, que pescuezo no retoña”.