Una matriz de opinión, valedera, como todas, pero inaceptable como pocas, señala que ante las elecciones fraudulentas de diciembre algo puede acomodarse, podemos hasta «acomodarnos». La Conferencia Episcopal Venezolana, toda una autoridad espiritual y, a veces, orientadora, pide una acción política alternativa, por ejemplo.

¿Y si no la hubiere qué, aceptar, acudir y callar? No se admite lo inacetable. No se acude donde no se cabe, y no se calla lo que a gritos debemos hacer significar donde sea y como sea. El fraude está cantado desde que se supuso se realizaría un evento electoral de esa magnitud con la tiranía todavía al frente, cree ella que rozagante. ¿Se puede esto ocultar con un escapulario? El Consejo Supremo Electoral es una institución viciada de nulidad en todas sus actuaciones. Nada neutral. Con una conformación plenamente acorde con el régimen. Con funcionarios que han expresado posturas públicas antes, pero también después de «designados», incluso haciendo querer ver su contraria posición a los sátrapas. Lo cual hace también que los aleja de esa «neutralidad» que están llamados, obligados, a esgrimir en un ente comicial.

Este fraude «electoral», cantado previamente, se convierte tal vez en el más excluyente de nuestra historia republicana. Aquí no pueden participar como electores ni elegidos, ni siquiera como árbitros, sino aquellos seleccionados por el grupito tiránico. Partidos emblemáticos no participarán. Fueron sacados de contienda. A algunos de ellos pretenden robarles, expropiarles, colores, insignias, seguidores. Para confundir, para exterminar. Candidatos evidentes a permanecer o estar por vez primera en el hemiciclo son dejados fuera. Diputados activos, personalidades políticas evidentes, en el exilio, en prisión. Los indígenas fuera. Los millones de venezolanos en el extranjero al parecer ya no se consideran siquiera compatriotas por quienes usurpan el poder sin pudor alguno. No participan en la selección de sus posibles representantes. En el CNE cupo quienes a dedo designaron desde un Tribunal Supremo írrito, de nefasta conformacion. ¿Es esto una contienda para dirimir representantes o un batiburrillo señalador de quienes deben, desde una vulgar decisión de escritorio, ocupar los cargos para acompasar a la tiranía?

Más allá de la exclusión más evidente que hayamos conocido, ¿quién se presta para enaltecer un fraude así? ¿Acciones políticas? No acudir a ese inaudito circo (perdonen payasos, maromeros, bailarinas, fenómenos y otros miembros tan dignos de la actividad circense que tanto respeto y admiro) de criminales ensangrentados es la mejor y más contundente acción cívica y política que podemos acometer. Llamar uno a uno a los venezolanos a no ser partícipe de la fraudulenta convocatoria, a no cohonestar esta singular traición a las causas democráticas, es la obligación más apremiante que la ciudadanía tiene en este pináculo del proceso de acabamiento de esta feroz acción despótica de tantos, tan misérrimos, años. ¿No es suficiente? La Asamblea Nacional saliente, esa que sí es nuestra porque la elegimos, que cierre filas finalmente con su decisión de propiciar el cese de la usurpación, antes de finiquitado su período, por supuesto, y, con la indispensable contribución internacional, concretemos ya, ya, la ruta hacia la transición.

No queda tiempo. No queda otro modo. Recordemos que en este largo camino de exclusión política que ahora se dirige a su máxima elaboración impúdica en diciembre, también a nuestros diputados se les conculcó el espacio tradicional de sus deliberaciones. Un agravio a la conciencia ciudadana que nadie puede tampoco respaldar. Simbólicamente, es otra de las muestras fehacientes de cómo la tiranía opera contra quienes se les oponen, así sea, como algunos, socarronamente, por decir lo menos. Si aceptamos también la exclusión de diciembre y hasta la hacemos nuestra, estaremos condenados, prosternados, humillados. Sin tener más cómo dar cara al futuro ni dentro ni fuera del país. Esa condena será y nos será sencilla, divina, pero sobre todo telúricamente imperdonable.


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