El populismo, según la Real Academia Española, es una «tendencia política que pretende atraerse a las clases populares». El populismo con una «significación peyorativa» es el uso de «medidas de gobierno populares», destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si esta posee derecho a voto, aun a costa de tomar medidas contrarias al Estado democrático (Cfr. Populismo. wikipedia.org). Su fin consiste en preservar el poder y la hegemonía política a través de la popularidad y manipulación entre las masas.
El proceso electoral del 28J para elegir el nuevo presidente de la república es un auténtico desafío para romper el populismo salvaje del Siglo XXI. No se refiere a cambiar un presidente por otro, es un “giro copernicano” en la política, es un innegable paso para recuperar el país, la democracia y sus instituciones, la cultura, la historia, la memoria, la educación, la calidad de vida, y una larga lista de valores, virtudes y principios; es recuperar lo destruido, transformar lo necesario y avanzar. Entrar definitivamente en el siglo XXI. Poner fin a esta larga noche oscura de 25 años que ha ensombrecido nuestra sociedad. Arrancar las raíces del populismo y todas sus variables e injertos destructivos (socialismos del siglo XXI), y eliminarlas definitivamente de nuestra identidad de demócratas, de nuestra condición de hombre y mujeres libres.
Este proceso nos recuerda la representación de la lucha de David contra Goliat, una guerra asimétrica, de filisteos contra los israelitas.
Sobre esta leyenda de David y Goliat, el periodista Pedro Gargantilla, del diario ABC, en su artículo “La piedra de David que mató a Goliat, equivalente a una bala del calibre 45”, escribe los siguiente: «Al parecer, y previo al combate, se había producido un sitio de cuarenta días de los filisteos contra los israelitas, durante los cuales el gigante Goliat –posiblemente un guerrero mercenario procedente de la ciudad de Gat- no había dejado de burlarse y desafiar a un aterrorizado ejército israelita. Goliat medía 2,90 metros de altura, llevaba una armadura que pesaba más de cincuenta kilos. Simplemente su espada pesaba más de seis kilos. Todo su cuerpo estaba cubierto de acero excepto su frente. Ahí estaba su tendón de Aquiles, que le traería tan nefastas consecuencias (…) El improvisado adversario del gigante fue David, un joven pastorcillo israelita de la tribu de Judá, que más tarde se convertiría en rey. A diferencia de Goliat era ágil y veloz, y tan sólo disponía de un trozo de tela y una cuerda, que a modo de honda le permitía lanzar piedras a gran distancia. Cuando se enfrentó con el filisteo, el gigante no paraba de gritarle que dejara de moverse y que se acercara más, lo cual trataba de evitar David por todos los medios».
Una historia de combate como ésta, pero política, tiene lugar en nuestro país. La diferencia es que no se trata de una batalla cuerpo a cuerpo entre MCM y EGU contra Maduro, todo lo contrario, es una guerra asimétrica entre el poder del régimen madurista-cubano con todos los recursos del Estado, las estrategias mediáticas bajo el abuso del aparato de comunicacional (Fake News), el manejo de instituciones como el órgano rector electoral y el Tribunal Supremo de Justicia, el empleo de leyes para inhabilitaciones, obstaculizar inscripción en el registro electoral, cambios de centro de votación, etc., la falsa narrativa de las sanciones utilizada como excusa de los males del gobierno (siendo estas aplicadas solo contra individuos-funcionarios por la represión y violación de derechos humanos en las protestas de 2014-2020; y demás elementos de desgobierno, para continuar en el poder, contra MCM y EGU, la sociedad civil y la propia democracia.
Como lo dice Moisés Naim, en su libro Lo que nos está pasando. 121 Ideas para escudriñar el siglo XXI (Editorial: Penguin Random, España), citando a George Orwell, «sabemos que nadie toma el poder con la intención de dejarlo». Esto ya es una enfermedad común en Latinoamérica: Nicaragua, El Salvador, Cuba y Venezuela.
El talón de Aquiles de Maduro no es su frente, como Goliat, sino la desconfianza general que millones de venezolanos tienen hacia él. Esto se debe a sus acciones antidemocráticas, su falta de liderazgo y la violación de derechos humanos. Además, su gobierno y las instituciones del Estado se han apartado de los principios y valores democráticos, lo que ha resultado en una migración masiva de venezolanos en busca de un mejor futuro y una pérdida significativa en la calidad de vida de la población.
Por eso, el 28 de julio, esa desconfianza se traducirá en apoyo a MCM y EGU mediante el voto y la defensa de los resultados. No se trata solo de ganar una batalla política contra un gobierno populista que ha estado en el poder durante 25 años; es lograr el cambio anhelado por la mayoría para recuperar la democracia, sus instituciones y, sobre todo, la libertad y el respeto a los derechos humanos.
Por último, después del 28J, ¿el gobierno reconocerá la derrota después de 25 años en el poder?
@darringibbs