La primera potencia mundial, los Estados Unidos de América, enfrenta un momento dilemático, dentro de lo que hasta ahora ha sido su trayectoria de desarrollo de la democracia. Aproximándose ya al cuarto de siglo, y que es ejemplo para el mundo, su sistema libre y abierto lucha por preservarse frente ataques desde afuera, y desde adentro.
Ocurre, en las actuales circunstancias, lo que devela algo que va más allá de la obvia y simple necesidad de afinar un método de votación y conteo. Es la existencia de importantes fisuras en el sistema democrático americano, hasta ahora sostenido sobre la robustez de sus pilares fundamentales, el Partido Republicano y el Partido Demócrata. Basado en el crecimiento y desarrollo de sus respectivas canteras de construcción con militantes en instituciones universitarias, ONG y fundaciones para el pensamiento político (think thank), se han descuidado estas, tan imprescindibles fuentes para enfrentar los retos del complejo mundo que ya existe, y que se muestra aún más amenazante con el tiempo. Lo más importante de atender conjuntamente por ambos partidos se descuida, por lo que se considera más urgente dentro de sus procesos políticos internos. Esto está conllevando al debilitamiento de principios y valores fundamentales, por infiltración de elementos corrosivos, con la consecuente posible falla estructural en caso de movimientos desestabilizadores, como los que hemos presenciado durante esta última etapa.
Las fuertes dosis de desarrollo científico-tecnológico de Estados Unidos al parecer no están siendo acompañadas suficientemente con las del fortalecimiento y renovación de ideas, dirigentes y organizaciones de naturaleza filosófico-conceptuales. La empatía compartida hacia el genuino compromiso con el ciudadano, y su expresión en la actividad política cotidiana pareciera haber tomado una distancia que se siente en la necesidad patriótica de asegurar la nación frente a prédicas socialistas que le son ajenas a sus genuinos orígenes, dentro de una fracción cada vez más influyente en el partido demócrata.
La fatiga en dichos pilares fundamentales, republicanos y demócratas, representan esas fisuras que vienen dando aviso contra la acción de grandes intereses financieros que han arreciado su sobrecarga sobre el sistema democrático americano; con base en sus particulares visiones globalistas. Superponiendo tales intereses a las bases ciudadanas americanas, y a sus legítimas aspiraciones como familias. Dichas visiones e intereses globales han dejado de tener en estos partidos los dispositivos necesarios para mediar correctamente la orientación de la agenda de discusión política. Antes el filtrado especializado que se hacía para el saneamiento de residuos tóxicos estaba protegiendo el sistema. Ahora tal descuido ha estado permitiendo la corrosión y degradación de sus aceros, de sus bases y columnas en valores y principios. Al mismo tiempo se pretende cargar con más peso, sobre dichos valores de libertad, justicia, orden y desarrollo democrático, a la casa americana.
El fenómeno Trump
El fenómeno Trump es esa verdad que ya antes, sin éxito, había intentado incluirse y competir por el inquilinato de la Casa Blanca para reorientar la vida americana. Antes y ahora otros magnates intentaron colarse en la contienda política. Llegó entonces, según demostración, un tipo irreverente en el momento preciso. Sin necesariamente sentirse especialmente apegado al Partido Republicano o al Demócrata, demostró que se le había incubado suficientemente el gusanillo de la política, expresado según su propia interpretación debido a lo desatinado de las ejecutorias de anteriores políticos tradicionales de su país. Políticos a los que por cierto conocía bien, los Clinton, los Bush, los Obama-Biden, por ejemplo. Trump, percatándose de los avances en tendencias socialistas dentro del Partido Demócrata, representadas por Bernie Sanders, entre otros, y del agotamiento de las figuras políticas de ese partido, encontró en el Partido Republicano oportunidad de iniciar la reconstrucción del auténtico sistema de progreso mediante libertades de Estados Unidos. El estímulo al emprendimiento privado, las inversiones y la disminución impositiva con excesivas regulaciones de administraciones anteriores le comenzó a dar frutos. Luego llegó la pandemia.
Derrotando contundentemente sus adversarios precandidatos en las primarias republicanas de 2016, Donald Trump al ganar luego la presidencia enarboló desde un primer momento la bandera americana como símbolo de unión y restitución de lemas patrióticos esenciales para bien de su país: “Primero America» (America First) y “Hacer grande nuevamente a América” (Make America great again).
Ahora, cuando apenas se ha comenzado a saber y a comprender lo que realmente ha estado en juego, después de haberse espiado la campaña de Trump en tiempos de Obama-Biden, haberse intentado desesperadamente destituirlo de la presidencia por parte del Partido Demócrata, con el pelón que se echaron con la Pelosi, y de haber jugado al juego de intereses de globalistas, con preocupantes tendencias mundiales de sobredosis estatistas, la fórmula Biden-Harris enfrentará la búsqueda incesante que, no solo Donald Trump sino el pueblo americano todo, hará de la verdad sobre fuertes indicios de presuntos fraudes electorales y el recibimiento de recursos del candidato Biden y sus familiares de fondos de empresas de países potencialmente enemigos de los Estados Unidos de América, como lo es el caso de China. Por cierto, habrá mucho que hablar todavía de este país, el cual no ha permitido que se haga una investigación independiente, y a fondo, sobre las causas y manejo del virus covid-19 o virus chino, que ha infectado y afectado con distanciamiento, muerte y desolación a millones de personas en el planeta.
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