OPINIÓN

Elaboración de un catálogo de corruptos venezolanos del siglo XXI

por Gustavo Coronel Gustavo Coronel

Leer sobre la corrupción desatada en Venezuela durante el siglo XXI por la mafia chavista/madurista nos causa vértigo. Si bien la corrupción venezolana en el poder ha sido casi inevitable, la historia pasada nos habla de individuos o grupos relativamente pequeños que han asaltado las arcas públicas para enriquecerse y enriquecer a sus familiares. Al ver hacia atrás pensamos en los entornos de los hermanos Monagas, de Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez y en los llamados apóstoles de la etapa democrática, como representativos de los grupos venezolanos que llevaron a cabo los asaltos. La corrupción casi nunca fue una aflicción sistémica sino controlada y relativamente limitada a pequeños grupos oligárquicos. Durante la etapa democrática una extraordinaria investigadora, Ruth Capriles, prácticamente ella sola, pudo elaborar tres volúmenes sobre la corrupción venezolana.

Lo que hemos visto durante los años que van de siglo XXI es diferente. Debido a una combinación de grandes ingresos petroleros, ineficiencia e indiferencia en la gobernanza y de una torcida y flatulenta ideología populista, el derroche y la corrupción desde 1999 hasta el día de hoy han sido el equivalente financiero de un deslave comparable a la tragedia del litoral, la cual ocurrió precisamente en diciembre de 1999, justo un año después de la llegada de Hugo Chávez al poder, punto de arranque de la orgía de podredumbre. La magnitud del desastre hace imperativa la elaboración de un catálogo, un fichero de los corruptos venezolanos del siglo XXI, tarea que no podrá ser acometida por una sola persona sino por un nutrido equipo de investigadores que necesitaría largos meses para llevarla a cabo. Pero ese arduo trabajo debe hacerse porque será fundamental si se quiere aplicar la justicia y lograr un juicio y un castigo a lo Núremberg para los mayores culpables de esta tragedia venezolana.

Estamos tratando de llevar a cabo, muy a vuelo de pájaro, una revisión de la magnitud de la información que existe sobre la corrupción venezolana en el siglo XXI, la cual es copiosa y nos luce evidente que el catálogo necesario será una tarea que rebasa cualquier capacidad individual. Los actos descritos y documentados de corrupción en la Venezuela chavista/madurista no involucran a docenas ni a centenares de venezolanos y extranjeros sino a miles. Los corruptos de este siglo abarcan todas las clases sociales, desde la llamada aristocracia de los apellidos asociados a los “amos del valle” hasta los estratos más inferiores de la sociedad. Incluye a profesionales universitarios y empresarios, a doctos y analfabetas, a militares y civiles, a políticos de vieja y nueva data, extremistas de la izquierda y de la derecha, en fin, una sección transversal completa de la sociedad venezolana. Es tan intenso el fenómeno que casi podríamos decir que la sociedad venezolana ha llegado a constituirse en una masa moralmente purulenta, con existencia de todos los grados existentes de corrupción, desde la gran corrupción a nivel de las empresas del Estado que representa pérdidas de millardos de dólares para la nación hasta la “pequeña” corrupción” de quien trafica con alimentos o con los subsidios directos, tipo pernil o “bonos de la patria” con los cuales se prostituyen grandes sectores de la pobreza venezolana.

Existen varios grupos de investigadores sobre la corrupción en Venezuela, integrados por gente muy valiosa, los cuales tienden a trabajar esencialmente sobre rieles paralelos, ya que se trata de organizaciones periodísticas independientes. Entre ellos enumero, de memoria: Armando info, Efecto Cocuyo, El Cooperante, Transparencia Venezuela, Connectas, Chavismo Inc., además de la prensa nacional y extranjera, de organismos oficiales extranjeros y de sitios virtuales e individualidades de mucho mérito. No me sorprendería que el número de investigadores activos supere los 200.

Creo necesaria una convergencia de esfuerzos en este campo. Hay mucho trabajo valioso distribuido en innumerables publicaciones. Muchas de estas investigaciones son sobre aspectos de un solo evento o sobre un solo personaje, como los relacionados con las pandillas de Pdvsa/Ramírez/bolichicos con grandes depósitos y bienes raíces en bancos de Andorra, Suiza, Portugal y España y la mafia de banqueros forajidos que lavan hoy sus fechorías en Estados Unidos y Europa,

La elaboración de un catálogo de corruptos venezolanos del siglo XXI representaría un arma fundamental en la batalla contra la corrupción, una batalla que debería tener al menos dos componentes: uno, la sanción moral y social y dos, la sanción penal. La sanción social es indispensable porque los corruptos venezolanos del chavismo/madurismo han perdido la vergüenza, si es que alguna vez la tuvieron, al no advertir en la sociedad venezolana sólidos intentos de rechazo de sus actuaciones. Al contrario, los desastres llevados a cabo por, digamos, El Aissami, los hermanos Rodríguez, Rafael Ramírez Carreño y su pandilla, la podrida nata militar, los analfabetas billonarios tales como Alejandro Andrade o  Claudia Díaz, los operadores como Gorrín y Saab, los contratistas como los bolichicos y Ruperti, los cómplices extranjeros como Monedero, Zapatero, Evo y Cristina Fernández, son hasta objeto de alguna admiración por parte de quienes contemplan sus hazañas y saben de sus cuentas bancarias, mansiones, yates y aviones, de sus estadías en los mejores hoteles y de sus opíparas cenas en los mejores restaurantes del mundo. La reblandecida sociedad venezolana ha llegado a envidiarlos y a tratar de imitarlos, para lo cual muchos están dispuestos a degradarse en lo que sea necesario para vivir así.

Esta es una situación inaceptable para la gente honesta. Estoy dispuesto a trabajar como soldado raso en un proyecto de esta naturaleza, dedicado a tratar de restituir la dignidad y la decencia en la sociedad venezolana, a llamar a los corruptos por su nombre y trabajar para lograr para ellos el más ejemplar de los castigos.