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El yo, lo autobiográfico en el poema

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Rafael Cadenas

Es obvio de toda obviedad que las aguas, apacibles o turbulentas, de la imaginación del sujeto lírico (léase el poeta) devienen de un inextricable e ininteligible fondo sin fondo de tesitura imponderable que suele entroncarse con el más inasible pretérito del ser creador de la imago poética. La materia verbal de la poesía, evidentemente se fragua en la cocción del magma imaginario de cierta verbosidad recatada, contenida, una palabra filialmente emparentada con lo evanescente. El yo lírico del bardo no suele ostentar de modo exhibicionista sus orlas verbales. Ciertamente, el poema es legatario de una pulsión biográfica antes que de un arrebato heterográfico, pues la expresión grafemática del texto poético las más de las veces procede de los insondables abismos del ser sensible y sensitivo que, harto de soportar tanta belleza, rompe lanzas por exteriorizar su mundo simbólico cási intransferible y lanza fuera de sí el universo que le horada por dentro. Es así que adviene a la superficie del mundo de la vida el texto poético, bien sea de forma édita o inédita.

Lo biográfico en la poesía como en cási todo en la vida comporta de suyo una asunción y toma de responsabilidad del discurso como maximización de la primera persona del singular. El poeta que mejor entendió este asunto del YO fue el insigne bardo cumanés José Antonio Ramos Sucre, quien llevó a la cima y máxima cumbre de excelencia el «yo poético».

Dice el poeta:

«Yo quisiera estar entre vacías

tinieblas

porque el mundo lastima

cruelmente mis sentidos

y la vida me aflige…»

Nuestro poeta vivo más importante, Rafael Cadenas, continuador de la más pulquérrima tradición poética venezolana y universal supo expresarlo de manera insuperable:

«Yo pertenecía a un pueblo de grandes comedores de serpientes

sensuales, vehementes y aptos

para enloquecer de amor…»

El poema autobiográfico ataviado con la primera persona se eleva hasta alturas de excelsitudes linguísticas sublimes hasta sacralizar la palabra dicente y convertirla en atalaya de sentido.

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