Daniel Noboa, de 35 años, será el presidente más joven de la historia en Ecuador. La segunda vuelta electoral se decantó a favor del heredero de una de las mayores fortunas del país, cuyo principal antecedente político son las cinco campañas presidenciales de su padre y haber ocupado una curul como asambleísta en el último periodo legislativo. Noboa se impuso con 52,3% de los votos a la candidata del correísmo, Luisa González, quien obtuvo 47,7% y representaba la fidelidad y la experiencia. Una vez más, la población acudió a elegir entre el correísmo y el anticorreísmo.
Noboa ejercerá la presidencia solo hasta mayo de 2025, ya que estas elecciones extraordinarias habían sido convocadas para completar el periodo del presidente Guillermo Lasso, luego de que el mandatario aplicara en mayo la “muerte cruzada”, como se conoce al mecanismo que le permitió disolver la Asamblea Nacional.
La campaña electoral que antecede a estas elecciones se puede calificar como atípica e insípida. En primer lugar, porque estuvo condicionada por la disolución de la Asamblea, lo cual exigió la organización de los comicios en 90 días por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE), le sucede el magnicidio del candidato a la presidencia Fernando Villavicencio en unas elecciones calificadas como las más violentas de la historia republicana y finalmente la fatiga ciudadana debido a la crisis económica, la inseguridad por la penetración del crimen organizado y las denuncias de corrupción permanentes entre las diferentes funciones del Estado.
En segundo lugar, la campaña fue insípida porque no puso en debate y en la profundidad que se requerían los temas esenciales que demanda la población. Si bien, la inseguridad, el desempleo y la lucha contra la corrupción fueron mencionados por parte de los dos finalistas en sus campañas, no se explicó cómo se llevarían a cabo sus planes y promesas. Incluso, las propuestas excedían el tiempo de gobierno para el ganador, pues son apenas 15 meses de gobierno, de los cuales se descuenta un quimestre para el proceso de democracia interna de los partidos y movimientos, quienes deberán elegir a los candidatos para el 2025.
Además, la campaña transcurrió por fuera de la lógica tradicional de hacer proselitismo debido a la inseguridad y la violencia. Se clausuraron los mítines multitudinarios, las caminatas y el aprovechamiento de los espacios públicos por parte de los candidatos. La campaña se mudó a las redes sociales, así como a espacios acondicionados para poco público, previo estudio de la viabilidad de los eventos. Por primera vez se veía a los candidatos y sus equipos con chalecos antibalas y varios cercos de seguridad en los diferentes actos. Incluso, los medios de comunicación desconocían la agenda de los presidenciables.
La papeleta electoral sin Correa
En menos de tres años, la papeleta electoral sin Rafael Correa en Ecuador se convierte en derrota para su movimiento político, la Revolución Ciudadana. El correísmo llegó por segunda ocasión a segunda vuelta (2021 y 2023), pero no le alcanzó una vez más para ganar las presidenciales frente a un electorado contrario, pese a no estar aglutinado en ningún partido. Esto no significa que esta fuerza política haya dejado de ser determinante en la política, pues cuenta con cerca de 50 asambleístas de 137 y autoridades seccionales electas en las tres principales provincias: Manabí, Guayas y Pichincha. La candidata derrotada, después de reconocer el resultado, felicitó al ganador en una expresión democrática junto con sus coidearios.
Por su lado, Daniel Noboa se alzó con la victoria en las regiones de la Sierra y el Oriente, sobre todo en la provincia de Pichincha donde se encuentra la capital, Quito. Además, disputó muy de cerca la Costa, en donde el correísmo sigue conservando su nicho electoral.
En esta contienda, el voto joven fue decisivo. De las casi 13 millones de personas habilitadas para sufragar, 30% tiene entre 16 y 29 años según el Consejo Nacional Electoral y el Instituto de Estadística y Censos (INEC). Esto no quiere decir que el votante joven elija a un candidato joven, sin embargo, sí exige a los candidatos a disputar este segmento. Esto en un contexto de bono demográfico donde Ecuador cuenta con el mayor porcentaje de personas habilitadas para trabajar, pero donde 7 de cada 10 jóvenes están desempleados. Esto explica porque la promesa de empleo es la más llamativa.
Retos para el nuevo presidente
Los retos son urgentes y de distinta naturaleza para el nuevo huésped del Palacio de Carondelet. En lo económico destacan: un déficit fiscal de 3.500 millones de dólares hasta fin de año, solventar el gasto corriente para el sector público, pagar la deuda del Estado al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) que asciende a 10.151,9 millones de dólares, la generación de condiciones que propicien el empleo, sobre todo en el sector joven, y cumplir con los créditos de los organismos multilaterales.
En lo político, el reto de Daniel Noboa es poder cocretar, con una Asamblea Nacional fragmentada, la aprobación de leyes con carácter de urgente. Cada bloque legislativo tiene agenda propia y no, necesariamente, coincide con la del nuevo mandatario. Otro desafío son los compromisos inconclusos del gobierno saliente con la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), la que demandará respuestas inmediatas a riesgo de una paralización. En lo judicial, resulta impostergable la reforma del sistema de justicia, debido a las sentencias de varios jueces a favor de los líderes de las bandas criminales, además de las permanentes tensiones entre la Corte Nacional de Justicia y el Consejo de la Judicatura, órgano administrativo del sistema de justicia.
En lo social, son varias las demandas ciudadanas. En primer lugar, el combate contra la desnutrición crónica infantil que ubica al Ecuador en el segundo lugar en América Latina después de Guatemala. En temas de educación, uno de los mayores problemas es la falta de acceso de 200 mil jóvenes bachilleres a las instituciones de educación superior cada año y los rezagos de la pandemia que todavía no se han resuelto. La salud pública es tema aparte, pues requiere atención urgente en términos de equipamiento de hospitales, medicinas, contratación de profesionales, cobertura y calidad.
Pero sin desmerecer lo anterior, el principal problema de Ecuador es la inseguridad, pues la ausencia de una política de Estado puede provocar que Ecuador cierre el año con 40 muertes violentas por cada 100 mil habitantes, además del problema de las masacres en las cárceles, la comercialización de droga a gran escala y el microtráfico, y la falta de recursos y talentos en la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas.
El periodo gubernamental que se inaugura en diciembre es complejo y el nuevo gobierno dependerá de las diferentes fuerzas políticas, sectores, gremios, colectivos para sacar adelante un país en crisis.
César Ulloa es cientista político y comunicador. Coordinador General de Investigación del IAEN, Doctor en Ciencias Sociales por FLACSO-Ecuador. Últimos libros (2020): «En el ojo del huracán. Ley de Comunicación en Ecuador» y «Chávez, Correa y Morales: discurso y poder».
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