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El Virus de la Corona

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Es difícil imaginarse una circunstancia más afortunada para la autocracia que usurpa el gobierno de Venezuela que la pandemia de la COVID-19. De hecho, tal es el insólito juego de hechos y jugarretas del destino que en lugar de llamarlo coronavirus, en el caso de Venezuela uno debería referirse a esta minúscula cadena de ARN, rodeada de una capa oleosa de protección molecular, no como el coronavirus, sino como el Virus de la Corona, es decir, casi como un personaje medular y real con responsabilidades específicas.

El Virus de la Corona le ha abierto las puertas al régimen para incrementar el control social y la represión, creando una ficción de contención de la infección a través de la imposición de una cuarentena manejada en muchas zonas del país como una suerte de toque de queda bajo control militar y policial y de la manipulación de las noticias y los medios de comunicación. Con un sistema de salud literalmente en el suelo, es muy difícil de comprender cómo el régimen puede mostrar cifras tan bajas de infectados y fallecidos por la pandemia. Quizás la explicación sea lo que algunos expertos están sugiriendo: que el pico de infección en Venezuela llegará con retardo, dentro de unas dos semanas. Eso y que las fronteras de Venezuela han estado relativamente cerradas y el país semiaislado desde hace tiempo. Pero entretanto el régimen de Maduro aparece ante el mundo como si estuviera en control de la propagación de la enfermedad.

Más interesante aún, el Virus de la Corona ha resultado ser un espectacular relacionista público ante el mundo, porque le ha permitido al régimen presentarse como una víctima de las sanciones internacionales que presumiblemente han debilitado la posición del país para enfrentarse a la pandemia.  Lo único realmente verdadero de esta apreciación es el hecho de que Venezuela no podrá salir sola de esta situación de precariedad que combina el hambre, la carencia de combustible, la desaparición de las fuentes de empleo formales e informales, las deficiencias en el suministro de agua y electricidad, y la crisis del sistema de salud, todo ello combinado con el peligro claro y presente de la COVID-19.

A esta acción propagandística del Virus de la Corona, contribuyen muchos venezolanos de buena fe, críticos de Maduro, y, otros, solapados agentes del régimen, que difunden una versión según la cual la resistencia democrática, dirigida por el presidente (e) Guaidó es tan responsable como el régimen usurpador de Maduro de la crítica situación del país por no contribuir a que se levanten las sanciones internacionales y supuestamente porque Guaidó no ordena la repatriación de fondos de la República presumiblemente retenidos por órdenes de cortes de otros países, especialmente Estados Unidos.

Un análisis puramente racional acerca del efecto de las sanciones internacionales en la destrucción del país revela cuán falaces pueden ser algunas argumentaciones. Vamos paso a paso:

(i)             La destrucción del sistema de salud y la crisis hospitalaria y de médicos calificados, productos de una política sistemática de abandono y de privilegiar soluciones piratas y populistas. ¿De quién es responsabilidad?

(ii)            El colapso de la industria petrolera, originado por la desastrosa administración de Pdvsa, la corrupción pornográfica en la industria, y los regalos abyectos a Cuba, amén de la entrega prostituida a China y Rusia, equivalente a una traicionera desnacionalización de la industria. ¿De quién es responsabilidad?

(iii)          La crisis en el suministro de gas y gasolina en el país con las mayores reservas petroleras del mundo, resultado de la corrupción y el abandono de la industria, unida al contrabando manejado por la mafias del régimen. ¿De quién es responsabilidad?

(iv)           La hecatombe que ha sufrido la economía nacional, la astronómica inflación, el deterioro del bolívar y el salario, la dolarización corrupta, el crecimiento del bachaqueo y la destrucción de la industria nacional. ¿De quién es responsabilidad?

(v)            El deterioro alarmante de los servicios públicos, electricidad, teléfono, agua, aseo e Internet. Resultado de la escasa o nula inversión en actualización y mantenimiento. ¿De quién es responsabilidad?

(vi)           La pauperización y acoso sobre la educación pública, las universidades y el sistema nacional de ciencia y tecnología, ocasionado por la aplicación de prácticas de control social e imposición de traicioneras alianzas con actores internacionales. ¿De quién es responsabilidad?

En definitiva, un ejercicio mínimo de honestidad intelectual obliga a aceptar que hay una enorme asimetría entre la responsabilidad de la resistencia democrática y la del régimen, primero de Chávez y ahora de Maduro, en la destrucción de la nación. Lo mismo puede afirmarse del efecto de las sanciones internacionales: estas han penalizado el ejercicio de la corrupción abyecta del régimen y no han bloqueado el paso de la ayuda humanitaria. De hecho, han sido los usurpadores quienes más se han resistido al ingreso de esta ayuda para no perder cara frente al mundo y seguir manteniendo la ficción de los avances del socialismo del siglo XXI.

Nada de lo que le impide a Venezuela dar una respuesta adecuada a la pandemia se va a resolver ni levantando las sanciones internacionales, ni contribuyendo a crear una idílica “solución entre venezolanos” que en verdad no existe. Enfrentados al régimen del mal, cada concesión que se hace de buena fe para aliviar el sufrimiento de la población se enfrenta a la traicionera conducta de quienes solamente están interesados en mantenerse en el poder. La verdad del asunto, y duele mucho aceptarla, es que Venezuela no puede salir sola de esta crisis y mucho menos con Maduro en el poder. No se trata de anteponer la política a la vida de la gente, se trata en definitiva de hablarle con claridad a los venezolanos y contribuir agresivamente a crear una percepción colectiva de que la letal alianza entre el Virus de la Corona y la autocracia madurista está llevando al país a una catástrofe. Le corresponde al gobierno legítimo de Guaidó contribuir decisivamente, y desarrollar un esfuerzo especial, para que esta visión le sea transmitida con claridad al mundo. Sin dejar de reconocer los esfuerzos del propio Guaidó, del embajador en Estados Unidos, Carlos Vecchio, y de otros representantes del gobierno legítimo, es innegable que falta mucho por hacer en este materia y que, tratándose de un asunto tan serio, las percepciones de la gente son tan importantes como las realidades.

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