Los virus no reconocen fronteras, por ello los expertos en salud pública enfatizan la necesidad de coordinar políticas sanitarias globales. De ahí que los virólogos se preocupen especialmente por tres factores: la velocidad de propagación de un virus, su nivel de toxicidad y, en consecuencia, su tasa de letalidad. Vivimos la tragedia de un virus semejante con el caso de covid. Lo anterior como metáfora del chavismo, cuya política exterior fue diseñada para diseminar la toxicidad de su régimen: Petrocaribe y ALBA para los negocios mal habidos; Pdvsa como agente de pago para financiar elecciones y asegurar la perpetuación de sus socios. Y ello anclado en la criminalidad del Cartel de los Soles, según consta en las imputaciones del Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Quizás la primera evidencia dura sobre el financiamiento político chavista en el exterior haya sido el hallazgo de la maleta de Antonini Wilson, requisada de un avión de Pdvsa en el aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires. Contenía 800.000 dólares para la campaña de Cristina Kirchner en 2007, su primer periodo presidencial.
Monedas para una campaña electoral, después se supo que existieron más maletas. Y después supimos que los Kirchner no tenían la exclusividad de este «modus operandi». Evo Morales, Lula, Humala y Petro, entre otros bolivarianos por adopción, también recibieron asistencia financiera de Caracas en sus campañas electorales. Dicha particular estrategia de política exterior no se limitó a América Latina, pues del mismo modo se habría extendido a Europa: a Italia en el caso de Cinque Stelle y a España en el de Podemos.
Lo anterior surgió de testimonios de Hugo «el Pollo» Carvajal, el exjefe de espías de Chávez, durante las diligencias judiciales en Madrid en atención a los cargos de narcoterrorismo y tráfico de cocaína radicados en el Distrito Sur de Nueva York. Ello tuvo lugar en meses anteriores a su extradición a Estados Unidos, finalmente efectuada en julio de 2023.
Para el chavismo el poder es condición necesaria para la impunidad, la propia y la de aliados y socios. El caso Antonini Wilson, a su vez, subraya que desde temprano el chavismo exhibió sus instrumentos para la tarea: maletas, aeropuertos y cash, casi un fetichismo. Una escena que lleva al episodio que siempre regresa y mejor lo ilustra, suerte de variante de un virus en extremo persistente: Delcy Rodríguez con sus maletas en Barajas.
El episodio ocurrió en enero de 2020 y hasta el día de hoy, casi cinco años más tarde, sigue surgiendo información que contamina al gobierno de Pedro Sánchez. Hoy es público que el presidente del Gobierno supo del viaje de la vicepresidenta de Venezuela a España cuatro días antes del vuelo que le llevó a Barajas, dando el visto bueno al entonces ministro de Transporte, José Luis Ábalos. Ello a pesar de la prohibición de ingreso al espacio Schengen. El ministro Ábalos lo justificó diciendo que Rodríguez se hallaba «en tránsito» en el aeropuerto; por lo tanto, no había ingresado a España; ficciones de legislación migratoria. El ministro se ocupó de la supervisión del traslado de las maletas de ida y de vuelta a la Embajada de Venezuela. Su cartera era transporte después de todo.
No sólo eso, también se supo recientemente que el presidente Sánchez le dio luz verde a un encuentro entre él, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y Delcy Rodríguez en una casa de la embajada de Venezuela en Madrid durante dicha visita, a la postre frustrada. Dicho encuentro, desde luego mantenido en secreto, es evidencia del incumplimiento deliberado de la normativa de la Unión Europea y su encubrimiento conexo.
Aún si frustrada, la reunión en cuestión es en extremo elocuente por la inclusión de Zapatero en la misma. Pues ocurre que Zapatero es el nombre propio del chavismo en España, su instrumento de penetración y agente contaminante de una parte importante de sus instituciones y procesos políticos. Todo lo cual se remonta en el tiempo.
Recordemos: Raúl Morodo, embajador en Caracas, fue procesado por lavar 38 millones de dólares de Pdvsa con contratos ficticios ingresados a España con transferencias desde Suiza y Panamá. Morodo fue embajador entre 2004 y 2007, gobernaban Chávez y Zapatero. Claro, no es sólo que Venezuela posee petróleo, sino que en aquellos años el barril de crudo se hallaba por encima de los cien dólares. En todo caso, el negocio Morodo lo resolvieron a un precio de liquidación.
El gobierno de Zapatero coincidió con el superciclo de precios, boom de las exportaciones latinoamericanas, y con la llegada al poder de figuras asociadas al ALBA, Petrocaribe, Celac, Unasur, es decir, el multilateralismo castro-chavista. Se acercó a ellos racionalizándolo como un «apoyo a la izquierda», claro que el boom de aquellos años no fue sólo de precios, también de corrupción.
En diciembre de 2019, a su vez, un juzgado de Madrid dictaminó que Pablo Iglesias recibió un depósito de 272.000 dólares del gobierno de Maduro en una cuenta bancaria a su nombre radicada en San Vicente y las Granadinas en concepto de «asesorías para el desarrollo social». La recepción de dicha suma ocurrió dos meses después de la fundación de Podemos, en 2014.
No es en vano que Zapatero fuera el arquitecto de la coalición PSOE-Podemos. Por momentos parece un agente relaciones públicas de Caracas que actúa en la arena europea, operador todo terreno del chavismo-madurismo. O bien su canciller paralelo, como se vio en la elección de julio pasado en Venezuela. Zapatero fue el único integrante del foro de izquierda Grupo de Puebla que reconoció la información provista por el CNE de Maduro en el acto; condonó el fraude de manera automática sin exigir la presentación de las actas.
Curiosamente, la Sala Penal del Tribunal Supremo ha acordado ahora asumir la investigación del exministro y hoy diputado José Luis Ábalos en la causa de la contratación irregular de mascarillas y material sanitario durante la pandemia. Se la conoce como ‘caso Koldo’. La carátula del proceso habla de «organización criminal, tráfico de influencias, cohecho y malversación de fondos públicos».
Es paradójico. Este texto comenzó con la metáfora de un virus, ilustrado con el Covid, para concluir con el Covid, sólo que no como metáfora sino como corrupción. No en vano, los expertos siempre nos recuerdan que el sector salud es de los más corruptos de la administración pública. Lo más grave es que una vez que se le abre la puerta, el virus del chavismo no se va. Allí se instala y se hace endémico, es más resistente que el Covid, genera hábitos y rutinas profundas, la corrupción entre ellos. Por ello es que España no ha encontrado el antídoto adecuado. En los años ochenta, España fue guía y modelo inspirador de las transiciones de América Latina. Eran los tiempos de Adolfo Suárez y de Felipe González, no los de Zapatero y Pedro Sánchez. Este PSOE de hoy ha claudicado de aquel papel inspirador para abrirle la puerta a las dictaduras corruptas del siglo XXI y asociarse en sus negocios mal habidos.