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La situación de Nicolás Maduro es, cada día, más complicada y difícil. Estados Unidos, la Unión Europea y el Grupo de Contacto mantienen una fuerte presión sobre su gobierno. Recientemente, la Misión Internacional para la Verificación de Hechos en Venezuela, constituida por un grupo de expertos independientes, reunida en el marco de la 75 Asamblea General de las Naciones Unidas, acusó a Nicolás Maduro y a varias decenas de funcionarios de su gobierno de haber cometido graves violaciones de derechos humanos al comprobarse numerosas ejecuciones arbitrarias y una utilización sistemática de la tortura. La investigación realizada no señala hechos puntuales perpetrados individualmente, en medio de alteraciones del orden público, sino una sucesión continuada de violaciones de derechos humanos, sustentada por el Estado, con una indiscutible responsabilidad de Nicolás Maduro y de otros altos funcionarios. Es difícil, para no decir imposible, que su gobierno, después de conocerse el contenido de dicho informe, pueda recuperar cierta legitimidad ante la Comunidad Internacional que le permita ser un factor importante en la solución de la crisis venezolana.

Además, de esta grave debilidad moral, el reciente viaje de Mike Pompeo a América Latina muestra la percepción que tiene los Estados Unidos sobre la vinculación del madurismo con el terrorismo internacional. Un alto funcionario de la Secretaría de Estado señaló como objetivos de dicho viaje: “apuntalar la democracia, combatir la pandemia, revitalizar la economía  y fortalecer la seguridad contra peligros regionales, especialmente, la amenaza que emana de Maduro en Venezuela”. Este último objetivo fue ratificado por Mike Pompeo, durante la gira, al señalar: “La guerrilla del ELN y las disidencias de las FARC son acogidas en Venezuela en un comportamiento que no se puede tolerar. El régimen ha brindado refugio seguro, ayuda y albergue a terroristas”. La visita a Surinam y Guyana tuvo gran importancia debido a que sus presidentes, Chan Santokhi e Irfan Ali, acaban de ser elegidos después de superar delicadas situaciones políticas, mostrando, además, una importante reorientación ideológica. En Georgetown, también se entrevistó con Irwin La Roque, Secretario General de la Comunidad del Caribe, para discutir el caso Venezuela y sus implicaciones políticas  económicas y sociales en el Caribe.

El objetivo fundamental de la visita de Mike Pompeo a Brasil fue reunirse con numerosos compatriotas que habitan la ciudad de Boa Vista. Previo a su visita, el Departamento de Estado ratificó: el gobierno de Jair Bolsonaro es un socio que nos ayuda a “brindar apoyo a los venezolanos. Brasil es una sociedad clave que nos permite enfrentar, de manera compartida, los desafíos regionales”. La visita a Boa Vista fue severamente criticada por Rodrigo Maia, presidente de la Cámara de Diputados: “Esa visita es contraria a la tradicional política exterior brasileña, la cual siempre se sustentó en los principios de  independencia nacional, defensa de la paz, autodeterminación de los pueblos y no intervención”. Tres expresidentes, Fernando Henrique Cardoso, Lula Da Silva y Dilma Rousseff y seis excancilleres, respaldaron esa posición. Ernesto Araújo, canciller de Brasil,  respondió: “Dichas declaraciones se basan en informaciones equivocadas. No es posible ignorar el sufrimiento del pueblo venezolano. Además, Estados Unidos y Brasil comparten el mismo ideal de democracia y libertad, el cual nos obliga a cooperar en la lucha por esos valores en la nueva globalización que surgirá al superarse el coronavirus”.

Mike Pompeo se esforzó para que su visita a Bogotá tuviese un importante impacto en la opinión pública colombiana, latinoamericana y estadounidense. Sin duda, ese interés  hay que relacionarlo con la cercanía de las elecciones norteamericanas. Además, sus declaraciones, igual que las del presidente Iván Duque, definieron con claridad la posición de Estados Unidos y Colombia de enfrentar, con firmeza y mucha fuerza, al régimen madurista. Mike Pompeo reiteró: “El régimen madurista ha brindado refugio seguro, ayuda y albergue a terroristas”. La repuesta del presidente Duque fue terminante: “Nicolás Maduro es un criminal de lesa humanidad. Yo lo denuncié ante la Corte Internacional de Justicia. Tiene que parar este desangre. No es posible que Nicolás Maduro y su régimen mantengan, de manera sistemática, una permanente violación de los derechos humanos del pueblo venezolano. Es necesario que el cerco diplomático dé resultados”. Tan fuertes y firmes declaraciones deberían hacer reflexionar a los venezolanos sobre la ilegitimidad del gobierno de Nicolás Maduro. No es posible que la obsesión por el poder de un solo hombre someta a nuestro pueblo a tan marcados sacrificios y peligros.

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