El miércoles 4 de junio de 1975, haciendo acto de presencia en el salón principal del aeropuerto internacional “Simón Bolívar” de Maiquetía, y acompañado por Gumersindo Rodríguez (ministro de Estado, jefe de Cordiplan), Luis Manuel Peñalver (ministro de Educación) y Leopoldo López (secretario ejecutivo del Programa de Becas Gran Mariscal de Ayacucho), el entonces presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, se despidió de 437 becarios del “Plan Mariscal de Ayacucho” que partirían a diferentes países a realizar estudios universitarios y de posgrado. Para ese momento, ya se encontraban 6.000 jóvenes venezolanos estudiando en tecnológicos y universidades del mundo.

Fue enorme el número de compatriotas que fuimos favorecidos con tan significativo programa de estudios en el exterior. Además de ello, la experiencia redundó en una mejor preparación profesional al vernos obligados a aprender otro idioma en el país receptor -en mi caso fue el inglés, por haber viajado a Estados Unidos- y realizar estudios de posgrado en prestigiosas universidades. A mí me tocó asistir a Southern Methodist University, en Dallas, Texas, institución de la que guardo los mejores recuerdos.

Es pertinente resaltar que la posición política que para ese momento tenían los compatriotas favorecidos por el plan de becas nunca fue un factor determinante en la concesión del beneficio por parte del Estado venezolano. Todos, sin excepción, teníamos el mismo trato. Estamos hablando de un tipo de conducta que dista mucho de la que han tenido Hugo Chávez Frías (1954-2013) y Nicolás Maduro Moros (1963- ), la cual se resume así: “Quienes no están con nosotros son nuestros enemigos; por tanto, deben ser destruidos sin contemplación alguna”.

Fue inevitable que el extremismo de ambos líderes avanzara a grandes zancadas y con ello la destrucción del país se profundizara. Una manifestación de esto último la encontramos en la descomunal salida -en realidad huida- de compatriotas que no se ha detenido y que los ha obligado a residenciarse por toda América, Europa y países más distantes. Para el momento de publicar el presente artículo, 7,77 millones de venezolanos se encuentran fuera de su país de origen. Por otro lado, se estima que la población actual de Venezuela ronda los 28 millones de habitantes. Así pues, el número de nuestros emigrantes pone claramente de manifiesto que la destrucción de la economía nacional no ha parado.

Por fortuna, ya a estas alturas del juego, la era del terror que estamos experimentando tiene sus días contados. Por más que el régimen se aferre al poder, su distanciamiento de la mayoría opositora no se detiene y su achicamiento partidista tampoco. Lo anterior se hace evidente cada vez que Maduro y su corte salen de campaña: el número de sus seguidores es cada vez más exiguo y eso les aterra e irrita en demasía.

Nuestro deseo es que Nicolás y su entorno recapaciten y entreguen el poder con la certeza de que no serán tratados con la agresividad que ellos siempre han puesto en práctica con el sector opositor. El verdadero demócrata siempre lleva con él la capa de persona decente. La vagabundería es cosa de bellaco, de persona despreciable. Allá ellos con sus malas prácticas.

 


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