OPINIÓN

El vándalo preponderante

por Alberto Jiménez Ure Alberto Jiménez Ure

La mala conciencia no es inmanente a individuos susceptibles ser adoctrinados en sociedades de perrería. Algunos reverencian conductas delictivas hasta cuando sospechan el advenimiento de movimientos insurreccionales, se apartan de los goces morbosos-criminales-lesivos a la humanidad para no merecer ajusticiamientos con junto con los escatófagos a los cuales aceptó envites de santuario y prevaricación de estado criminal-mayor: la arbitrariedad jurídica que sostiene al bárbaro y sus atrocidades «in nomine patris et filii et spiritus sancti». Los historiadores suelen ser cobardes y esquivos, pero, desdibujan sin borrar.

Es ardua y compleja tarea investigativa dilucidar los hombres de nuestra realidad y tiempo prorrumpimos con genes mixtos: de unos y otros entre nuestros antepasados, cromañones erectos u homo sapiens, y neandertales no tan salvajes pero próximos a lo simiesco corvo, según clasificación difundida, y que se habrían apareado. Fantasioso que científicos discutan respecto al escabroso asunto, porque nadie halló fornicadores conservados en hielo. Excepto la plaga mundial de vándalos (muy felices siéndolo) la reprochable humanidad es presa de una todopoderosa minoría hartazgo astuta para organizarse con propósitos criminales.

Mezclado con obreros, intelectuales, artistas, tecnólogos, docentes, investigadores y religiosos (no siempre convocados para dirigir los destinos de pueblos) el vándalo arquetípico tiene indiscutible  éxito cada vez que se propone someter a quienes somos intelectualmente superiores. Rápido, aprende (o finge) «mímesis» para exhibirse sujeto humillado y ofendido: lo cual es yesca, enciende, comprensiblemente, la ira de vindicta pública. Otra casta de pirómanos con historial de redentores sin cruz que lo aguarden para ser crucificado enfrenta y abate, previa advertencia profética.

Cortés, lo saludas  (al prominente vándalo) y luego le das la espalda: pero, debes saber que igual lo hace contigo. No pretende, con ello, exigir respeto mediante comportamientos mecánicos que invisten de humanismo la hipócrita interactuación social. Es resentimiento, venganza, revanchismo. El vándalo supura y –aparte- fija distancia ante la integridad moral de su antítesis: no razona, e inútil pretende discernir conforme a categorías filosóficas de una forma atropellada por su irrestricta vulgaridad.

La clasificación profesional, de organigrama burocrático,  presidente-magistrado-principal de república, según más o menos incorregible sea el designado o electo patriotero, no es cosa diferente a un neandertal que mira y juzga enemigo al hábil (sapiens) cautivo. Palmea su espalda, le da mendrugos, lo etiqueta amigo y agrega en sus portales de la red disociada.

Vanamente, durante mi vida, he sugerido a personas allegadas no renovar «votos matrimoniales» con truhanes que arrogan su escaso coeficiente intelectual y abundantes insultos. La testatrofia arruina la cortesía y respeto entre familiares, compañeros de labores, vecinos y amigos, pero, también, al cabo, la de intelectuales, artistas que presumimos impertérrita. Cuidado: es obvio que la suma de arreados y crápulas luce apta para destruir repúblicas. No busques vengar sin entender que el concilio no procede sino la disputa para convenir una frágil armonía entre individuos-socios en territorios donde logran carnet de ciudadanía.

Mis experiencias-padecimientos en ambientes universitarios, centros para el fomento de la cultura y conciliábulos de políticos fortalecieron que ninguna entidad u hombre tiene atribuciones sagradas ni blindajes. En pluralidad de sujetos con psique dañada percibí pústulas enmascaradas de salvadores. No son otros ni los mismos históricos sino muchos confiriéndole credenciales a individuos crueles. Ello deduje y sostuve al instante de discutir con quienes nunca elevarían epistemólogos, pero descenderían para ducharse en el pozo séptico sin salidas hacia la no fetidez u odorífico.

El hombre no es sino un salvaje que trajea su animalidad para lucir dignatario, excelentísimo señor, venerable, reverendo, libertador, impartir comunión y bendecir «in nomine patris et filii et spiritus sancti». Cruzado de copulación cro-magnon y neandertal.

@jurescritor