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El valor del ejemplo mediático

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Los seres humanos crecimos marcados por el valor del ejemplo: el de nuestros padres, de nuestros maestros, jefes, amigos o los ejemplos de cualquier adulto significativo que pueda haber representado un valor a seguir. Es a través del ejemplo que podemos cambiar el destino de un país, de una empresa o del futuro de nuestros hijos.

El ejemplo es un término que ilustra la importancia del involucramiento de los padres en la educación mediática para prevenir cualquier impacto negativo de mensajes digitales en la conducta, los hábitos y los valores de la población joven, hablamos entonces del valor formativo y en el ejemplo sincero y oportuno para el desarrollo y para la protección nuestros adultos del futuro. Esto es un problema de todos los niños del planeta, pero depende de las acciones que individual o colectivamente tomemos para afrontarlo

El tema del impacto de los mensajes audiovisuales debe ser abordado desde cuatro perspectivas que son complementarias:

La primera es relacionada a las características digitales de la juventud que son muy distintas a las del plano físico que conocimos. El enorme tiempo de consumo en la red, la no linealidad, la inmediatez como referencia, el consumo multiplataforma o el escaso poder atencional de la juventud, son temas que deben ser analizados para comprender el comportamiento, capitalizar las audiencias y apoyar la formación de nuestros estudiantes, que ya no son solamente alumnos, sino que se han convertido en audiencias educativas en permanente riesgo de fuga atencional.

El salto del quehacer educativo desde la tiza y el pizarrón hasta el mismo oficio en la robótica rebasa en los docentes la capacidad de adaptación, para acometer con éxito la transmisión de competencias a comunidades que culturalmente piensan y se comportan de manera distinta. “La respuesta pasa entonces por un proceso de formación docente y especialmente por redescubrir la visión educativa en un mundo que es y será distinto”.

La Unesco alerta que “estamos presenciando una transición hacia enfoques fluidos del aprendizaje” de manera que el ejercicio docente tiene como reto formar a ciudadanos para desempeñarse en una sociedad globalizada, interconectada y transversalmente mediatizada por tecnologías que no le son propias a una generación que ha abordado ese desarrollo como migrantes digitales.

En la segunda esquina encontramos el avance indetenible y exponencial de la tecnología que ya no es lineal ni lenta, como aconteció desde la aparición de la imprenta hasta el periódico o desde el nacimiento del cine hasta el desarrollo de la televisión. Nos encontramos en una era que los expertos denominan «la era blanda del desarrollo de la inteligencia artificial», previendo que la humanidad se transforme drásticamente en el corto plazo. Bill Gates opina que el desarrollo de la inteligencia artificial es tan importante como el del internet o la telefonía celular.

Raymond Kursweil desarrolló hace más de 20 años, el concepto de la singularidad tecnológica; Kursweil definió esta coyuntura como el momento cuando el avance de tres tecnologías: genética, nanotecnología y robótica, conllevaría a la liberación del ser humano de sus cadenas biológicas y a la consagración de la inteligencia artificial como el fenómeno más importante de nuestro universo. Preguntémonos cuán cerca estamos de el concepto de este concepto.

En efecto, el avance acelerado y reciente de la inteligencia artificial, así como el de la robótica y de la nanotecnología nos invita a pensar en los impactos positivos que tendrá el desarrollo tecnológico en temas como el alargamiento del período de vida de los seres humanos o los desarrollos de innumerables soluciones como vacunas y tratamientos médicos. Sin embargo, voces de alertas por los desarrollos incontrolados nos obligan a pensar en los riesgos éticos del desarrollo y la transformación de la humanidad.

Una alerta temprana ha copado los medios y las redes. A principios de este año más de 1.000 pensadores, educadores, empresarios y expertos tecnológicos solicitaron una pausa en el desarrollo de la inteligencia artificial.

La cuarta y última perspectiva es la necesidad perentoria de la educomunicación, también conocida como educación mediática, que debe incluirse con prontitud en los pensum de estudios de los colegios en nuestro país. ¿Qué vamos a esperar para formar a los jóvenes venezolanos, invitándolos a sacar lo mejor de la tecnología, pero al mismo tiempo desarrollando en ellos pensamiento crítico para protegerlos de las consecuencias de su impacto en términos de peligros como los sesgos, riesgos para la privacidad y la seguridad, transparencia, adicción digital, falta de pensamiento crítico, desarrollo cognitivo limitado y hasta la pérdida de habilidades sociales o de la empatía por el prójimo?

Recordemos entonces que la vida de cada uno de nosotros está siendo observada, analizada y, en muchos casos, replicada por aquellos que nos rodean. Nuestros hijos, estudiantes, colegas y amigos miran hacia nosotros en busca de orientación, referencias y por supuesto de un ejemplo sincero y oportuno. Es nuestro deber, por tanto, ser conscientes de la responsabilidad que conlleva impulsar en los planteles y en los hogares la alfabetización mediática con la vista puesta en una mejor sociedad.

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