Moreno Bonilla, «el Hallazgo», ha superado las expectativas electorales más favorables, apoyándose en el trabajo, en la proximidad a la gente, en una gestión aceptable… ; pero, sobre todo, en el cumplimiento de sus palabras, sin grandes estridencias. Esos son sus poderes. La izquierda, principalmente, el PSOEA (o sin A) no ha sido capaz de despertar un mínimo grado de confianza, más allá de sus fieles irreductibles. Carece de discurso. Muchos de sus votantes pertenecen al «género estructural», subespecie ideológica atrofiada, confesión propia. Buena parte del resto mantienen su fidelidad por motivos más prosaicos. Los demás abandonan el barco. Mal síntoma.
Sin pretender disminuir un ápice el triunfo de la derecha moderada, no parece que en las elecciones andaluzas del pasado domingo haya habido una gran confrontación política. No podía haberla. Simplemente porque el bando contrario lleva instalado demasiado tiempo en el vacío, y apenas es capaz de repetir otra cosa que expresiones gastadas y estrategias de campaña delirantes. Las sandeces «filodelictivas» de un «genio» indecente, como Zapatero, o el enorme contenido del mensaje «si votas, ganamos», ilustrado con la imagen de Sánchez, son algo más que dos ejemplos anecdóticos.
Nuevamente, como en mayo de 2021, se repiten los titulares que anuncian el fin del ciclo político del «sanchismo». Seguramente estamos mucho más cerca, pero lo cierto es que el «aglomerado marxiano-separatista», con algunos retoques, más llamativos que eficaces, sigue hoy en Moncloa al frente del desgobierno nacional. Ahora, desde el reducto monclovita, se recurre a la misma táctica defensiva, empleada tras las derrotas anteriores. Voceros de diversa categoría, orgánica e inorgánica, políticos y mediáticos, definen lo ocurrido como un hecho local que nada tiene que ver con unas hipotéticas elecciones generales. El cinismo es una tentación común a todas las inteligencias, incluso a las más mediocres, aunque en ciertos casos pueda resultar contraproducente.
La repetición de los «hechos locales» apunta no sólo a los líderes autonómicos del PSOE. La coincidencia señala un denominador común: Pedro Sánchez. Ante el panorama de los resultados del 19-J van apareciendo propuestas varias, para recomponer la situación de los vencidos. La cuestión no es fácil. Hay quien recomienda «al general de las derrotas» la ruptura con Podemos. ¡Ya! Pero, ¿se puede? El efecto de cualquier signo de debilidad del gobierno, se traduce en el inmediato aumento del precio de «la colaboración» de sus socios independentistas, aumentando la desigualdad entre autonomías. Y ese ha sido uno de los factores del rechazo de los andaluces a don Pedro.
No faltan los que aconsejan mayor esfuerzo en «la política social» o sea, emplear cuanto se pueda en «apesebrar» el mayor número de futuros votantes. Alguno repite, por enésima vez, la llamada a la insurrección de los barones (que no pasaron nunca de la «b» a la «v») y ahora tampoco lo harán, porque forman parte del problema. Por otro lado, la situación económica: inflación galopante, deuda difícilmente controlable, déficit estructural peligroso, el Banco Central acabando con las trampas en el solitario que él mismo venía haciéndose…, dibujan un horizonte extraordinariamente adverso y conducen a un peligroso cuello de botella. Mientras la Unión Europea deberá aumentar la vigilancia sobre el despilfarro de los fondos que nos haga llegar.
A Sánchez no le queda mucho margen de maniobra en su afán por mantenerse en el poder. No adelantará las elecciones legislativas, porque el batacazo puede ser mayúsculo. Tezanos, por si fuera poco, acaba de dedicarle un encendido panegírico, dudosamente oportuno y, para rematar, le augura un éxito superior a todos los precedentes cuando lleguen los comicios generales. El presidente del gobierno se refugiará en la OTAN, como Zelenski, y si consigue salvar los muebles hasta el 1 de julio de 2023, se agarrará al quinto episodio de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea, cual si lo hubiera conseguido por sus méritos personales. Mientras, utilizará su habilidad maniobrera para sembrar cizaña en las filas del Partido Popular. Y, ¡cómo no!, descubrir «algún escándalo» con el que volver a desorientar y confundir a la opinión pública.
A casi año y medio de la meta, bien harían los dirigentes del PP en no caer en triunfalismos. Mantenerse en el esfuerzo diario y conjugar sus diferencias personales e ideológicas, en un debate interno y sosegado más allá de los «egos». Cuentan con un activo que se ha demostrado clave, la recuperación de la palabra, es decir, de la verdad posible, acorde a la realidad, frente a la falsedad permanente y al engaño del sanchismo que conduce a la esquizofrenia a sus mismos seguidores. Está obligado a construir un discurso comprensible y responsable cimentado sobre algo más que el poder envilecido; a esbozar una política diferente que escape a la condena que Baudelaire hacía, con El corazón en la mano, del desprecio a la virtud.
Emilio de Diego. Real Academia de Doctores de España.
Artículo publicado en el diario español La Razón