Nuestra nación vive y padece el momento más crítico y obscuro de su historia, Todos los venezolanos se encuentran sitiados y confinados por los resultados poco efectivos del proyecto revolucionario que persiste en imponerse sin fundamento, ni razón alguna.
El no reconocer el evidente fracaso del proyecto revolucionario que ofreció y prometió bienestar y progreso a los venezolanos, fragmenta aún más lo que queda de la familia y la sociedad, generando consecuencias de magnitudes impredecibles que sufrirán las próximas generaciones.
Quienes persiguen el poder y logran en su momento el respaldo popular, como de hecho lo logró el difunto comandante Chávez, persiguen intereses nobles de construir y consolidar el bienestar de sus ciudadanos, por ende, el progreso y desarrollo de un país.
Venezuela colapsó hace tiempo. La sociedad venezolana sufre, padece y en líneas generales empobrece. Todos los sectores de la economía están afectados y minimizados. El sistema financiero del estado y del sector privado perdieron sus capacidades de financiamiento. El crédito desapareció para actividad empresarial en todos sus niveles. Los sectores más importantes como lo son los productores del campo están a merced de los controles del estado, sumados al desabastecimiento de insumos, sin maquinaria ni lo necesario para su mantenimiento como repuestos y combustibles. Menos pensar en el acceso a nuevas tecnologías y equipos, a pesar de los cientos de anuncios de convenios con potencias como Rusia y China, que por cierto tiene decenas de obras multimillonarias a medio construir e inoperativas en toda Venezuela. Nuestra moneda se convirtió en un instrumento financiero simbólico constantemente reconvertida por los procesos brutales de devaluación. Sus políticas financieras liquidaron dos conos monetarios y llevaron al país al sitial de los más pobres del mundo y con los índices de inflación más altos y sostenidos, nunca antes visto, con un decrecimiento económico alarmante e inédito.
Esta revolución socialista sustentada por la alianza cívico militar policial, con el injerencismo de otras naciones de corte comunista y guerreritas, llevaron al sistema educativo, base fundamental del crecimiento y desarrollo de una nación a su mínima expresión. Empobreció a toda la clase trabajadora y envió a la mendicidad a los profesores desde el nivel preescolar hasta el universitario. La desinversión millonaria del estado en esta materia, en las últimas décadas en todas las universidades formales del país y reconocidas a nivel mundial sirvió para darles vida a diferentes áreas profesionales a otros países, con la migración masiva de venezolanos al exterior. La política del estado, bajo la excusa de ampliar las oportunidades de estudio, masificó la creación de otras instituciones para cursar carreras profesionales, que son hoy consideradas en el país y en el exterior como profesionales de segunda y tercera categoría
El sistema de salud es degradante. Los gremios que por años fundaron con la ayuda del estado instituciones de servicios y beneficios para ellos, sin ninguna justificación fueron confiscadas, para colectivizarlas, término este, que se ha convertido en sinónimo de destrucción, desidia e inoperancia. Un sistema formal que existía de hospitales y ambulatorios que operaban antes de la llegada de revolución han sido abandonados, desmantelados y torpedeados por el paralelismo en manos de extranjeros e ideólogos del control social.
El sistema judicial fue sometido a una reforma y hoy en día es cuestionado en todas sus instancias. El sistema penitenciario también es objeto de evaluación permanente por las características atípicas que rigen su funcionamiento. Todas las dependencias de las instituciones, no tienen los recursos mínimos de operatividad, sus funcionarios son mal pagados y la selección para su estructuración se basa más en la lealtad al proceso, como lo ellos le denominan y no por un nivel profesional aceptable.
Las industrias de la construcción, turismo, petrolera, aluminio, siderúrgicas y otras que fueron bandera en este país están desmanteladas y arruinadas. El sistema vial venezolano es una calamidad en cuanto a las condiciones de transitabilidad con el atenuante de que hay que ser valientes para utilizarlas, en especial por los transportistas de alimentos y otros que son matraqueados, robados, asesinados y ultrajadas a lo largo y ancho del país.
La infraestructura de puertos y aeropuertos no muestra su mejor cara. Los sectores de telecomunicaciones, medios de comunicación prensa escrita y radial son sometidos por los controles y las limitaciones del sistema, muchos han cerrado, otros han quebrado y muchos operan bajo la ilegalidad.
La fuerza armada, pilar del sistema imperante también sufre el deterioro en su infraestructura, el recurso humano ha optado por la deserción y retiro. Igual que los otros poderes sus componentes sufren a diario la escasez en cuanto a beneficios, salarios y herramientas mínimas para su desempeño. Los cuarteles batallones y destacamentos funcionan con muchas limitantes en cuanto a dotación, alimentación y transporte. La meritocracia no es precisamente el valor fundamental para escalar jerárquicamente en esta institución y esta calificada como corresponsable de la situación actual de la nación.
Los defensores de los derechos ciudadanos como la defensoría del pueblo son instancias burocráticas que actúan espasmódicamente y se limitan en su accionar. Cuando los reclamos van dirigidos a funcionarios o instituciones del gobierno enmudecen, engavetan o ignoran cualquier procedimiento.
Las misiones y grandes misiones, como aún se promocionan, igual sufren los rigores de la corrupción. Ya son imperceptibles sus acciones y obras. Los servicios públicos que deben atender ministerios del ramo, gobernaciones y en especial las alcaldías e institutos, son prácticamente nulas, están sin equipos de trabajo administrativo y de campo, sin presupuesto y con agudos problemas laborales.
Por estos y otros grandes problemas que día a día se agravan, más de 7 millones de venezolanos huyeron del país y continúan haciéndolo por lo que la cifra aumenta. Es el patrimonio familiar el que ha sustentado las carencias que debe cubrir el estado en materia de salud, educación y trabajo. La gente vende sus bienes para sobrellevar la crisis. Todas las instituciones creadas para el control y abastecimiento de alimentos por parte del estado desaparecieron como Mercal, Pdval, Abastos Bicentenario cuyas instalaciones y parque automotor fueron una gran inversión, para hoy estar reducidas a la entrega de un caja o bolsa de comida denominada CLAP que es insuficiente, precaria y de muy mala calidad, en todos sus productos, además de no tener una distribución permanente que realmente sea un paliativo para la familia venezolana. El complemento a este ineficiente programa lo hacen en gran parte los migrantes que envían remesas a sus familiares sitiados y secuestrados en Venezuela.
La política salarial en estos tiempos plantea un esclavismo por parte del estado sobre la masa laboral. Sin que se avizoré solución alguna, verdaderamente, aceptable. La abrupta, sostenida e incontrolable devaluación hace imposible ya, un equilibrio en el poder adquisitivo del venezolano. Desapareció de la agenda familiar la recreación.
Se han creado sistemas perversos como el carnet de la patria que es un gran proyecto de captación de información a cambio de prebendas de poca monta, como bonificaciones y subsidios que tratan de disfrazar las carencias que tiene el estado hacia sus ciudadanos. Los jubilados y pensionados son víctimas de irrisorias pensiones y son privados de otros necesarios beneficios. En las colas de todos los meses en los bancos no se diferencian de un indigente, se ven mal vestidos, con hambre y se desvanecen en las calles por falta de alimentos y medicamentos. No existe seguridad social.
El poder electoral ha sido cuestionado durante los últimos 15 años. Ha sido permanentemente controlado por figuras relevantes que han sido gobierno y con militancia oficialista, situación que ha conllevado al desconocimiento de los procesos electorales por los factores políticos en el país y de la comunidad internacional. Igualmente, la estructura operativa de esa institución esta desmantelada y con problemas graves en el ámbito laboral y de mínimo funcionamiento.
Asombrosamente el cuestionamiento y señalamiento hacia un sin número de funcionarios y ex funcionarios de gobierno son referentes para el creciente fomento de los anti valores en la sociedad venezolana. Las cifras estrafalarias confiscadas en paraísos fiscales son indicativos del poco control y la correcta distribución de los recursos del estado. El enriquecimiento abrupto de grupos en torno al poder político prende las alarmas, que no dejan de sonar porque no hay justicia. La ética y la moral se han desvanecido en las manos de los más prominentes llamados revolucionarios que son incluso cuestionados y otros perseguidos por los mismos oficialistas. El sector contralor del país no ha ejercido su función y ha sido tolerante con la corrupción. Se convirtió expresamente en un instrumento de chantaje, persecución e inhabilitación política.
En estas líneas he nombrado algunos de los aspectos más resaltantes de la realidad que vivimos los venezolanos y que conoce el mundo entero.
El señor Maduro el ungido en su momento por su mentor el comandante Chávez, debe escuchar el clamor nacional en este momento y lo dicen todas las encuestas. ” Es imperante e impostergable un cambio de gobierno”. Muchos hemos tomado la vía electoral y constitucional y otros han transitado otras alternativas. Maduro tiene en sus manos otras opciones más expeditas, aunque signifiquen la pérdida del poder, que darían paso a un proceso de renovación y transformación de la realidad que hoy vivimos, sufrimos y padecemos todos los que estamos en el país y los millones que están en el exterior.
El señor Nicolás Maduro debe permitir la designación de un CNE equilibrado que llame a unas elecciones anticipadas, con supervisión internacional que genere una transición responsable, como un acto de reconocimiento al pueblo, que ha sido tolerante, ha aguantado los rigores de la crisis, ha soportado la disgregación de la familia y le ha dado tiempo suficiente a los planteamientos y promesas, todas incumplidas. Otra alternativa sería aceptar la convocatoria de una constituyente donde cesen todos los poderes y los sectores políticos en pugna midan sus fortalezas y respaldos dando así una oportunidad de convivencia plural en la reconstrucción del país y la construcción de un nuevo modelo de desarrollo.
Y la opción más expedita sería la dimisión o renuncia. Esta decisión trascendental daría paso a una consulta al país bajo la constitución, sobre el modelo político económico y social que se quiere.
El humanismo y el amor por el pueblo siempre expresado por los revolucionarios debe emanar de la conciencia de quienes ostentan el poder y salir del discurso, la retórica y el engaño insostenible. La crueldad está a la orden del día. Una administración pública en ruinas, donde se han dilapidado recursos multimillonarios, en un país desmoralizado, canibaliza la convivencia por la supervivencia. Las instituciones sin capacidad mínima de respuesta hacen que crezca la anarquía cuyos niveles, en estos momentos, son inaguantables. Un proyecto político con niveles tan altos de desaprobación y rechazo debe dar paso a una solución. Persistir en su permanencia en el poder sin ningún norte y con un discurso agotado y no convincente, solo traerá más tragedias a este pueblo noble que creyó en el cambio pregonado por Hugo Chávez y que posteriormente acato su última voluntad de que confiaran en Nicolás Maduro para darle continuidad a su proyecto, hoy fallido.
Esta administración, si se puede llamar así, desarrolló políticas que no funcionaron. El país y su gobernabilidad se le ha ido de las manos al señor Maduro y su equipo, producto de una administración disfuncional ejercida por una ideología retrógrada que evidentemente el pueblo espera cambiar y está arrepentido de en un momento, haberla respaldado.
Un país donde no ha existido el equilibrio del poder está condenado al fracaso y es lo que estamos viendo y viviendo. Venezuela se ha sustentado en medias verdades y en la mediocridad, lo que lo hace vulnerable al chantaje y la manipulación.
Nicolás Maduro tiene en sus manos el poder ejercer un acto reivindicatorio para dar paso a las grandes decisiones, de carácter urgente, que restablezcan la constitucionalidad, institucionalidad y normalidad de la vida de todos los venezolanos. Pretender seguir en el poder forzadamente, con la desaprobación casi total del país, hoy engañado y empobrecido es un acto cruel, ruin e inhumano.