El turpial se puso triste en el cardonal ante la muerte de Adelis Freitez, hizo de la música el febril encuentro de las raíces desperdigadas en caminos profundos de nuestra tierra larense. Un hombre comprometido con un sueño que jamás claudicó, perenne predicador de un mensaje que sembrara conciencia en las nuevas generaciones, un defensor de lo nuestro que se eleva en alas del cardenal.
Un canto triste en estas horas de duelo. Siempre serás el corazón de una música que seguirá vibrando en cada rincón. Su vida fue una permanente parranda. La fiesta folklórica de nuestras raíces lo llevó en su permanente búsqueda de una identidad cultural que dejara una siembra, el surco fue la canción que nacía de lo cotidiano, eran letras sencillas con un mensaje estremecedor que no quedaba en el aire.
Siempre aprovechaba cualquier espacio para descubrir nuevas motivaciones en su labor de compositor. Sus raíces familiares cercanas del valle de Quíbor, pero también con la mirada puesta en más allá del horizonte, que lo condujo tras la huella musical del territorio morandino, allá consiguió al golpe tocuyano, los parrandones y velorios en donde escuchó piezas antiguas de oraciones populares en forma de canto nupcial con la vida.
Su agrupación nacida en la década de los ochenta cambió para siempre la música larense, la misma estaba anquilosada al estilo impuesto por Los Golperos de El Tocuyo. Cada grupo que interpretaba este estilo de expresión cultural buscaba imitarlos, cuando surge Carota, Ñema y Tajá con sus temas irreverentes y audaces logran darle otro contenido.
No solo se quedaron en el golpe tocuyano tradicional, sino que avanzaron en una propuesta que logró la rápida aceptación popular. Su éxito lo llevó por distintos escenarios de Venezuela y el mundo. En la extinta Unión Soviética se presentaron en 1985 como embajadores en el Festival Mundial de los Estudiantes. Después en China para luego terminar en París. Escenarios insospechados para nuestra música bajo la batuta de Adelis Freitez.
Una de las primeras presentaciones de Adelis Freitez y Carota, Ñema y Tajá fue en el liceo Efraín Colmenárez Giménez en febrero de 1983. Eran los tiempos de la canción bolivariana ideada por el inolvidable Alí Primera. El profesor Héctor Martínez los presentó como una novedad de la región. Recordamos que la primera canción interpretada fue «El cardenal», seguida de «Carenero», cuando casi terminaban, el maestro Adelis Freitez, llamó al crespense Luis Hernández, como nuevo integrante de la agrupación, le entregó unas maracas para que acompañase la última canción como bautizo de fuego. Fue una velada inolvidable que clausuró el Araucaria de Chile con la música del altiplano.
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