El último texto de esta tribuna es un artículo titulado Nuremberg en el CLM (Cuartel de La Montaña). Es un planteamiento para reeditar en similitud, en una etapa posrevolucionaria, el juicio realizado después de la Segunda Guerra Mundial para someter a la justicia a todos los factores del III Reich encabezados por su líder Adolfo Hitler y el resto de los líderes del nacionalsocialismo. Fue un contenido que provocó algunas reacciones. Desde una trinchera dispararon su oposición por aquello de la venganza, la famosa justicia del vencedor y otras zarandajas del buenismo que desde las secuelas del golpe de estado del 4F le abrieron la puerta a esto que se sufre desde hace 25 años; y desde otra las ráfagas retóricas surgieron por aquello de no disponer de la fuerza popular de apoyo para darle una vuelta de tuerca bien completa a la realidad política, económica, social y militar que se viene arrastrando desde el 5 de julio de 1811. En fin, algo así como decidir frente a una posibilidad victoriosa arropada por el triunfalismo histórico, a la manera de Eudomar Santos ¡Esperemos! Como vaya viniendo vamos viendo ¿Y qué es lo que está pa’ sopa! y continuar en el quítate tú pa’ ponerme yo, que ya forma parte de la idiosincrasia caribe y la manguangua política muy propia del así somos los venezolanos. Nada nuevo bajo el sol criollo frente a la opinión dentro de una realidad de provisionalidad y de transición en el viaje hacia la democracia en Venezuela. Como decir en una trayectoria hasta el final…pero sujeto a los vaivenes del eterno inmediatismo. La compensación de los ismos persigue a los venezolanos con insistencia de cuñado de nuevo rico e impertinencia sofocante de canícula. Un solo repaso a los libros de historia nos pone a desempolvar como el buenismo, el triunfalismo y el inmediatismo han tenido un efecto abrasivo y el desenlace tiene el efecto duradero del derrotismo que limita los avances hacia un país distinto al que se ha construido a base de 5 repúblicas después de 1811.
En Venezuela después de 1998, los revolucionarios vienen tomando decisiones que son juicios populares al antiguo régimen. Todo se decide contrastado contra el ancient regime y opuesto a las maneras de la Constitución Nacional de 1961. Especialmente en lo que aguas adentro de la revolución ellos denominan la cuarta república. Ese es el primer juicio. Con toda la ola emocional del resultado de las elecciones presidenciales llamaron a una asamblea constituyente y cambiaron la constitución. Con esa nueva carta magna cambiaron todos los poderes públicos y a la institución armada. Cada cambio estructural que alcanzaban lo hacían sobre un juicio electoral en referendos donde involucraban al pueblo. La sociedad venezolana montada sobre un liderazgo mesiánico fue enjuiciada a todo lo largo de toda su historia republicana. La quinta república ocupó todo el espacio político, económico, social y militar del pasado en nombre de la revolución bolivariana. Y eso fue un juicio moral y político a las otras cuatro repúblicas desde 1811. En algún momento iniciaron directamente sus juicios penales contra lo que significó el respaldo a la democracia iniciada en 1958 y seleccionaron dentro de las Fuerzas Armadas Nacionales los hitos más emblemáticos de esa etapa. El combate a la subversión castro comunista de la década de los sesenta y la insurgencia popular de 1989 en el llamado Caracazo fueron los pilares políticos y militares más simbólicos de los 40 años de la democracia surgida del Pacto de Puntofijo y montada sobre la carta magna vigente. Esos eventos fueron una defensa constitucional en las jurisdicciones del orden público y el orden interno, al poder civil surgido del mandato popular del voto. De la soberanía en toda su expresión. Pero había que someter al escrutinio de un tribunal popular esas actuaciones militares, convertir las victorias de aquel entonces sobre el Barcelonazo, el Carupanazo, el Porteñazo, las actuaciones del Centro de Operaciones Conjuntas (COC) y sus mandos operativos en los teatros de operaciones desplegados en el todo el país, en acusaciones deshonrosas, en sindicaciones infamantes, en desmontar de manera ignominiosa y denigrante los referentes profesionales dentro de los canales del mando de aquella oportunidad y condenarlos para que el pueblo revolucionario se sienta reivindicado ante la justicia popular, al decir de la narrativa revolucionaria. Allí están las 802 páginas del Informe Final suscrito por Luisa Ortega Díaz en su condición de presidente de la Comisión por la Justicia y la Verdad designada por el presidente Hugo Chávez para curucutear de manera tendenciosa y falaz según la revolución y para sentenciar afrentosamente para la opinión pública, y las inducidas y soliviantadas previamente, masas rojas rojitas babeantes de desquite “ante el oprobio de las políticas de terrorismo de Estado instituidas por los gobiernos del Puntofijismo durante el período 1958-1998.” Toda referencia épica a lo que constituyó el combate antiguerrillero librado por militares y policías que al final fue una epopeya de la democracia y la aplicación de su carta magna vigente se trastocó en un estigma político y legal convirtiendo a héroes y protagonistas en malvados y canallas en este sumario interminable que se mantiene desde hace 25 años. Esa misma línea política y conceptual del eterno juicio revolucionario es la que mantiene sub iudice ad eternum al general Ítalo del Valle Alliegro como ministro de la defensa durante la actuación institucional de las Fuerzas Armadas Nacionales en las graves situaciones de orden público que al escalar pudieron afectar el orden interno conocidas como el Caracazo en febrero de 1989. El combate a la guerrilla y del orden público en las calles en aquella época, que sostuvo a la democracia en los resultados victoriosos, se transformaron a partir de 1998 en juicios penales para demeritar la actuación victoriosa de la institución armada y convertir esas laureles institucionales en graves violaciones de los derechos humanos; y un mensaje explicito para todos los cuarteles actuales.
Todo eso se sigue manteniendo como el propio juicio de Nuremberg rojo rojito. Y eso lo iniciaron con 56,20 % del resultado electoral de las elecciones del 6 de diciembre de 1998 que se ha venido manifestando dentro de las alarmas revolucionarias hasta guarismos de soledad, solo con el respaldo de los fusiles y las bayonetas de Fuerte Tiuna. Los números actuales de rechazo al régimen, después de un cuarto de siglo en el poder y en guerra permanente contra el resto de la sociedad que lo objeta, están por el orden de 85% de los venezolanos.
De manera que nos vemos en algún momento en el CLM. Eso, palabras más palabras menos, es lo que se dice en el último texto