Falta apenas una semana para las elecciones y el gobierno, junto a sus operadores políticos, lucen más desesperados que nunca, ante la evidencia tangible en la calle de que van a ser claramente derrotados por los votos.
Los números no les dan. No han podido detener las masivas manifestaciones de rechazo, ni tampoco sembrar la matriz de opinión de que cuentan con suficiente apoyo para vencer en las elecciones. Las encuestas serias muestran una ventaja de más de 30 puntos del candidato Edmundo González, por encima de nicolás maduro; éstas reflejan lo que la gente ve en la calle, lo que siente y expresa cada vez que tiene oportunidad: el profundo rechazo a maduro y a cualquiera que lo represente.
Tenemos que insistir en este punto: estas elecciones tienen carácter plebiscitario, no se están debatiendo ni programas, ni propuestas políticas; el sentimiento mayoritario es la manifestación del rechazo a la posibilidad de que maduro y su gobierno continúen en el poder, lo que se expresa es una derrota profunda del madurismo, no del chavismo.
Esto es importante entenderlo para poder valorar los escenarios políticos hacia el futuro, lo hemos dicho durante años y el tiempo nos ha dado la razón: el gobierno de maduro es antichavista, contrarrevolucionario; no sólo se ha desviado de sus políticas y destruido su obra, sino que, precisamente por ello, han llevado al país al abismo y conducido al pueblo a una condición de miseria y desesperanza, cuyo más trágico exponente, es el éxodo masivo de más de 7,7 millones de venezolanos que se han visto obligados a dejar la patria.
El gobierno se desmorona, maduro pierde, todos los días, cientos de miles de votos, no llega ni a 20% de la preferencia; y es por ello que ahora arrecian con el uso del último recurso que les queda: el miedo y la violencia.
La violencia ha sido una constante durante todo el gobierno madurista y se ha intensificado en la campaña electoral, en la que las persecuciones y detenciones políticas no cesan, junto a los torpes intentos de impedir la participación política y las humillantes acciones represivas contra cualquiera que manifieste su oposición al gobierno, que han llegado al extremo de lo absurdo, de lo rapaz: bloquear vías, talar árboles, planificar “escraches”, cerrar pequeños negocios, arremeter contra comerciantes, trabajadores que prestan servicios, los que alquilan el sonido, los que sirven comida, los cantantes; reacciones que sólo muestran la desesperación del madurismo. Están perdidos.
Las últimas declaraciones de maduro son graves y constituyen una amenaza abierta contra el pueblo, cuando dice que de ser derrotado se producirá un “baño de sangre” sobre el país. Luego, en una conversación montada y debidamente filtrada, maduro insiste en que sólo él puede evitar un baño de sangre; se siente como los dictadores, como Chapita, como Somoza o Gómez, el “protector del pueblo”.
Aquí hay que detenerse. Aunque maduro está acostumbrado a decir cualquier cosa y, sobre todo, a incumplir su palabra, en estas declaraciones se refleja la desesperación del que sabe que está solo, que no tiene argumentos y que únicamente recurriendo a la violencia, se puede sostener en el poder.
Los únicos que pueden provocar la violencia, son ellos. En estos 11 largos años, han creado todo un aparato y andamiaje represivo, que ha llevado la violencia y el miedo a nuestra sociedad. Tienen el control de grupos paramilitares, cuerpos policiales y militares, fiscales y jueces, que actúan violando los Derechos Humanos, tal como ha sido denunciado por todos los organismos internacionales, en particular, de las Naciones Unidas y de la Corte Penal Internacional.
Entonces, ¿de qué estamos hablando?, sólo ellos pueden generar la violencia. Las palabras de maduro, siendo presidente y candidato, son más graves aún, cuando él es el jefe de este aparato represivo y comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Habría que preguntarse: ¿Quiere decir que maduro está preparando un “autogolpe”? ¿Acompañará la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, esta aventura fujimorista? ¿Serán capaces los Altos Mandos comprometidos, como están con el madurismo, de terminar en el ostracismo y la debacle institucional apoyando una aventura violenta y desconociendo la voluntad del pueblo? ¿Los mandos medios y oficiales bolivarianos que aún quedan en la institución, acompañarán al generalato en esta acción inconstitucional?
La institución militar está obligada a defender la Constitución y respetar la voluntad del pueblo, consagrada como el asiento de la soberanía nacional y que se expresa en la elección universal y secreta. De las amenazas del propio presidente de la República, se abren escenarios de confrontación y definiciones políticas e institucionales.
Otros voceros y jefes del madurismo, como el presidente de la Asamblea Nacional y jefe del comando de campaña de maduro, ha llamado a ocupar el viernes 25, “toda Caracas”, y habla de “millones”, que se desplegarán para tomar la ciudad capital; millones que ellos saben que no tienen, pero sus palabras son una incitación directa al choque y la violencia callejera, justamente el día del cierre de la campaña, cuando, como es normal, la oposición también hará sus actos políticos. Las vueltas que da la historia; ahora es desde el gobierno que se instiga un choque, como hicieron los golpistas el 11 de abril de 2002.
Es necesario recordar –y actuar responsablemente en consecuencia– que cualquier grupo puede estimular o propagar la violencia, con lo cual está cometiendo un delito. Pero el Estado y sus distintos instrumentos, en particular, la FANB, no pueden incurrir en los mismos delitos, ni actuar como una parcialidad o grupo político; más aún, cuando son ellos los que tienen el monopolio de la violencia, las armas de la República y el mandato expreso de defender el Texto Constitucional.
El gobierno y el madurismo, como un todo, al recurrir ahora al miedo y estimulando la violencia, están actuando, una vez más, de forma irresponsable.
Al carecer de apoyo popular, quieren llevar la política a los escenarios de confrontación, donde ellos se sienten fuertes, sin importarles las consecuencias. Pero, no contarán con el mismo apoyo que tuvieron hace 10 años; la situación es absolutamente distinta, el desgaste y el rechazo es enorme.
El madurismo sobreestima sus fuerzas y se equivoca. Todos estos años de actuación indolente con respecto a los intereses populares, han creado un profundo rechazo y una determinación a poner fin a este desastre. Como me decía José Vicente Rangel, “lo más peligroso de la política, es lo que no se vé”. Ésto fue lo que pasó el 27 de febrero con “El Sacudón” o el 4 de febrero con la Rebelión Militar del Comandante Chávez, hechos inesperados que sorprendieron a la élite política y económica de la IV República, envanecida del poder y de espaldas al pueblo.
El mejor antídoto a estas amenazas y amagos de violencia del gobierno, es, precisamente, no tener miedo. El pueblo venezolano se movilizará masivamente para ejercer su derecho al voto y allí, frente a la máquina y la conciencia, votar por quien quiera. Ningún gobierno puede conculcar ese derecho; por el contrario, todas las instituciones del Estado, y en particular, la FANB, tienen que garantizar este derecho.
Hemos denunciado que el gobierno ha actuado de manera consistente para vulnerar el derecho a la participación política de los venezolanos y todo indica que preparan un gran fraude electoral. La actuación de Elvis Amoroso al frente del CNE es vergonzosa, y ni siquiera guardan las formas. Después de mentir descaradamente, como hicieron el 3 de diciembre pasado (cuando, con ocasión del Referéndum de El Esequibo, aseguro que obtuvieron 10 millones de votos), del CNE se puede esperar cualquier cosa.
Nuevamente, el mejor antídoto para todas estas maniobras es la participación política, salir a votar, mantenerse movilizado, no caer en el peine de la violencia y sobre todo, no tener miedo.
El madurismo se siente seguro de sus lealtades entre los grupos de poder, pero éstas no son el resultado de un proyecto político o de una convicción ideológica; el madurismo se amalgama con el oportunismo, intereses particulares, mucho dinero y la creencia de que el pueblo aceptará sus trampas y acciones ilegales, porque está paralizado por el miedo. Hoy día, muchos están sacando sus cuentas, negociando, poniendo sus intereses a salvo, saben que en el avión de maduro, no caben todos.
Los escenarios que se abren en el país, son de extraordinaria inestabilidad. El madurismo, su intolerancia e insensatez, son los únicos responsables de lo que suceda en el país. Están cosechando lo que han sembrado, lo que resulta como una realidad inmensa, inocultable, es que el pueblo no los quiere en Miraflores; no es que quieren a alguien en específico, sino que no los quieren a ellos.
Si el madurismo decide por el fraude y la violencia, y pueden mantenerse en el poder a pesar del rechazo extendido en todo el país, se estarán declarando –abiertamente– como una dictadura más, un gobierno frágil, ilegítimo e incapaz (como lo ha demostrado en 11 años) de hacer frente a los grandes desafíos del país, y de cómo resolver los problemas que ellos mismos han creado.
Su eventual permanencia en el poder seguirá erosionando y destruyendo las bases de esa patria que nos legara Chávez y que el madurismo ha destrozado. El país hay que reconstruirlo desde sus cimientos, junto al pueblo. No se trata de retroceder aún más, sino de volver a la Constitución, reconquistar la Soberanía sobre nuestro petróleo, nuestro territorio, nuestros recursos naturales, y reconquistar las garantías y derechos del pueblo venezolano.
El pensamiento chavista, de Chávez, tiene una extraordinaria vigencia en los momentos de crisis y definiciones que vivimos, pero primero hay que derrotar al madurismo, quien ha cerrado todas las posibilidades de participación política popular, sobre todo, de la izquierda y el campo Bolivariano.
El pueblo avanzará de cualquier manera, quieran o no, en medio del caos y de un inmenso vacío de liderazgo (por lo menos, revolucionario). El papel de un dirigente popular, chavista, es estar junto al pueblo, para conducirlo, acompañarlo, para orientarlo, luchar contra sus opresores, levantar la voz contra la injusticia. El silencio no es una opción, la complicidad, tampoco.
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