OPINIÓN

El último gran aplauso

por Eduardo Viloria y Díaz Eduardo Viloria y Díaz

Bolívar, de José Antonio Rial en dirección de Carlos Giménez (archivo Eduardo Bolívar)

Nunca la muerte es prematura, cada ser existe en el preciso momento, en el tiempo y espacio que le corresponde. Las ausencias pueden dejar un vacío y es imposible no rememorar a quienes a pesar de estar fallecidos, aparecen lozanos en las mentes de aquellos que fuimos testigos de sus obras. Continuamente el arte es impactado por personas que dejan una huella que repercute en épocas posteriores. En Venezuela un significativo número de grandes personalidades han contribuido a darle forma a las artes escénicas, toda generación ha tenido sus referentes, patrones que se integran a la historia en el extenso transitar de los creadores. En el pasado pudimos contar con la sólida presencia de un importante conjunto de actores que desde el proscenio retaron lo efímero del teatro y hoy sobreviven en esa delicada franja de la memoria.

El coronel no tiene quien le escriba, Germán Mendieta, Daniel López, Ingrid Muñoz y Gerardo Luongo, 1996 (archivo Eduardo Bolívar)

El sublime oficio del actor demanda una exigente preparación, para llegar a profundidad en la esencia de un personaje, se requiere de herramientas que permitan dar una efectiva forma a la interpretación. Un actor sin formación es un ente que vaga desnudo y famélico sobre el escenario, apenas disimulable cuando estamos frente a las cada vez más frecuentes obras teatrales carentes de contenido y de intranscendente existencia. Histriones con incuestionables lugares  en la crónica teatral son: Fernando Gómez, Rafael Briceño, Carlos Márquez, Fausto Verdial, Esteban Herrera, Carlos Canut, Manuel Poblete, Enrique Benshimol,  Alfredo Sandoval, Marcelo Romo, Enrique Alzulgaray, Héctor Myerston, Alexander Milic, Orangel Delfín, Gonzalo J. Camacho, Cosme Cortázar, Gustavo Rodríguez, Omar Gonzalo… Verdaderos maestros. Más reciente, Germán Mendieta (Punto Fijo 1960 – Ib. 2012) fue una figura que escribió fundamentales páginas de la actuación en el país, dueño de un singular desenvolvimiento escénico y una fuerza que emanaba como vendaval, logró ser un artista imprescindible al hacer una semblanza, dejándonos inolvidables papeles a lo largo de su carrera.

Desde la infancia manifestó su interés por la actuación, a los once años inicia su preparación en la capital falconiana, estudiando entre 1972 a 1975 en la Escuela de Arte Dramático Andrés Bello con el profesor Edgard Briceño, lo que en sus palabras le permitió tener una visión madura de la vida.  En la segunda mitad de los setenta se traslada a Caracas y cursa estudios en la prestigiosa Escuela Juana Sujo de donde egresa en 1979, de allí pasaría a formar parte de una de las compañías clave en el teatro venezolano, el Grupo Theja, durante una década de la mano de los dramaturgos y directores José Simón Escalona, Xiomara Moreno, Javier Vidal y Javier Moreno participa en importantes y recordados espectáculos: Calígula; Salomé; Manivela, El otro; Cuatro esquinas; Marilyn, la última pasión; Geranio y la célebre Autorretrato de artista con barba y pumpá, montaje esencial en el estudio de nuestro teatro.  En 1991 pasa a formar parte de otra gran compañía en Venezuela, Rajatabla, comienza así una larga y fructífera etapa de creación,  en este período se producirán las mayores actuaciones de German Mendieta, con las que recorrería los teatros de unos 20 países, La cándida Eréndira; El mesías; Con el corazón en una jaula; Buñuel, Lorca y Dalí; Israfel; Peer Gynt, Oficina n° 1;  Del amor y otros demonios; Trastos viejos y  los remontajes de Señor Presidente y Bolívar. Desafiante y con toda la majestad encarna al mariscal Antonio José de Sucre en el fastuoso montaje, Sucre el sueño del hombre; en Hamlet crea un ceremonial protagonista, taciturno, explosivo y delirante. Para celebrar el 25 aniversario de la fundación Rajatabla, deciden reponer uno de sus hitos en la producción teatral, El coronel no tiene quien le escriba,  un reto de importancia capital para Mendieta; sustituir al icónico Pepe Tejera quien había hecho de ese personaje su marca personal. Con una sentida y rotunda propuesta  del Coronel, logró dejar una impronta distinta y aclamada, en esa pieza ubicó su nivel actuación en una frontera difícilmente superable y que después de un cuarto de siglo al ser evocada resulta conmovedora. Erguido ante la adversidad y como único patrimonio su dignidad, se plató firme sin claudicar, un personaje fiel reflejo de la integridad de Germán Mendieta.

De especies, escrita y dirigida por Xiomara Moreno, 2007 © Nicola Rocco.

Hasta 2008 es la figura indiscutible como primer actor de la Fundación Rajatabla, posición que permitió participará en producciones de distintas agrupaciones y con algunos de los más sobresalientes directores del país, Gerardo Blanco, Johnny Gavlovski, José Domínguez, Daniel López, Ugo Ulivi y Raúl Brambilla, con los que obtiene las mejores críticas y  la admiración del exigente público de  entonces. Entre los notables  galardones conseguidos a lo largo de su trayectoria están: Seis veces  ganador del Premio municipal de teatro; el Marco Antonio Ettedgui, Orden Antonio José de Sucre en primera clase y un considerable número de reconocimientos en Venezuela y el exterior.  En el cine tuvo un pequeña pero resaltante participación, El general y la fiebre dirigida por Jorge Coscia (Argentina 1993); Una vida y dos mandados de Alberto Arvelo Torrealba (1997) por la que triunfa en la premiación de la ANAC como mejor actor; Días de poder del maestro Román Chalbaud (2011) y Ley de fuga (de Ignacio Márquez en 2014). De carácter jovial y condición solidaria, siempre brindó apoyo a los jóvenes participando en una docena de cortometrajes y vídeos estudiantiles; constantemente expresaba que él era el resultado de de una generación que recibió conocimientos y que ahora debía de ponerse al servicio de la nueva generación ofreciéndoles su saber.

Convencido de la importancia de garantizar el relevo, asume el rol de profesor de actuación en el TNT (Taller nacional de teatro de la fundación Rajatabla) y se dedica a compartir su experiencia, aspiraba a que en el futuro existiera una juventud  formada con excelencia, que fuese comprometida con el teatro y su rol como agente de transformación en la sociedad. Adicionalmente a las labores de enseñanza, abraza la dirección como una prolongación del aprendizaje impartido a sus alumnos, como director demostró cabalmente la comprensión total de su visión teatral, en las obras llevadas a escena  pudo configurar un personal leguaje y discurso estético, ilustrando cada una de sus incertidumbres, sus pasiones, el rigor y la honestidad expresiva que brindaba con libertad a través del arte.

Germán Mendieta y la reconocida actriz Teresa Selma -Nicola Rocco

Para Germán Mendieta la condición del actor se manifestaba en él como la vocación de hacer trascender la experiencia dramática, un vínculo entre la voz del autor y el público; cada rol era elaborado con filigrana en un arduo proceso,  donde la concepción de un tejido  emocional lo  proveía de una aguda dimensión que posteriormente se expresaba con riqueza en el espectador. La creación de sus personajes estaban elaborados desde la grandilocuencia de la verdad, cosa muy distinta a la gélida y falsa naturaleza con la que hoy en día ciertas corrientes pretenden enmascarar a la actuación. Generoso en escena y a la vez intimidante, constantemente dignificó su profesión, dotándola de caballerosidad, honradez y carácter. A quienes disfrutamos de su talento nos quedará  siempre la ilusión de su paso mágico en el escenario, por eso, fervientes agradecidos, le dedicamos el último gran aplauso.