Con vestigios de inmolación venezolana se escribe este doloroso capítulo. Son miles los sacrificados en estos tiempos endiablados de abusos revolucionarios. En Venezuela, se instauró un proceso inspirado en la persecución brutal de la libertad, lo hicieron de manera paulatina hasta ir desmontando todo lo que costó en muertes y destierros. La larga mano de la anterior dictadura fue agujereada por la firme decisión de un liderazgo que antepuso los legítimos intereses particulares por salvar la patria. Ahora, aquella gesta heroica fue liquidada.
El trabajo de décadas para legarnos una democracia, que, aunque con limitaciones, significó la era de mayores aciertos en nuestra historia, yace secuestrada por la acción perversa de un grupo de inescrupulosos. Los vientos arrasadores del populismo sembraron ilusión entre las mayorías incautas, quienes marcharon cansinamente hasta las fauces del monstruo, que utilizó todas sus argucias para gobernar su voluntad. Un pueblo ciego fue su comparsa durante años de borrachera oficialista.
La actualidad nacional es extremadamente compleja. El régimen debilitado no termina de caer en el ataúd. Ya el cajón espera impaciente la llegada del eterno huésped. Que no termine de marcharse, lo que tiene que hacer, trae consigo la desesperanza en las mayorías. Esa situación nos sigue complicando y nos hace proclives a las soluciones mágicas que no llegan. La coyuntura histórica nos invita a tener coherencia en el propósito del cambio necesario.
La nación necesita de una respuesta rápida ante la monumental crisis que padecemos. Estamos entre dos aguas que no terminan de aquietarse. Un tsunami que se yergue sobre nuestro destino es la barrera que tenemos que superar. Es hora de asumir las riendas de una Venezuela sometida por una casta emponzoñada de odio. Este país ya no aguanta más vejámenes, son demasiados años resistiendo estoicamente la furia de una dictadura atroz. La crisis generada por ellos es de tal magnitud que bate récord en el mundo.
La complejidad venezolana invita urgentemente a una salida, es el momento de asumir con mayor entereza la anhelada libertad, que no sea un concepto de discursos en las tribunas. Que sea un pueblo manifestando su descontento ante los responsables de su necesidad, nosotros construyendo nuestro destino. Sería un verdadero crimen permitir que Nicolás Maduro siga en Miraflores, una afrenta contra el pueblo venezolano. Ojalá que estemos transitando el último capítulo de esta espantosa novela de terror.
@alecambero