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El TSI, de magistrados a lacayos

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Yuri Cortez / AFP

Somos libres para no ser injustos.

                                                Los derechos deben ser tomados sin dudarlo. Jamás deben ser solicitados, incautados ni suplicados

José Martí

Cada minuto es más evidente la importancia fundamental que entre los tres poderes republicanos, constitucionalmente democráticos, tiene el Poder Judicial. Lo muestran las crisis graves que por ese motivo confrontan hoy Estados Unidos, Israel, Argentina, Ecuador, Venezuela, entre los aún rescatables del totalitarismo populista de izquierdas y derechas, religiosas, ateas y agnósticas.

El aún llamado Tribunal Supremo de Justicia en Cubazuela, desde su sigla robada mantiene una farsa trágica. No es tribunal ni supremo, es tribuna del partido oficial y supremacista  porque desde su escenario exhiben carnavalescas togas y birretes graduados en la  noble carrera universitaria del Derecho, pero la deshonran con su  ciega obediencia al régimen que  desde su certificado de nacimiento militantemente chavista por 23 años, segrega y anula los derechos ciudadanos de los disidentes consagrados en la carta magna vigente y por ellos violada de modo sistemático. Dos eslabones de la cadena que derivan en la injusticia.

Para ser magistrado del TSJ los aspirantes eran investigados con lupa por el Congreso legítimo sobre su trayectoria en acciones de jurisprudencia, probada honradez personal, neutralidad, independencia política. Aún así, se infiltraron bandas que traficaban influencias a su favor, pero al ser detectados y denunciados por la prensa libre nunca lograron la fuerza que anulara el poder de la institución.

El primer poder de este régimen narcodelincuencial radica en el militarismo con sede en Fuerte Tiuna, cuartel-cártel mayor  cuyo generalato de dos mil y más adornados con medallas trisoleadas no ganadas en heroicas guerras patrióticas defensivas de los límites patrios, pero sí en domésticas  batallas  intramuros y en los territorios nacionales donados a las fronterizas fuerzas armadas de foráneas narcoguerrillas terroristas. Eso decide quién es más sumiso a Cuba y merece subir de rango para que su ministro en funciones ordene  uno a uno los decretos al ocupante y su combo  palaciego  en  Miraflores. A su vez, continúa la cadena de mando en la ilegítima Asamblea ¿Nacional?  que  recibe la orden   y en reunión presuntamente legislativa  lo aprueba sólo con la señal de costumbre. Por fin llega el papelucho al estrado de los siervos togados que  se limitan a sellar el veredicto a  la sombra y lo lanzan a los noticieros pero a veces adornan su montaje teatral con la oratoria de auténticos tribunales supremos de justicia.

Acaba de suceder en horas oscuras cuando destituyeron a la Junta Directiva de la Cruz Roja Venezolana, muy respetada filial de la  prestigiosa Federación Internacional. Formas de proceder acumuladas en un grueso prontuario de mandatos arbitrarios y de facto, que se despachan a juzgados, oficinas tribunalicias  y policiales comandos de malhechores y sicarios por paradoja bautizados como “de Seguridad”.

Este obediente coro desde su tarima es el último eslabón injusto donde no hay derecho a reclamos individuales ni protestas colectivas y conduce directamente a las prisiones en mazmorras, a torturas de un sadismo sin tregua, a ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas con otros delitos de lesa humanidad que remiten a  criminales  nazis, Los Juristas del Horror, descritos con crudos, espeluznantes detalles en el libro  del alemán Ingo Müller en 1987. Doctor en Derecho y Filosofía.

Los siervos del TSI pudieran justificar su aberrante proceder replicando que no son genocidas ni apoyarían campos de exterminio. Pero al igual que Vladimir Putin y otros  delincuentes de sistemas teocráticos donde el tirano  suprime  con leyes sobrevenidas el Estado de Derecho, sucede que debido a que su  agresiva patología narcisista de Yo el Supremo, induce pánico grupal y sus equipos lo secundan como a un dios. En ese proceso pierden la capacidad de  reflexión ética y hasta los sentimientos de  una mínima culpa. Se robotizan y  quien sabe cuántos  con magníficos sueldos.

Si algunos abogados de esta castrochavomadurista Tribuna Supremacista de la Injusticia (TSI) todavía tienen una pizca de sana conciencia, les resultaría muy conveniente acudir al aquí señalado libro de múltiples reediciones y traducciones. Pues un día no lejano su descendencia familiar y dignos, legítimos juristas venezolanos exiliados a juro junto   nuevas generaciones tituladas en el exterior, los someterán a duras preguntas hasta  llevarlos al banquillo de acusados, de esa sí, la justa justicia que tarda pero sin falta llega.

Esta nota es el borrador de la clase inaugural del primer año de Secundaria que resucita una asignatura retirada de los programas para bachillerato por la confiada democracia representativa. Menos mal que era obligatorio para el alumnado recitarla al caletre con todo y fastidio, pues constituye el concepto central para renovar la formación de ciudadanos libres en todo nivel educativo, desde preescolar hasta la universidad.

Moral y Cívica se llama esta materia y contiene las virtudes que aniquilan los actores del siniestro TSI con el apoyo de organismos empresariales, comerciales, encuestadoras electoralistas y otros cómplices.

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