Una de las frases más famosas de Simón Bolívar es “para alcanzar la victoria, siempre ha sido fundamental seguir el camino del sacrificio”. En este sentido, Javier Milei es un luchador perenne, no es un paracaidista, como lo quieren definir algunos inconscientes e irresponsables. Desde hace años lo hemos visto debatir con seis o siete periodistas a la vez, en el canal de televisión América. Tiene una paciencia de camello para explicarle el alcance de sus propuestas diez y quince veces a los periodistas. Fundó un partido libertario que de la nada fue poco a poco llenando un espacio ideológico que estaba algo vacío en la nación austral, que no es otro que el del liberalismo clásico, que en la propia Argentina funcionó con las ideas de Alberdi. En los años noventa del siglo XIX Argentina fue un país latinoamericano cuya economía estaba al nivel de las de Francia, Alemania y Bélgica.
Ya olía mal el gobierno de Alberto Fernández (presidente de la nación) y de Cristina Fernández de Kirchner (vicepresidente y condenada por actos de corrupción), y para que el peso de la derrota lo llevará otro distinto, idearon nombrar candidato (quizá fue ¡candidote!) al ministro de Economía, Sergio Massa, quien en un debate final televisivo insultó y acorraló vulgarmente al economista Javier Milei. Por si fuera poco todo esto, aumentó la emisión de dinero (sin reservas internacionales) para captar votos, al punto de que hasta causó un desastre en la distribución de combustible para los camiones y automóviles. La inflación en Argentina alcanza el 142,4%, ya casi alcanza a la de Venezuela.
Por si fuera poco esto, al unísono empezó una campaña desde el propio gobierno kirchnerista y neoperonista, del miedo, en donde denunciaban que Javier Milei pretendía acabar con la educación pública y promover el comercio de órganos.
Los sondeos iniciales preveían que Massa y Milei estaban casi empatados. Yo mismo creía que si ganaba Javier Milei sería con una diferencia de pocos puntos. Pero se produjo el milagro, o inteligencia política. Patricia Bullrich, quien había quedado afuera del ballotage o elección definitiva, supo aceptar la invitación del candidato libertario, y su electorado lo comprendió así, y se produjo el tan ansiado traspaso de votos, que siempre es algo difícil en una democracia. Mauricio Macri, expresidente de la nación argentina, y hombre muy respetado en el partido Pro aupó la gran alianza se produjo una fuerte supervisión de las mesas electorales, y casi a las 8:00 de la noche el propio Massa reconocía su derrota. Javier Milei se llevó 55,69% de los sufragios, contra 44,31% de Sergio Massa. También se conoció que 96,75% de los votos fueron válidos, mientras que 1,55% fueron en blanco, y 1,62% fueron nulos. Se derrotó totalmente la consigna de sectores de Unión Cívica Radical, quienes pregonaban un voto en blanco que indirectamente favorecía a Massa.
Hoy por hoy, la tarea que le espera al nuevo presidente de Argentina no es fácil. El país de Jorge Luis Borges, gran maestro de la literatura fantástica, está atenazado por 167 impuestos. Tiene una historia de 60 años con déficit fiscal, más 77 años de inflación , y 18 millones de pobres que representan 43% de la población.
Es increíble y obscena la retahíla de insultos que el presidente dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, le endilga al presidente electo argentino. ¿Acaso se le han olvidado a Nicolás Maduro los 7 millones de venezolanos que han tenido que salir de su país, en especial los miles que atraviesan a pie la terrible selva del Darién en Panamá?