El chavismo ya puede sentirse orgulloso: entre los grupos de crimen organizado que operan a lo largo y ancho de Latinoamérica ya hay uno de origen venezolano, el Tren de Aragua. Viene a sumarse a los carteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, las maras salvadoreñas MS-13 y Barrio 18, los grupos colombianos ELN y Clan del Golfo y los brasileños Primeiro Comando da Capital y Comando Vermelho. La dispersión de la obligada migración venezolana ha facilitado la expansión del Tren de Aragua, cuya actividad delictiva está muy centrada en el negocio de la extorsión y la trata de personas entre connacionales.
Su germen está en mafias sindicales que surgieron a raíz del megaproyecto ferroviario del inicial Hugo Chávez y el posterior hacinamiento de los detenidos en la cárcel de Tocorón, en el estado de Aragua, donde también por las políticas de Chávez surgieron «pranes» carcelarios. Desde esa prisión fue consolidando su poder el líder de la banda, Héctor Guerrero, conocido como «Niño Guerrero». Si la red ferroviaria anunciada por Chávez, que supuestamente iba a tener financiación china, apenas se ejecutó, al menos queda como herencia del visionario presidente el grupo criminal del Tren de Aragua.
Se ha mencionado a este grupo como posible ejecutor del secuestro este mes de febrero del exteniente venezolano Ronald Ojeda en Chile, tanto por cuenta propia como quizá en un servicio para el Gobierno de Nicolás Maduro; otra hipótesis apunta a un secuestro directamente llevado a cabo por la Dirección General de Contrainteligencia Militar venezolana.
Las sospechas en ambas opciones se asientan sobre dos realidades ampliamente constatadas: que el Gobierno chavista –o madurista– actúa desde hace tiempo como una asociación criminal, manejando negocios ilícitos y operando de modo transfronterizo, y que a medida que el propio estado venezolano ha ido colapsando ya no puede tener bajo su control grupos competidores que han crecido aprovechando precisamente el ecosistema delictivo interno: el Tren de Aragua no es un «colectivo» más que Maduro pueda incorporar a su estrategia.
La banda se vio potenciada cuando Tareck el Aissami, uno de los gerifaltes maduristas ahora caído en desgracia, fue gobernador de Aragua, entre 2012 y 2017; a partir de ahí el gobierno ya no pudo retener las riendas. «Niño Guerrero» fue condenado a 17 años de prisión en 2018; cuando las autoridades venezolanas quisieron recuperar el control de la cárcel de Tocorón en la que se encontraba, el líder y otros cuarenta presos se fugaron, sin que hasta hoy se sepa el paradero de Guerrero.
Algunos medios estiman que el Tren de Aragua cuenta con 2.700 miembros, contando tanto quienes empuñan las armas como colaboradores e informantes; otras fuentes elevan la cifra hasta 5.000. La mayoría están encarcelados, pero desde las prisiones siguen operando.
A partir de 2020, tras el confinamiento a raíz de la pandemia de covid-19 y la recobrada movilidad de los migrantes venezolanos, el Tren de Aragua empezó a levantar su perfil internacional. Primero en la vecina Colombia, donde el grupo ha participado en el contrabando y la trata de personas; también ha intentado penetrar en el narcotráfico, aunque le ha valido enfrentamientos con el Clan del Golfo, con el que inicialmente cooperó, y también con facciones disidentes de las antiguas FARC.
En esa frontera colombo-venezolana, el Tren de Aragua puede ganar un espacio en el negocio de la droga, dado que mucha cocaína producida en Colombia entra en el vecino país para emprender desde allí la ruta hacia Estados Unidos o Europa (otra salida importante es por Ecuador, donde han crecido grupos propios, como Los Choneros y Los Lobos, que siguen siendo meramente locales). Ahí podría estar captando miembros venezolanos del ELN y de las ex-FARC que se habían enrolado dando un carácter binacional a esos grupos.
En otros lugares, sin embargo, el Tren de Aragua tiene difícil robar espacio a las redes ya constituidas de narcotráfico. Según el portal Insight Crime, dedicado al crimen en Latinoamérica, «el control sobre los corredores de droga y los pasos fronterizos y su creciente músculo financiero aumenta la posibilidad de que dé el paso al narcotráfico trasnacional», si bien se trata de algo lejano. Además, «a pesar de su expansión regional se verá también limitado en cualquier intento por incursionar en las economías criminales internacionales más lucrativas».
Sea como fuere, la incorporación del Tren de Aragua a la lista de grupos de crimen organizado continental marca una «nueva ola de criminalidad» en la región: «la amenaza del crimen organizado en América Latina está creciendo», señala el último informe de Insight Crime, que recuerda que un tercio de los asesinatos que se realizan en el mundo ocurren en Latinoamérica; de ellos, la mitad son obra del crimen organizado.
Artículo publicado en el diario ABC de España