OPINIÓN

El Tren de Aragua en el Perú

por Fernando Rospigliosi Fernando Rospigliosi

Una de las razones del rápido incremento de la delincuencia en el Perú es la masiva presencia de malhechores extranjeros (al menos unos 30.000, aunque algunos policías estiman que son más). Y, sin duda, el motivo principal del aumento de la violencia es la llegada de bandas criminales como el “Tren de Aragua”, integrada por facinerosos venezolanos.

En un libro recién publicado, la periodista venezolana Ronna Rísquez señala que «Perú fue el primer país de la región donde se conoció la presencia de miembros del Tren de Aragua. Desde entonces, han identificado la participación de la organización en sicariatos, extorsiones, secuestros, prostitución y venta de drogas.» (El Tren de Aragua: La banda que revolucionó el crimen organizado en América Latina, 2023).

Rísquez precisa que «en su internacionalización, la megabanda siguió la ruta de los migrantes venezolanos». Estos migrantes se convirtieron en sus primeras víctimas y en los difusores involuntarios de sus mensajes de horror. Los extorsionaban, los obligaban a transportar mercancías ilícitas y los secuestraban.

Una de las primeras cosas que hicieron fue controlar los pasos informales en las distintas fronteras que deben cruzar estos migrantes, cobrando por el traslado y obligando a los migrantes a transportar drogas, etc.

Esa banda criminal incursiona en todos los delitos posibles, grandes y pequeños, pero su especialidad es la extorsión, observa Rísquez. No es casual que esa sea una modalidad delictiva que ha crecido exponencialmente aquí en los últimos años. Por su propia naturaleza, muchos no denuncian el delito y no hay estadísticas confiables.

Los cabecillas de la banda «son Héctor Rustherford Guerrero Flores (“Niño Guerrero”), Yohan José Romero (“Johan Petrica”) y Larry Amaury Álvarez Núñez (“Larry Changa”). Los tres comparten la jefatura del Tren de Aragua desde que surgió en 2014. «Pero es el primero el que, desde el penal de Tocorón en Aragua, mueve los hilos de la organización criminal en el continente: «La organización opera en el exterior con células que reportan directamente al Niño Guerrero en Tocorón».

Esta organización se caracteriza por tener un mando único y un orden jerárquico inquebrantable, basado en la lealtad de sus integrantes. Han desarrollado una especie de cultura organizacional propia, que es replicada y defendida incluso por quienes ya no forman parte del grupo. En el Perú, afirma Rísquez, operan células, no franquicias, que reciben órdenes desde la prisión de Tocorón.

Uno de los cabecillas, “Larry Changa”, estuvo viviendo en Chile con documentación falsa e incluso abrió un pequeño negocio legal que usaba como tapadera, con un perfil muy bajo. Hasta que la policía lo descubrió y huyó del país.

Allí incursionaron en diversas actividades, «como el caso de las 100 motos compradas por miembros del Tren de Aragua en la localidad de Tarapacá, en Chile, para ser arrendadas a inmigrantes venezolanos desempleados, que ingresaron de forma irregular, y las utilizan para trabajar como repartidores».

También «el secuestro ha sido uno de los delitos más rentables para las megabandas venezolanas», añade Rísquez. Tampoco es casual que los secuestros estén en aumento en el Perú después de mucho tiempo.

Por último, la autora insiste en que la falta de cooperación internacional entre los cuerpos policiales de países de la región es una de las dificultades más significativas para combatir con éxito al Tren de Aragua. En particular, se refiere al poco interés de las autoridades venezolanas en ayudar a sus pares de los países donde han extendido sus tentáculos: Colombia, Brasil, Perú, Ecuador, Bolivia, Chile.

El motivo es la estrecha relación de esa banda con la narco dictadura de Nicolás Maduro, sobre todo a través de Tareck el Aissami, uno de los líderes de la gavilla del socialismo del siglo XXI.

Si observamos no solo lo que está ocurriendo en el Perú sino en todo el continente, es evidente que el avance aterrador del crimen organizado es la amenaza principal para la seguridad nacional y la existencia misma del Estado. Se requieren soluciones radicales.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú