OPINIÓN

¿El traidor es quién?

por Luis Alejandro Aguilar Pardo Luis Alejandro Aguilar Pardo

Hoy, la invasión extranjera se ha consumado. La invasión más humillante y extraña que haya ocurrido jamás. Además una invasión plural de grupos que son de por sí incompatibles y que tienen objetivos diferentes y contrapuestos.

Por ahora se toleran mientras consolidan sus posiciones, intereses y fuerzas. Pero el decurso del tiempo los llevará inexorablemente a enfrentarse hasta la extinción. Profundas y radicales diferencias políticas, religiosas, geopolíticas, imperialistas transitan hoy en una vía común de rieles paralelos pero que eventualmente se van separando milímetro a milímetro que, al alcanzar el punto de separación intolerable, desatará un enfrentamiento violento plagado de barbarie.

Sí, la invasión extranjera ha sido exitosa. Una variedad de naciones y ejércitos inter “…fóbicos…” dominan a nuestro país. Si no fuera por lo patético sería hasta cómico: los unos se odian con los otros.  ¿Yihadistas con chinos, rusos con colombianos, musulmanes con babalaos, turcos con iraníes, cubanos con preponderancia, disidentes de las FARC con medio-militares venezolanos y medio-militares venezolanos con el ELN con traficantes de narcóticos, de armas, de seres humanos, de órganos, criminales, que secuestran niñas para prostituirlas y convertirlas en esclavas sexuales? No es una mayonesa sino una ensalada rusa que bien se puede descomponer en sus ingredientes originales. Y una ensalada incompatible y repulsiva que incorpora todas las abominaciones y atrocidades conocidas y por conocer del salvajismo del comportamiento humano más putrefacto. Eso significa: “podrido”.

De los yihadistas, el terrorismo, volar con explosivos a miles de inocentes para que un imbécil se consiga no sé cuántas vírgenes en su paraíso.

Chinos que son capaces de cualquier atrocidad; desde dejar morir de hambre a su población hasta amancebar a los condenados a muerte para vender sus órganos. Los mantienen vivos y saludables hasta el momento de la ejecución; justo después de perfeccionar el contrato de compraventa del órgano. ¿El método de ejecución? Depende de la ubicación del órgano vendido.

Rusia ya se ha ganado la medalla olímpica del inframundo; las Olimpiadas de Hades, dios del inframundo en la mitología griega. Solo basta seguir el rastro de niñas y mujeres violadas y asesinadas por las tropas de “jóvenes reclutas rusos dizque no sabían que los llevaban a una guerra” en Ucrania pero que los “inocentes reclutas” en sus acciones militares “aprovechan” la “carne fresca” de las niñas o la disponible.

Cuba. El régimen más idiota de todos. Hace una alianza con los salvajes rusos para colocar misiles nucleares con alcance a Estados Unidos y otros territorios vecinos (no sé si hubieran podido alcanzar a Venezuela, pero no me extrañaría que sí) a sabiendas de que la respuesta de Estados Unidos arrasaría con toda la isla, su población y su hábitat. La masacre hubiera sido tan fructífera para Hades que hubiera repudiado a Perséfone y con gratitud se la hubiera devuelto a Deméter para la satisfacción de Hermes y de Zeus. ¡Asunto solucionado!

¿Barbarie? Sí, brutal, salvaje, genocida, inhumana. Se han juntado y posicionado todos los elementos necesarios para que ocurra una masacre.

Percibo que a pocos les importa lo que pueda pasar. “No, eso no pasará aquí en Venezuela” oigo decir. Pero esos son los colaboracionistas, los enchufados, los cuasi enchufados, quienes buscan aliarse al G2, a las SS o a lo que sea hoy en día la KGB.

A otros muchos más, nada más le pueden quitar. Les queda su honra, su dignidad de seres humanos, su formación, su educación, sus valores éticos, lo que les enseñaron en su casa, los ejemplos de sus ancestros

Los de la generación perdida restregaron esos valores por el piso de las cochineras, los de la generación posterior traicionaron los más básicos principios de transparencia y honestidad y los actores de hoy han sido derrotados por muchas razones.

Podrán arrancar dolores, reventar las extremidades, torturar, enloquecer, “suicidar”, encerrar desde hoy y hasta para siempre… pero hay una frase que no olvido que me dijo una de las personas más pusilánimes y asquerosas que haya jamás conocido: “Nunca lleves a tu enemigo más allá de su umbral del dolor porque el dolor lleva a aquel quien ha cruzado su umbral a ser inmune al dolor propio o ajeno”. Él -la piltrafa y mayor basura que haya conocido- vive en Venezuela y lo adoran en los altares de la “gente bien”. Yo no merezco un altar pero pienso que hay quienes lo tienen y no lo merecen.

Nací en 1956. Poco recuerdo de cuestiones allende mi -ínfimo pero nutritivo- círculo familiar relativas a la vida en sociedad. Algunos recuerdos tengo de las elecciones en 1963 y algo de un ametrallamiento a la fachada de mi casa cuando vivía en San Bernardino. Balas que atravesaron los cristales de las ventanas del cuarto donde dormíamos mi hermano y yo y que se incrustaron en la pared. No sé si fueron balas de militares o de guerrilleros. Pero el factor ineludible era que se trataba de guerrilleros porque en la calle perpendicular se encontraba la sede de la Corte Marcial o algo parecido.

Hubo un paso de la autocracia a la democracia en 1958. Solo lo sé porque me lo han contado o lo he leído pero –lentamente- los recuerdos se elevan a la superficie.

Vi hace poco un cierto video de un actor social que sostenía que el principio de todos los males de Venezuela estaba en el Viernes Negro – el 18 de febrero de 1983 – y la política cambiaria.

Pues no es eso lo que yo pienso. El principio de la tragedia lo retrotraigo yo –en mi ignorancia de infancia- a 1960 cuando unos desgraciados inciviles, bárbaros, salvajes, asesinos, delincuentes y brutos decidieron –sin razón- tomar las armas contra la democracia. Se dedicaron a matar a mansalva, a robar, a secuestrar personas (no hay delito –en mi opinión- más abominable que el secuestro ni delincuente más repugnante que el secuestrador), a asesinar a policías, y a atacar con armas y explosivos a la sociedad.

Tuve la oportunidad de viajar a El Encanto en tren. Fue un viaje bonito porque fijé mis ojos y mi corazón en una niña; pero nada: nunca se dio. A ella la bendigo y que su felicidad le acompañe siempre. Éramos muy pequeños.

Afortunadamente, no fui víctima de Teodoro Petkoff en su asalto homicida, cobarde y maldito -sea él o los suyos- al atacar un tren de ciudadanos pacíficos. Y no me quedo con Teodoro Petkoff. Incluyo a Douglas Bravo, a Américo Martín, a aquellos quienes secuestraron a unos niños, quienes secuestraron al empresario estadounidense relacionado con la industria del vidrio, al fantasma desaparecido, al capitán de navío innombrable, a quien presidió la asamblea constituyente, a quien corrompió a los militares con aquel programa de Bolívar 2000, a quienes invitaron a la catajarria de indeseables extranjeros y a todos aquellos a quienes el régimen chavo-madurista ha elevado a  la categoría de héroes de la patria. Nada personal contra ellos – los guerrilleros-. Solo quisiera saber qué realmente significativo y valioso hicieron para enmendar los daños que causaron. Obtuvieron un privilegio que les permitió reincorporarse a la sociedad. Privilegio que les concedió el gobierno de turno, ¿y, con sinceridad, qué hicieron para reparar los daños que causaron –como seres humanos- a quienes dañaron? ¿Y qué hicieron efectiva y eficazmente para impedir esta oprobiosa invasión? ¿Anticontrición o antiatrición?

Todos tienen algo en común: son zombis. Muertos en vida o vivos en muerte.

¿Patria? ¿Traidor a la patria? ¿Quién traiciona a quién? A toda acción le sigue una reacción.

Los traidores son quienes invitaron a la escoria del planeta a neutralizarnos.

Los militares de lo que una vez fue Venezuela –hoy provincia de Cuba y de Rusia y territorio anfitrión de todas las lacras del planeta, son los traidores a la patria. Ellos no sobrevivirán. Los masacrarán los coroneles, los mayores, los capitanes, o tenientes, los rusos, los cubanos, y etc.

Hoy la invasión ha triunfado pero la revolución no. Les falta mucho por conquistar. Les falta destruir su honra, tu dignidad de ser humano, tu formación, tu educación, tus valores éticos, lo que te enseñaron en tu casa,  borrar de las mentes los ejemplos de nuestros ancestros. Lo harán con la propaganda, generando estrés colectivo por medio de la angustia, el terror, el hambre, la escasez, la discriminación,  la confusión programada. Todo eso que tu tienes y todo lo que tienen tu esposa, tus hijos,  tus nietos. Tus amigos serán tus enemigos. Quedarás a merced de los soplones e informantes. Su objetivo fundamental es que, de rodillas, sumiso y embrutecido, vitorees a voz en cuello cuando apenas suavizan -temporalmente, claro- una necesidad básica. En ese momento habrá triunfado la revolución. Salvo que… aparezca el ánimo de resistir. Algo así como una resistencia eléctrica que calienta y mantiene caliente el agua de la ducha de baño.

Yo espero, aunque sea porque seas el más pusilánime de entre nosotros, que tengas un gesto de honorabilidad, de piedad, de caridad, de valor o de reconciliación con los principios y valores con los que tus padres te criaron. Bueno, los padres de muchos pero no los de todos, para desgracia nuestra.

Dios guarde a V. E. muchos años.

La cuenta del autor en Twitter es @Nash_Axelrod.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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