OPINIÓN

El trágico desperdicio del potencial creativo

por Eduardo Figueroa Marchena Eduardo Figueroa Marchena

Resulta abrumador pensar en todo lo que se habría logrado encauzando toda la energía, los recursos, el intelecto y el ímpetu que se han invertido, a fondo perdido, en los procesos electorales de los últimos 12 años. Y es que, desde la elección presidencial del 2012, quedó bastante claro, para el que quiso ver, que el chavismo no tenía pensado salir por votos.

A pesar de la victoria tísica de la asamblea en 2015, el multipranato rojo decidió no responder a la voluntad de los ciudadanos, como tampoco responde a los ruegos, lágrimas y gritos de los torturados, mucho menos al hambre o al clamor de seres humanos que, al criterio socialista, tienen ese abominable deseo burgués de contar con los servicios básicos; agua, luz y gas. Sin entrar en mayores detalles, cualquiera puede deducir, sin ser un genio, que un régimen que asesina, persigue y encarcela a quien tiene la osadía de decir que las cosas no están bien, no tiene la menor intención de salir del poder. ¿Y entonces qué?

Ante semejante realidad, la respuesta no es echarse a llorar y normalizar la tragedia, tampoco puede ser jugar a la democracia con villanos que parecen salidos de una película de James Bond. La respuesta es crear escenarios, dentro y fuera del país, donde se incentive el desarrollo de soluciones no convencionales, las cuales no pueden, no deben y no tienen que concebirse con esa nociva necesidad de inmediatez. Y aquí el meollo del asunto, lo inmediato nos ha salido carísimo y ha traído consigo atascos generacionales, pues la inútil cacería de unicornios ha ido heredándose, por ello aparecen nuevos tontos, planteando las mismas tonterías, que los tontos predecesores ya presentaron hace 20 años.

Tal parece que la inmediatez es la enemiga fundamental del desarrollo, un enemigo silente que va susurrando y seduciendo, pues vende la disciplina, la constancia y la innovación, pilares de la evolución, como innecesarios. Por eso es preferible un tarotista que un psicólogo, es más popular una pastilla que comer saludablemente. Por eso las sectas religiosas han ganado tanto terreno, pues en las congregaciones ecuménicas y milenarias, la formación para interpretar algún volumen sagrado, requiere al menos, estudios teológicos y filosóficos, que a pesar de que no garantizan cordura, al menos sirven de filtro en algunos casos.

Es por ello también, que en laberintos sociopolíticos, como el que atraviesa Venezuela, es más tentador creer que genocidas irán a elecciones con posibilidades de perder, es más atractivo pensar que una aventura armada pondrá de rodillas a un régimen narcomilitar, cuando la realidad es que, desde hace años, debería haber instituciones y particulares otorgando becas a nuestros jóvenes para diseñar soluciones cívicas y de un marco legal internacional. Desde hace mucho tendrían que estar grupos de tarea, análisis y observación en los países donde ocurrieron hechos similares al de Venezuela, innovando, armando pieza a pieza un plan efectivo que humanice el primitivo sistema político, que sane el salvajismo al que fue inducido el país. Desde hace ya bastante tiempo, todas las ONG dependientes de los principales partidos de oposición, tendrían que estar destinando las cuantiosas sumas que reciben en nombre de la miseria de sus coterráneos, en impopulares, pero efectivos proyectos de mediano y largo plazo, en la institucionalización de soluciones, en lobby útil, y no en panecillos, café, copas y otras menudencias, que acaban siendo inauditables, facilitando lastimosamente, un opulento y cínico nivel de vida a una galería de inservibles figuras políticas de mala oposición.

Cuando se superen los infantiles complejos, las egoístas ilusiones ser coronado como nuevo mesías salvador, cuando la falsa narrativa demócrata, deje de ser hipócrita y permita pensar de la barriga para afuera, se podrá unir lo disperso, surgirán soluciones que vayan, poco a poco, socavando las bases que mantienen a la peor dictadura del hemisferio en pie y a sus anchas. No hay otra vía, no hay elecciones, aventuras, amenazas, no importa si vuelve Trump, si renace Betancourt o los sapos echan pelo. Así sea duro de procesar, no hay otra vía.