Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el trabajo decente es aquel que proporciona “la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para todos, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social, libertad para que los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en las decisiones que afectan sus vidas, y la igualdad de oportunidades y trato para todos, mujeres y hombres”. Lamentablemente, en Venezuela, no existe el trabajo decente.
Los trabajadores venezolanos han perdido su salario, ahora solo tienen bonos. Los beneficios laborales como las vacaciones, las pólizas de HCM (Hospitalización, Cirugía y Maternidad), el mismo seguro social, dejaron de existir. Si un trabajador enferma debe recurrir a la caridad, a las rifas, a la ayuda de familiares y amigos para resolver la situación porque incluso si asiste a un hospital público los gastos serán infinitamente mayores a los 130 bolívares que se perciben por concepto de salario.
También el venezolano perdió la posibilidad de quejarse, la protesta ha sido criminalizada, aunque el derecho a huelga esté previsto en la Constitución Nacional. Los trabajadores perdieron la capacidad de negociar contratos colectivos y, por tanto, los trabajadores se encuentran atomizados, desorganizados y sin sindicatos, lo cual claramente es el espacio idóneo para la explotación laboral. En este ambiente de anarquía, de cierre técnico del Ministerio del Trabajo, prosperan todos los demonios: la esclavitud moderna, el abuso y acoso sexual en el trabajo, el trabajo infantil, la informalidad del contrato, la discriminación por la edad, por el género, por la orientación sexual y por racismo.
¿Puede algún militante del PSUV decir que lo dicho es mentira? Claro que no. Lo que sí hacen es remitir la culpa a otros, como siempre el culpable es el imperio, el capitalismo, la oposición, el cambio climático o Cristóbal Colón. Si ese discurso no fuese trágico pudiera ser cómico, pero no estamos para las risas, el gobierno en funciones, el gobierno de facto, le ha dado la espalda a los trabajadores y obreros sobre cuyas espaldas se sostiene la nación. Ante esto, los trabajadores ya se pronunciaron, junto con todo el pueblo, el pasado 28 de julio, votaron mayoritariamente por Edmundo González Urrutia. Si el régimen también le quita el voto y su capacidad de elegir a los obreros y trabajadores el malestar simplemente crecerá aún más. ¿Cuál será la válvula de escape de semejante presión?
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