Después de unas semanas sin aparecer por estos lares, vuelvo al ruedo. Tengo una tenosinovitis de De Quervain que, dicho en cristiano, es una dolencia que perjudica a los tendones de la muñeca del lado del pulgar, y, en consecuencia, no puedo pasar mucho tiempo escribiendo. Pero, aquí sigo. ¡Al mal tiempo, buena cara!
Entramos en la Pascua. Para la Iglesia Católica, este período, llamado Tiempo Pascual, es el lapso comprendido entre el Domingo de Resurrección y Pentecostés. Dice la norma 22 de las Normas Universales del Año Litúrgico, que el lapso de cincuenta días comprendidos entre el Domingo de Resurrección hasta el Domingo de Pentecostés “se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo». Y, Pentecostés es la “conmemoración del descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles de Jesucristo, que marca el nacimiento de la Iglesia”. Ambas festividades religiosas han sido ampliamente difundidas en el Arte. Los invito, apreciados lectores, a buscar las imágenes en Internet de las obras que nombro; ello les ayudará a ver los detalles que trato de exponer en el artículo.
Comienzo por mencionar el fantástico óleo sobre tela, Resurrezione di Cristo, presumiblemente pintado entre 1499 y 1502 por Rafael Sanzio. Fue comprado por el Museo de Arte de São Paulo, São Paulo, Brasil, constituyendo la única obra de Rafael conservada en América del Sur. Es una representación donde aparecen soldados, dos ángeles, y de la tumba abierta de Cristo sale la figura de Cristo envuelta en su sudario, encumbrándose milagrosamente, bordeada de una aureola y llevando un estandarte de la cruz.
Pero, dada mi conocida estima por El Greco, quiero mencionar La Resurrección de Cristo, óleo sobre lienzo, pintada en el período 1597-1604 para el retablo de doña María de Aragón. Hoy, conservada en el Museo del Prado, Madrid. Estaba en los laterales acompañando a la Crucifixión –en el centro– y a Pentecostés. Si se ven las tres obras del artista, es posible observar que la Resurrección es la más apasionada de todas; el escorzo de los soldados, en especial el que parece salir hacia el espacio del espectador, producen un efecto dramático. De manera contrastante, El Greco representa a Cristo con una expresión serena; llevando el estandarte de la victoria en su mano izquierda, pintado con un blanco característico del pintor; mientras que la capa es roja y, cuyo simbolismo, es el martirio que ha sufrido. Además, ha agregado el nimbo romboidal, de franca relación con el arte bizantino.
Al analizar la figura de Cristo, resalta la frontalidad y una nota muy peculiar es que conserva los pies unidos como si continuara en la cruz. Por su parte, los soldados presentan diversas posturas y reacciones frente a un hecho absolutamente prodigioso que miran; algunos tienen los brazos elevados y esa postura acentúa los escorzos. Tan solo uno de los soldados está sentado y tiene apoyada su cabeza, cubierta con un casco, sobre su brazo izquierdo. Uno de los fantásticos efectos dramáticos de esta obra de El Greco es la tensión que dibuja en los músculos de los soldados.
Además de ser un gran pintor, El Greco posee un gran misticismo; razón por la cual, en la mayoría de sus obras hay un fuerte carácter religioso, y la luz posee un significado descollante. De hecho, para El Greco, la luz no solo puede constituir la composición de sus pinturas, sino que también puede hacer que las pinturas tengan una forma completa. En este sentido, Pentecostés puede ser su obra más destacada, según muchos de sus analistas.
Pentecostés, como señalé ut supra, formaba parte del cuerpo alto del retablo realizado por El Greco entre 1595-1600 para el Colegio de Doña María de Aragón. Al igual que en los otros cuadros del grupo al que me he referido, el pintor utiliza triángulos; en Pentecostés, están invertidos para organizar la composición. Pero, las dos figuras de primer plano son pintadas con un enfoque distinto, seguramente la concepción subyacente era aproximarlas aún más al espectador
Precisamente, voy a referirme a estas figuras; es evidente que manifiestan mayor dinamismo que el resto de las imágenes. La pintura está presidida por la Virgen, sentada, y, a su alrededor, se concentran tanto los apóstoles como María Magdalena; la técnica empleada es la norma artística que alinea las cabezas a una misma altura formando un friso continuo, conocida con el nombre de isocefalia, signo evidente del lazo que todavía conservaba con el mundo gótico.
¿De dónde procede la luz? La paloma, representación del Espíritu Santo, es el origen de la iluminación; las miradas de los personajes convergen en ese punto. El Greco ha pintado esta luz de manera tan fuerte, tan clara que uno de sus efectos consiste en la pérdida de color en la túnica de María, al igual que en algunas de las figuras. Hay una serie de llamas ardiendo sobre las cabezas de las imágenes, que se muestran asombradas al extremo por la manifestación divina; miran al cielo y surge la luz de Dios revelado en la representación del Espíritu Santo al que he nombrado.
La estilización de las figuras en un formato “de uno a trece, es decir, la cabeza es la decimotercera parte del cuerpo”; El Greco emplea una imagen que corresponde a una de sus más llamativas características de sus obras, apartada completamente del canon clásico de belleza, donde la proporción y la belleza constituían sus claves. Las figuras de El Greco ya no dejen ver su anatomía, como en la etapa cuando el influjo de Michelangelo Buonarroti legó una honda huella en sus pinturas de ese período. Por el contrario, las envuelve en ropajes y sus cabezas son pequeñas.
El Greco, en Pentecostés, también elimina el paisaje como recurso para dar perspectiva. Los colores utilizados por el artista son muy diversos, principalmente tonos fuertes, y la luz produce efectos impresionantes en toda la obra. Sin duda, este espectacular uso de la iluminación procede de sus días en Venecia con Tintoretto, apuntan sus especialistas. Dicho en breves palabras, Pentecostés vibra al igual que las llamas que lo presiden; Algunos críticos lo han descrito como “una danza de luces”.
Para muchos la fe nada tiene que ver con la cultura y sus diversas manifestaciones. por mi parte, lo veo al revés; si el arte suscita y exhorta una auténtica humanización, el arte está promoviendo el respeto a la dignidad del ser humano.
Venezuela debe vivir su Pentecostés, merece su Tiempo Pascual.
@yorisvillasana