GETTY IMAGES

Cuando un hijo se gradúa uno experimenta con asombro que el tiempo pasa, no solo para el hijo (a) sino para nosotros también. Uno empieza a recordar con nostalgia cuando entró en maternal, cuando fue creciendo, hasta encontrarse con la fecha pautada para el acto de graduación. Mientras se vive el presente uno no se da cuenta de que el tiempo está pasando inexorablemente y de pronto nos topamos con que el hijo ya creció y se gradúa. Es una experiencia extraña esa del tiempo que pasa, pues en el presente uno cree que no pasa tan rápido.

Como diría san Agustín: el pasado ya pasó, el presente es un instante que en segundos es presente para pasar a ser pasado, y el futuro no ha sucedido aún. Estos tres tiempos están en el alma: el pasado es realmente el presente de cosas pasadas, el presente de las presentes y el futuro de las que no han acontecido todavía. El alma es la que mide estos tres tiempos, pues están en su vientre. Uno podría decir que el tiempo somos nosotros, pues solo existe el presente y nosotros somos “en” presente. Ciertamente medimos el tiempo y decimos que tal persona tiene 86 y aquel niño 8. Lucimos como hemos vivido “en” el tiempo en el que crecimos; hemos sufrido el paso del tiempo y las canas y las arrugas afloran como signo indicador de que los años pasan “en” nosotros.

El tiempo no es una realidad etérea que pasa fuera de nosotros. Antes bien, sucede “en” nosotros y nos cambia desde dentro. De allí que con los años luzcamos más viejos. Por eso, porque el tiempo pasa rápido, debemos aprovecharlo lo mejor que podamos. Querer a la gente que nos rodea, a los familiares y amigos. Y aprovecharlo también para desarrollar nuestros talentos.

A veces da nostalgia este paso inexorable del tiempo, pues llega la hora de la muerte de los seres queridos que ya vivieron en plenitud y la del hijo que crece feliz de enfrentar la vida y deseando comerse el mundo, pero a costa de dejar a los padres “el nido vacío”.

La vida es un pasar continuo. Por eso hay que vivir intensamente el presente, pues es el tiempo real que tenemos entre manos. Además, si nos instalamos en el pasado nos deprimiremos con tanta nostalgia y si nos abocamos al futuro se genera en nosotros la ansiedad. Lo más sano es concentrarnos en el presente: único tiempo que existe. Cierto que hay que planificar el futuro, diseñar mentalmente lo que queremos que sea, pero todo eso está en nuestra mente y no sabemos si lo que sucede será tal cual lo hemos planeado. Por eso lo sano es no apegarse demasiado a los planes del futuro, sino planificar y ordenar el presente que sí sabemos cómo es. Y eso hará que el futuro fluya y abra caminos para actuar.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!