OPINIÓN

El tiempo nos dirá

por John Marulanda John Marulanda

El asesinato del candidato a la presidencia del Ecuador, Fernando Villavicencio, por cuenta de Los Lobos o los Choneros, aquellos miembros del Cartel de Nuevo Jalisco y estos compañeros de los de Sinaloa, no fue bien “jotiada” por la prensa de ese país sudamericano.

Villavicencio, periodista y comentarista, se presentó a sí mismo como un   frentero a los bandidos, a quienes retó en medio de un ambiente francamente simpático. Los seis colombianos, perdón cinco, que fueron capturados a las pocas horas con armamento sofisticado, nos deja mucho que desear.

Si así fuera en nuestro país, la demora se explicaría por la lentitud de nuestro aparato de justicia y por supuesto en la vueltas y revueltas de nuestro sistema político.

¿Quién asesinó a Jorge Eliecer Gaitán y quién a Luis C. Galán? Preguntas sin respuestas claras y dicientes. A aquel lo asesinó un tal Roa y a este lo asesinó un motociclista.

Así pues, que a Fernando Villavicencio lo pudo haber asesinado uno de los presuntos miembros del clan de los colombianos que campean por allá. Aquí, en Colombia, estaríamos averiguando quién lo asesinó y por supuesto, quién carga la culpa.

En vivo y en directo, como fue el atentado: ¿Y si a Villavicencio no le metieron tres tiros en la cabeza? ¿Y si a Villavicencio no lo mataron en el atentado? ¿Y si Villavicencio no murió y por el contrario sobrevivió al atentado? A decir verdad, ninguno de los colombianos tiene pinta de un francotirador y ninguno, sobre todo esto, ninguno tiene la tranquilidad de un “sniper”.

Yo los conozco muy bien. Estuve con ellos en su escuela: “one shoot, one killed”, “un disparo, un muerto”, reza su lema básico en la entrada de su escuela. ¿Tres disparos en la cabeza? Ummmmm…

Ahí les dejo la inquietud.

Por ahora volvamos a la cruda realidad criolla. Son tantas las misteriosas desapariciones de nuestro presidente, que todo el mundo se pregunta ¿en qué andará nuestro presidente? ¿Y si Petro fue a Barranquilla a pedirle a su hijo, no que lo perdonara, sino que no fuera a soltar la lengua? Hasta el punto de que la oposición ya ha pedido una valoración a sus médicos de cabecera y así podrá develar sus secretos, que, por supuesto, no incluye tantos como quisiéramos, sino algunos relacionados con su salud que son tan privados como su vida y sus ausencias pasajeras que no forman parte de su presencia.