Los regímenes de corte dictatorial siempre tienen una narrativa para esquivar sus responsabilidades. De la tal Revolución cubana llevamos más de 60 años escuchando el cuento de Playa Girón y Bahía de Cochino. Le han sacado el jugo a esas incursiones fallidas para justificar los desmanes cometidos con el mayor desparpajo, mientras Fidel y Raúl Castro se desplazaban por diferentes tribunas del mundo quejándose de los bloqueos imperiales que impiden, seis décadas después, honrar las promesas con las que subieron y bajaron de Sierra Maestra. Es la gallinita de los huevos de oro que siguen desplumando para prolongar el secuestro de los habitantes de esa hermana isla, donde hay presos políticos, un partido único, no hay libertad de expresión ni se respetan los más elementales derechos humanos. Además, una familia se entronizó en el poder, como si se tratara de una monarquía tropical.
En Venezuela se calca ese esquema al carbón. Chávez tenía a la mano su decálogo para orientar su estrategia ofensiva, mientras comenzaba la destrucción de uno de los países más ricos del mundo, ahora hundido en la miseria. Esa misión destructiva la prosigue cabalmente su carnal Maduro, igualmente instruido desde Cuba, para que sepa desgañitarse a la hora de gritar que “el imperio es el culpable de todo lo que sufren los venezolanos”.
Ahora Maduro pretende desarrollar su propia trama a lo cubano, presentando los hechos recientes de Macuto como “una invasión organizada por los gringos bajo la batuta de Donald Trump”. Esa historieta es de muy mala factura. Primero, porque un país con casi 1 millón de km2 no se invade con una lanchita y 8 supuestos mercenarios. Invasión es la que han hecho los agentes de Cuba –más de 22.000 efectivos–, los núcleos de Hezbolá, las células terroristas de Irán y los comandos narcoterroristas de las FACRC y del ELN. En segundo lugar, ¿que esa operación fallida la montó la CIA y la DEA? No lo creo. Acciones como las que supone Maduro bajo el mando de Trump, en todo caso, dependen de comandos como los que dieron de baja al general Qasem Soleimani y los que atraparon a Osama Bin Laden.
En tercer lugar, se sabe que hay una oferta de 15 millones de dólares por la captura de Maduro, eso es público y notorio. Esa publicación de la imagen de Maduro y otros más en la galería de los más buscados por traficantes de drogas y terroristas, sí es cierto. Como también lo es que hay procesos abiertos en Tribunales Federales de Estados Unidos por tales razones. También es cierto que está vigente la monumental operación antinarcóticos en nuestro hemisferio occidental y no precisamente con lanchas o peñeros.
Volviendo al montaje de Macuto, lo que sí es cierto es que esa operación estaba infiltrada desde hacía meses, así lo informó el mismísimo Diosdado Cabello en un espacio televisado el pasado 28 de marzo. Los ciudadanos venezolanos que participaron de buena fe en esa incursión, terminaron siendo víctimas de un cúmulo de errores y delaciones traicioneras.
Mientras tanto, Maduro trata de sacarle rédito a las desgracias que padecen los venezolanos. Prolonga la cuarentena con vistas a su perpetuidad y sigue gritando que lo quieren matar, mientras en los barrios de Venezuela las bandas se matan a plomo, en las cárceles se descuartizan los penados, en las calles la gente sale desesperada a buscar qué comer y en las estaciones de gasolina centenares de personas se amotinan reclamando aunque sea un litro de combustible.