Se habla y escribe mucho de diversas analogías de transiciones de despotismos a procesos de apertura democrática.
Analogías con situaciones de otros países y con experiencias fructíferas del nuestro. Pienso que debemos ser cautelosos con las analogías.
En el caso de la tragedia nacional, muchas de esas analogías son impropias o simplemente no son analogías. Creo que estamos en un terreno inexplorado y las similitudes superficiales con otras realidades pueden oscurecer y no iluminar.
Variadas analogías se hacen con precedentes en los que existía un Estado nacional y un ambiente de desarrollo económico. Nada de eso existe entre nosotros.
Ni por las buenas ni por las malas, es el parecer de los mandoneros del poder. Corresponde no asirnos a analogías inútiles, sino forjar un camino propio. La fuerza constitucional existe para ello.