El Consejo Nacional Electoral ha oficializado el tarjetón electoral para las elecciones presidenciales del 28 de julio, de las que restan 75 días. El tarjetón es la imagen que verá el elector cuando se aproxime a la máquina de votación. La mejor noticia de ese instrumento electoral es que certifica que la candidatura de las fuerzas de la oposición democrática, representada por el diplomático Edmundo González Urrutia, aparece entre los diez aspirantes a la silla de Miraflores. Un primer éxito. Lo que es un procedimiento normal en cualquier país democrático, resulta una gesta estratégica y política cuando los autócratas, como Nicolás Maduro, convocan a elecciones.
El tarjetón consta de cuatro hileras horizontales de casillas con los rostros e identificación de los candidatos y los movimientos que los respaldan: 2 de esas hileras, la superior e inferior, contienen 10 casillas cada una; y las 2 del medio, 9 cada una. En total, 38 casillas. La imagen de un sonriente Nicolás Maduro Moros aparece en 13 de ellas, más que cualquier otro. Toda la hilera superior la ocupa el presidente que aspira a un tercer período. Un golpe visual para tentar a desprevenidos.
Antonio Ecarri y Luis Martínez reúnen 6 casillas cada uno; José Brito, 4; Diego Ceballos; 2; y Javier Bertucci, Benjamín Rausseo, Enrique Márquez y «el profe» e inagotable Claudio Fermín, con una sola.
El candidato que lidera las encuestas -salvo las del sondeador oficial Oscar Schemel-, Edmundo González Urrutia, aparece tres veces: dos en la segunda hilera, una en la tercera, postulado por las tarjetas de la Mesa de la Unidad Democrática y Movimiento por Venezuela (ambas en la fila dos) y Un Nuevo Tiempo. La foto del candidato unitario entre todas no parece ser, además, la mejor.
A González en el escenario político -lo que no refleja el tarjetón- lo respaldan las diez organizaciones que integran la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), pero ninguna de ellas tiene una tarjeta habilitada para participar electoralmente. Por el contrario, la de Acción Democrática, partido histórico de la democracia venezolana; la de Copei, que ganó dos elecciones presidenciales (1968 y 1978), y la de Bandera Roja, le fueron «concedidas» -usted puede leer secuestro- a Luis Martínez; la de Primero Justicia a José Brito; la de Voluntad Popular a Ceballos. En fin, el Tribunal Supremo y su Sala Electoral arriman el ascua para sus sardinas. En la quemazón también se chamuscó la tarjeta del Partido Comunista de Venezuela -la más longeva de las organizaciones políticas del país- que rompió con Maduro pero su tarjeta la administra el gobierno.
En resumen, de las 38 casillas del tarjetón, Maduro y sus beneficiados electorales copan con sus rostros 90% del espacio. La realidad política, siempre según las encuestas más confiables, es inversa a la representación en el instrumento electoral: la candidatura de González Urrutia recoge el ímpetu de la primaria opositora de octubre pasado en la que se impuso de manera abrumadora María Corina Machado.
Pero hay trabajo por hacer para que el elector identifique a González Urrutia con claridad y sin error en el momento de votar. Es el trabajo del que se ocupa Machado en sus recorridos por el país, celebrados con convocatorias masivas. Es de suponer que esos recorridos están acompañados del trabajo pequeño y decisivo de los “comanditos” organizados en todo el país y de las fuerzas en apoyo a la candidatura opositora, que cada vez son más, para que el votante disponga la información oportuna y definitiva.
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