El barco encallado en el canal de Suez generó una especie de «tapón del mundo». De pronto, la paralización de un punto clave del comercio mundial devolvió a las noticias una región que muchos ni siquiera conocían.
El canal de Suez, que une el mar Mediterráneo con el mar Rojo, evita que los buques tengan que rodear el continente africano. De ahí su importancia para la navegación desde 1867. Forma parte de la tendencia humana a acelerarlo todo, a conseguir más en menos tiempo y abaratar los costes. No es una crítica ni un elogio, sino una simple descripción. Todos formamos parte del enjambre de la inmediatez, con sus virtudes y defectos: «Lo quiero, lo tengo».
Pero, también casi infartamos si falla el más mínimo detalle. No somos conscientes de la fragilidad de todo lo que nos rodea y de que, en menos de un segundo, lo que conocemos y experimentamos en modo automático, podría cambiar radicalmente.
El bloqueo temporal del canal de Suez provocó el desvío de centenares de barcos a rutas más largas y una paralización milmillonaria. Y en solo seis días una cascada de reacciones económicas: elevación del precio del petróleo, desabastecimiento en algunos sectores y cambios en el mercado de divisas.
Entiendo perfectamente el desasosiego que las imágenes causaron, sobre todo en quienes siguieron milimétricamente las operaciones para desatascar el barco. Y también entiendo las consecuencias macroeconómicas. Pero, debemos prepararnos para lidiar más tranquilamente con la incertidumbre y con los imprevistos. Como no será posible erradicarlos, la clave está en la «digestión» personal que hagamos de ellos.
Para algunos (y no olvidemos la crisis del covid-19), un tapón en el comercio mundial es sinónimo de correr hacia el supermercado a comprar papel. Cuando, en realidad, podríamos adaptarnos a casi todo durante un tiempo determinado.
Es decir, «una noche se pasa hasta debajo de una piedra», como decimos los cubanos, que tanto sabemos de inventar y adaptarnos a las situaciones más duras. Una cosa es la preparación para gestionar la incertidumbre, y otra la anticipación excesiva, causa fundamental de la ansiedad. Parecía que el mundo se acababa, pero el canal de Suez ya está en marcha otra vez.
No será el único problema de ese tipo al que nos enfrentaremos. Como dijo el teólogo norteamericano William GT Shedd, «un barco en el puerto está seguro, pero los barcos no se han construido para eso».
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