El pasado 27 de agosto sucedió algo interesante en Toluca. Chistopher Landau, embajador de Estados Unidos en México, en compañía del gobernador Alfredo del Mazo del Estado de México, realizó una muy publicitada visita a las plantas de Fiat-Chrysler y General Motors en esa cuidad. Conversaron con los gerentes y el personal, sobre el covid-19 y las medidas sanitarias en ambas fábricas, todo con gran amabilidad.
Lo que los medios no informaron con tanto bombo y platillo fue la presencia y la misión de otra acompañante de Landau. Se trata de Naomi Fellows, labor counselor en la Embajada de Reforma. Aunque llegó a México desde julio de 2019 -antes de la entrada en vigor del T-MEC- en realidad ya funge como una de las attachées o agregadas laborales previstas por el tratado que tanto admira López Obrador.
Fellows, funcionario del Departamento de Estado, ha sido comisionada a múltiples adscripciones, entre ellas, Irak, Brasil, Moscú, Managua, Camerún y Bogotá. No es una advenediza. De acuerdo con versiones que escuché de su visita a la planta de FCA y de GM, su desempeño reviste características muy distintas a las de otros en el pasado. Me concentro en el caso de FCA, porque fue donde permaneció más tiempo.
La recibió, además del gerente de la planta FCA, el secretario general de la sección del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Automotriz Integrada, Similares y Conexos de la República Mexicana. Sindicalista de tercera generación, dicho dirigente goza, si entendí bien, de la confianza de sus agremiados. Fellows, aunque el gerente de la planta la invitó a conversar con él, advirtió que prefería platicar con el secretario general y con los trabajadores en las líneas de ensamblaje. Pasó dos horas conversando con ellos, sola: no permitió que la acompañara alguien de la “patronal”. La empresa había sugerido que era conveniente que algunos trabajadores se “prepararan” antes para recibirla y formularle preguntas y responder a sus interrogantes; el sindicato prefirió dejar ir el intercambio por la libre y que los interlocutores de la attachée laboral fueran seleccionados al azar.
La síntesis que me compartieron mis fuentes apunta en una dirección muy clara. El sindicato, y sus dirigentes, mi tocayo Guillermo Díaz Castañeda, buscaban en Fellows a una aliada contra la empresa, invocando en la carta de bienvenida que le dirigieron a Landau, el T-Mec y sus disposiciones laborales. Transparencia del contrato colectivo, sindicato representativo y democráticamente electo, cumplimiento con las normas mexicanas y estadounidenses: estis fueron los temas de conversación entre Fellows y los empleados de Fiat-Chrysler.
Si se hubiera tratado de una inspección, FCA habría sido aprobada. GM quizás no, porque la visita duró menos. Pero se trata de dos de las plantas automotrices más antiguas de México (con la Ford de Tlanepantla y la Volkswagen de Puebla). La pregunta es muy sencilla: ¿Cuántas fábricas en México aguantan ser pasadas a la báscula así? Sobre todo en vista de que nuestro candidato a la Dirección General de la OMC, Jesús Seade, permitió que en la redacción final del T-MEC se suprimiera, en la definición de las actividades a las que se aplicarían las obligaciones laborales, las palabras “trade- and investment-related industries”. O sea, se aplican a todas, no solo a los exportadores como FCA y GM. Ya pronto, la agregada Fellows y sus colegas, visitarán otras plantas, otros almacenes, otras tierras bajo cultivo. Suerte.