OPINIÓN

El suicidio político…

por Jorge Ramos Guerra Jorge Ramos Guerra

«Cuando la vida es un martirio, el suicidio es un deber». Por supuesto que el sustantivo tiene origen religioso de quienes se entregaron a su causa prefiriendo la muerte por torturas, siguiendo luego por ideales en cuanto al sufrimiento o angustia. El amor, decepciones, depresiones, cuestiones económicas pueden conllevar al suicidio y la ciencia se ha ocupado de ello. Allí hay de todo, poetas, músicos, escritores, etc. La señalada expresión es atribuida al escritor colombiano José María Vargas Vila que puede ser interpretada desde distintos puntos de vista.

Teológicamente, si Dios da la vida, la quita y al decir Salomón todo tiene su tiempo pero nacer y morir, de manera que adelantarla se corresponde a otras circunstancias. De Judas estaría por verse si respondió a los designios de Dios y Sócrates a su dignidad. El tirano Periandro (siglo VI a.C.), uno de los Siete Sabios griegos, se suicidó para evitar que sus enemigos descuartizaran su cuerpo. Cleopatra al ver derrotado su ejército y paremos de contar. Dante en su Divina Comedia reserva un bosque infernal a los suicidas y a partir de entonces, pareciera tener razón Vargas Vila, constatados en la historia un registro de suicidios. Hitler prefirió el suicidio que un juicio. Salvador Allende dijo que del Palacio de La Moneda lo sacarían muerto. Más reciente, el expresidente de Perú Alan García escribiría…»Dejo mi cadáver como muestra de desprecio a mis adversarios» y Carlos Andrés Pérez, que no se suicidó ante su defenestración, le respondió a sus autores: «Hubiese preferido otra muerte».

El siglo XX venezolano da cuenta de impensables suicidios como el de los políticos Fabricio Ojeda, Alirio Ugarte Pelayo (1966) y el periodista Carlos Rangel. En cada caso sin explicaciones, salvo las correspondientes al Ministerio Público y por supuesto las especulaciones. En el XXI han sido más notorios los casos de suicidios de connotaciones en la política y la corrupción. En ese orden, el país se enteró del suicidio de Antonio Barazarte (2006), secretario de la Dirección de la Magistratura; Fernando Albán (2018), Leoner Azuaje (2023) y Marino Lugo (2024), los últimos dos acusados en la escandalosa trama de corrupciones en Pdvsa y por extraña casualidad en la sede de la policía política (Sebin)

Los precedentes casos invitan a su análisis sin prejuicios, para determinarse moralmente hasta dónde tuvo razón Vargas Vila, e indagarse desde el punto de vista de la justicia y la psiquiatría los móviles de atentarse contra sí mismo, muy puntualmente de quienes están presos sin sentencias firmes, a los fines de sus defensas con una común repuesta oficial: “suicidio”.

«El suicida» es un verso de Jorge Luis Borges que señala la suerte del suicidio…

«No quedará en la noche una estrella.

No quedará la noche.

Moriré y conmigo la suma

del intolerable universo.

Borraré las pirámides, las medallas,

los continentes y las caras.

Borraré la acumulación del pasado.

Haré polvo la historia, polvo el polvo.

Estoy mirando el último poniente»…

 

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