El sueño chino, del escritor y disidente político Ma Jian (Qindao, 1953), es una novela que narra en clave distópica las pretensiones de los sistemas totalitarios de controlar la vida, los actos, los pensamientos y hasta los sueños de la población. A Ma Jian se le conoce como «el Orwell chino» y, de hecho, la obra lleva esta dedicatoria: «A George Orwell, que lo predijo todo». Lo sucedido en las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela demuestra que la vigencia del autor de 1984 aplica también para regímenes como el de Nicolás Maduro.
Un claro ejemplo fue el primer boletín del Consejo Nacional Electoral, emitido el lunes 29 de julio a las 12:04 am. En este primer (y hasta ahora único) boletín, el rector Elvis Amoroso leyó las cifras inverosímiles que daban como ganador a Maduro. Lo que llamó mi atención fue la referencia a una supuesta «agresión en el sistema de transmisión de datos» y la solicitud al Fiscal General para que iniciara una investigación sobre «las acciones terroristas» perpetradas contra el sistema electoral.
Horas antes la oposición había denunciado que el CNE había interrumpido la transmisión de las actas de votación. No requiere demasiada astucia imaginar que, si hubo tal agresión, tuvo que haber sido perpetrada por el propio Gobierno para alterar los resultados. María Corina Machado y su equipo han sido los únicos en demostrar que las cifras de votos que manejan son reales y que Edmundo González obtuvo una aplastante victoria. El giro ‘granhermanístico’ de todo esto radica en lo que yo llamaría la conciencia ecológica del mal del chavismo. Esto es que, si vas a utilizar un recurso para delinquir, no lo deseches tan pronto y trata de reciclarlo. En este caso, si vas a sabotear el sistema de transmisión de los resultados, no desaproveches esa maniobra y úsala, además, para denunciar que fuiste tú el atacado. Róbate las elecciones y al mismo tiempo prepara el terreno para acusar de ladrón precisamente a quien robaste. Ya saben, la guerra es la paz y la víctima es el culpable.
Después se produjeron diversas detenciones de dirigentes opositores, como la del diputado Freddy Superlano. En la Asamblea Nacional, personeros del Gobierno de Maduro, como Jorge Rodríguez y Diosdado Cabello, exigieron a gritos el encarcelamiento de María Corina Machado y Edmundo González. Mientras que el Fiscal General, Tarek William Saab, ponía en marcha la respectiva burocracia represiva. Todo esto rematado por la proclamación inconstitucional de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela para el periodo 2025-2031.
A día de hoy, cuando ya se ha cumplido el lapso legal para que el CNE publique los resultados finales de las elecciones, los abusos cometidos por el Gobierno de Nicolás Maduro exceden el mero fraude electoral y nos sitúan en el terreno de un golpe de Estado. Lo que, para el chavismo, implica un regreso a sus orígenes, pues Hugo Chávez hizo su aparición pública en febrero y en noviembre de 1992 con dos intentos de golpe contra el Gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez. Años después, ya instalado en el poder, uno de los insultos preferidos de Chávez para descalificar y perseguir a sus enemigos políticos fue el de «golpistas» y «golpista» sigue siendo el peor insulto en la jerga chavista. Es la acusación de rigor contra cualquiera que la dictadura perciba (o le convenga señalar como) una amenaza. Se trata, en el fondo, de un odio a sí mismos. De una vergüenza bastarda con respecto a las leyes, la moral, la cultura y la convivencia, con las que el chavismo nunca se ha sentido cómodo.
Estos complejos históricos en Venezuela han sido sublimados a través del enriquecimiento ilícito y el abuso del poder político. En estos días convulsos y decisivos para mi país, la sociedad venezolana en toda su densidad y pluralidad, se ha puesto de acuerdo para expulsar a sus propios demonios. Por ahora, el Gran Hermano Nicolás Maduro golpea al pueblo, una vez más, para que acepte las matemáticas fraudulentas del 2 + 2 = 5. Por ahora, el débil, valiente, frágil e invencible Winston Smith venezolano se niega a aceptar esa mentira.
Originalmente publicado en el diario ABC de España