Dedico este artículo, gracias a El Nacional, a la columnista Ana María Matute, quien, con el coraje y fe características de lo mejor de la mujer latinoamericana, enfrenta el cáncer desde Venezuela, país en resistencia que anhela renacer a una nueva oportunidad para el sueño de la democracia (https://gofund.me/92bab630).
Sobre todo nosotros, los nacidos después de iniciado el período de aquella Venezuela de 1958, pudimos seguramente haber tenido la percepción de “normalidad” de un ambiente que era consustancial con la existencia de los partidos políticos, sus dirigentes, las elecciones, y todo lo que significaba la propensión a vivir en libertad. Luego de lo que recordaremos a continuación, podremos seguramente concluir cuán descuidados nos volvimos, con relación a evolucionar adecuadamente y proteger un proceso democrático que apenas se había iniciado.
No solo Venezuela experimentó una epidemia de caudillismo, al término de la época colonial española con las luchas independentistas en América. A diferencia de Estados Unidos, una sucesión de líderes militares fueron turnándose en el poder en estas latitudes latinoamericanas y del Caribe. A veces con condición doble, de militares y de hacendados, dichos caudillos después de capturar una porción del reparto del botín, no conseguían asentar el nacimiento de un Estado democrático definitivamente civilizatorio. La persecución a Bolívar y el asesinato de Antonio José de Sucre, entre otros trágicos pasados episodios, mancharían el nacimiento de nuestras repúblicas; ante lo que pudo haberse iniciado como una auténtica unión latinoamericana de naciones.
Desde finales del siglo XIX e inicios del siglo XX se marcaría, más que un debate de la concepción del mundo entre la marxista versus la capitalista, la rebelión de sociedades rurales empobrecidas bajo las diversas variantes culturales de formas de opresión de monarquías absolutistas o dictaduras, y la aún presencia del colonialismo aplicado desde Europa sobre “atrasadas” tecnológicamente naciones africanas y asiáticas.
Más tarde, adentrándonos más allá de la mitad del siglo XX, se instalarían sí, y con más que un debate, a la derrota del fascismo de Mussolini y Hitler, las dos potencias definitivamente emergentes en el periodo de la llamada “Guerra Fría”: la socialista Unión Soviética y Estados Unidos. Curiosamente hoy, sopesando la retirada en su momento de ambas de Afganistán (Unión Soviética 1981-1989; Estados Unidos 2001-2021) se marca la entrada en una nueva etapa de neoaislacionismo norteamericano, y del fortalecimiento del proceso de insurgencia de la China reclamando posición como primera potencia mundial. ¿Cómo ésta optimizará su relación con el mundo del Medio Oriente? Ha marcado una pauta ya de potencia mundial al reconocer el establecimiento del gobierno Talibán.
Al evidenciar en este primer rápido sobrevuelo de reconocimiento el panorama que se nos presenta como mundo, se acrecienta la necesidad de cambiar para la construcción de uno mejor. La creencia de que todo estaba hecho, o que está muy consolidado en Occidente es el primer gran error que cometemos, todos los que abrazamos el sueño de la universalización de la libertad y la democracia en el planeta. Nuestro modo de vida, nuestros principios y valores occidentales sobre los derechos humanos, nuestra cultura, su fortalecimiento con nuevas y mejores maneras de aplicar un Estado de Derecho y de justicia, debemos defenderlo, dia a dia. La formación de conciencia para iluminar las cabezas pensantes de los adolescentes y jóvenes es la tarea que, como nube que cae, y río que incesantemente la lleva al mar, no podemos dejar secar como fuente de luz. Con profunda convicción, de manera testaruda y con toda la alegría debemos promover en el cambio de mentalidad la base para el progreso cultural del hombre, es decir, de las naciones. Allí está la clave de nuestro progreso como civilización planetaria.
@gonzalezdelcas
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