Casi 30 años sin el maestro. Ese irreverente bribón intelectual que conjugaba magistralmente la sátira con las letras, la ironía con la majestuosidad del saber universal, la antropología social criolla con universalidad del pensamiento. José Ignacio Cabrujas, el lúcido pensador del verbo imprescindible. El artista renacentista del siglo XX que desde las bambalinas de su triunfo novelesco casi odiado por él mismo, y detrás de una cortina de teatro fina, sucia y desgastada, puso el reflector sobre las inexactitudes filosóficas de esta nación que tanto amó.
Venezuela fue esa herida abierta que nunca le cicatrizó. Él expresaba que esta patria era un concepto de Estado utilizado simplemente como un “truco legal” para justificar formalmente tantas apetencias, arbitrariedades y demás formas del “me da la gana”. Conceptualizaba sobre el poder político: “Es la reinserción del caudillismo instaurado en la frase: El Estado es lo que yo, como caudillo o como simple hombre de poder, determino que sea Estado. Ley es lo que yo determino que es ley”.
José Ignacio Cabrujas partió el 21 de octubre de 1995. Es tardío este homenaje por quien me enseñó: “La lectura es como un vicio”. Otros malos hábitos también me enseñó ese dramaturgo excepcional, portentoso actor, regista de ópera, autor de célebres culebrones, guionista de cine, hombre de radio y articulista de prensa en esta mi casa, El Nacional.
“…Lo que me gusta no es legal. Lo que me gusta no es moral. Lo que me gusta no es conveniente. Lo que me gusta es un error. Entonces…” JIC
La vigencia de tu pensamiento es parte de cada página que escribo, de cada cosa que sueño para mi país. Es ese espacio de cada artículo de opinión del periódico, que se grabó en mi memoria para siempre y que trato de cubrir con la misma irreverencia y genialidad que fue parte de ti.
@CarluchoOJEDA